Colombia es un país marcado por las contradicciones. Colombia es Mancodo, si se quiere. Y eso se puso de manifiesto en la votación de este domingo en el plebiscito para apoyar o rechazar el acuerdo de paz que el gobierno de Juan Manuel Santos negoció por cuatro años con las FARC. El inesperado triunfo del No, por una ajustada diferencia, tiene, por ahora, consecuencias insospechadas, pero ratificó lo que ya se sabía: la coexistencia de dos colombias, partidas por la mitad. O, dicho de otra manera, que unos son los que sufren y otros son los que votan.
Una primera lectura que arrojan los resultados revela una gran paradoja: el país que menos padeció el conflicto votó de manera muy diferente al país más azotado por la guerra: de los 81 municipios más afectados por la violencia interna, según la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), en 67 ganó el Sí y apenas en 14 ganó el No.
Al 99.98% de mesas escrutadas, el mensaje que dieron los colombianos fue claro en el triunfo del No: el repudio y la desconfianza que la sociedad colombiana tiene en las FARC es contundente y fue determinante en el resultado. Tan determinante como la abstención, que superó el 60%. Nadie que hace lo que hizo la guerrilla por más de 50 años en el país puede salir indemne. Se puede colegir que no fue un voto contra la paz, fue un voto contra la estela del caos, el terror, la muerte y la destrucción.
¿Qué viene ahora?
Nadie sabe con exactitud qué pasará con los acuerdos que el Gobierno firmó con las FARC. La única certeza es la incertidumbre. Pero lo positivo, si cabe el término, es que todos los actores directos de este proceso, el oficialismo, la oposición y las FARC, manifestaron su disposición a preservar la paz. Ese debe ser el objetivo supremo para salvar a las generaciones futuras de la barbarie.
El presidente colombiano acusó el duro golpe político que recibió este domingo y dejó de lado su discurso previo al plebiscito, en el sentido de que el triunfo del No iba a significar el retorno a la guerra y, por el contrario, convocó a todas las fuerzas políticas del país a buscar una salida. Su extrema confianza, que contrasta con la alta impopularidad que tiene como mandatario, lo llevó a poner todos los huevos en una sola canasta. No tenía un plan B; recién lo está empezando a armar.
Además, anunció que el cese al fuego sigue en pie, mientras que el jefe máximo de las FARC, Timochenko, dijo que mantienen intacta su voluntad de paz y que para ello solo usarán la palabra. No más plomo, felizmente.
Por su lado, la oposición, representada en el Centro Democrático (CD), que lidera Álvaro Uribe, recogió el guante, y se mostró dispuesta a trabajar con el Gobierno para lograr ese objetivo. Así lo manifestó, Francisco Santos, exvicepresidente del país y miembro del CD:
"Vamos a saber manejar esta situación sin sobresaltos, a trabajar con el Gobierno para poder reconducir este acuerdo. Es el momento de unir a Colombia para que esta paz llegue a buen puerto, pero una paz que tenga justicia, verdad, reparación, reconciliación y perdón, una paz donde quepamos todos y no una paz que excluya a la mitad de los colombianos".
Lo concreto es que el fallo de la Corte Constitucional de Colombia que reguló el plebiscito fijó que los resultados de la consulta tienen efectos políticos, mas no normativos, y que son vinculantes solo para el presidente de la República. O sea, Santos no podrá implementar los acuerdos que fueron objeto de la consulta. Así, el trámite especial (fast track) para aprobar las leyes y reformas constitucionales para el postconflcito en el Congreso queda en suspenso, porque estaba sujeto a la aprobación popular.
Dos caminos, un objetivo
Según expertos consultados por medios colombianos, hay dos caminos jurídicos que se abren luego de que el No ganara en la votación del plebiscito con el 50,23% de los votos. El abogado Ramiro Bejarano sostiene que la única salida para salvar el resultado es reabrir la mesa de diálogos de La Habana. Pero en este escenario no está claro cómo plantear la renegociación con las FAR ni cuál será el papel que jugará el Centro Democrático y los votantes del No.
Todo apunta a que se tendría que volver a conformar el equipo negociador del Gobierno y que este incluya a los voceros del No. Pero en este punto salta una pregunta que aún no tiene respuesta: ¿El presidente Santos estará dispuesto a darle cabida a Uribe en la renegociación, o dará un paso al costado, al menos en esta etapa del proceso?
Para el exmagistrado colombiano Augusto Ibañez, el otro camino es convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, con participación de todos los sectores sociales y políticos, como lo planteó la guerrilla y el mismo uribismo. Lo que no está claro aún es cómo quedan los acuerdos con las FARC que ya están en curso, como la dejación de armas o la entrega de menores de edad. "Ahora corresponde volverse a sentar a negociar y volver a barajar las opciones. Esto no significa volver a negociar todos los puntos que ya están en el papel", explicó el jurista, citado por El Espectador.
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