El último lunes, en Cartagena de Indias, fue el día más soñado para la mayoría de colombianos. El gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC firmaron la paz definitiva, que pone fin a 52 años de guerra, más de 220.000 muertos, cinco millones de desplazados y 25.000 desaparecidos.

Ha sido un proceso largo y complicado el que se tuvo que transitar hasta la firma final. Cuatro años de diálogos en La Habana y dos de conversaciones secretas. El precio de la paz que ahora asoma en Colombia ha sido alto, implica en lo que el presidente Santos llamó una "justicia imperfecta" para los culpables de crímenes atroces. Y ahí radican las principales resistencias a los acuerdos con las FARC.

Pero ese era el costo que había que pagar para acabar con el conflicto más longevo del hemisferio occidental. No había otro camino. Por encima estaba destino de un país de casi 50 millones de habitantes, el futuro de sus niños y el de los que están por nacer. Ese fue precio que en su momento tuvieron que pagar Irlanda para parar el baño de sangre de los terrorista del IRA, o Sudáfrica para poner fin al Apartheid.

El acuerdo de paz con las FARC no trae consigo una varita mágica que solucionará todos los problemas de Colombia, aunque sí marca un punto de quiebre: parte en dos su historia reciente. El lunes, en la tierra que nos dio a Gabo y tal como él lo habría querido, el himno de Colombia tuvo más sentido nunca, porque ahora sí parece que “cesó la horrible noche”, como reza al inicio de su segunda estrofa. 

El camino que deben recorrer los colombianos a partir de ahora será tan o más difícil que el transitado hasta la firma del acuerdo final. El reto es inmenso, porque desde hoy deben abocarse a construir un país en paz, a transformar en hechos lo que está escrito en blanco y negro.

Santos y timochenko firman la paz  en cartagena. Atrás, presidentes de la región, entre ellos PPK, aplauden (EFE).

"Vamos a cumplir lo pactado, esperamos que el gobierno cumpla", declaró el jefe máximo de las FARC, 'Timochenko', un día después de la firma de la paz. Aún sus palabras dejan traslucir cierta desconfianza, que debe ir diluyéndose conforme se avance en las etapas acordadas para el tránsito de la guerrilla de las armas a la vida civil.

Pero quizá el desafío mayor para Colombia esté en la construcción no solo de un país en paz, sino de uno viable, menos desigual, menos injusto, más solidario, en el el cual la mayoría tenga las mismas oportunidades. La clave está en no repetir los errores y abusos del pasado y que aún persisten, los cuales llevaron a miles de personas a optar por las armas para lograr un cambio. En el camino, la brutalidad de la guerra devoró sus ideales y esperanzas. Y solo quedó muerte y destrucción.

El otro reto del Estado tiene que ver más con seguridad interna en el corto plazo, y pasa por evitar que otros grupos ilegales, como el ELN y el 'clan Úsuga', ocupen los territorios que antes controlaban las FARC, en los que hay unas 100 mil hectáreas de coca, miles de laboratorios y rutas del narcotráfico.

Un informe de El Tiempo a inicios de setiembre reveló que la mayoría de estas zonas que son un preciado botín para los grupos ilegales se ubican en Nariño, el departamento donde hay más coca, en el Cauca, el Norte de Santander, Chocó y el eje Meta-Guaviare. "Estamos encima de ese problema, porque sabemos que ese era uno de los grandes retos", dijo el presidente Santos en su momento.

El plebiscito, el próximo paso

Pasado los aplausos y abrazos en Cartagena, el siguiente paso del proceso de paz en Colombia plebiscito de este domingo, en el que los colombianos decidirán en las urnas si apoyan o no los acuerdos del Gobierno con las FARC. La polarización en torno a este tema es muy marcada en el país. Las últimas encuestas le dan al 'Sí' la victoria, pero en el país del realismo mágico nada está dicho hasta el final.

Además, el dilema no fácil de dirimir, porque la mayoría de colombianos aborrecen a las FARC y creen que se merecen pagar por todos los crímenes atroces y el daño que le hicieron al país. Entonces la cuestión se reduce a perdonar o no perdonar. Es decir, ¿la mayoría en Colombia está dispuesta a aceptar la paz a cambio de que los cabecillas de las guerrilla sean absueltos de las largas penas de cárcel?

Esa es la cuestión que explotan los promotores del 'No' como el expresidente Álvaro Uribe. Apelan al dolor y al terror que sembraron las FARC en el país durante décadas. "¿Como vamos a perdonar a semejantes criminales?", "Sería traicionar a los muertos", son algunas de la frase que Uribe ha esgrimido. 

Pero como dice el escritor y periodista inglés John Carlin en su columna de El País, la respuesta no está en perdonar o no perdonar. "El secreto de la paz consiste en tragarse la bilis y poder convivir con ellos, o, como mínimo, en no sucumbir al impulso animal de querer matarlos", sostiene.

Otra arista que abona a la incertidumbre es que no se sabe bien cuáles serán las consecuencias reales que tendría una victoria del 'No'. La Corte Constitucional que aprobó el plebiscito señaló que los resultados de la consulta no son vinculantes (no son de obligatorio cumplimiento), pero el mismo Santos ha dicho en varias ocasiones que esa votación marcará la historia del país y que el rechazo a los acuerdos con las FARC implica que todo lo negociado en La Habana se anule y que la guerra continúe. 

(Foto de cabecera: EPA)

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