Este domingo 31 de octubre inicia en Glasgow, Reino Unido, la COP26, la vigésimo sexta Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en la que participan los 197 países miembros de la convención para emprender acciones concertadas respecto de la crisis climática. El Reino Unido compartirá la presidencia de la cumbre con Italia.

Durante casi tres décadas, los gobiernos del mundo se han reunido casi todos los años para forjar una respuesta global a la emergencia climática. La de este año es la cumbre más importante desde la COP21, en 2015, cuando se aprobó el Acuerdo de París. Ahora se espera que los países den los pasos necesarios con directrices sólidas para la implementación del acuerdo. Estas incluyen reglas sobre cómo medir y reportar las emisiones de carbono de cada país y cómo aumentar la ambición con el tiempo.

¿Por qué es importante la COP26 si ya tenemos el Acuerdo de París?

Según el Acuerdo de París, las naciones se comprometieron a mantener los aumentos de temperatura global "muy por debajo" de 2°C por encima de los niveles preindustriales, mientras "persiguen esfuerzos" para limitar la calefacción a 1,5°C. Esos objetivos son jurídicamente vinculantes y están consagrados en el tratado.

Sin embargo, para alcanzar esos objetivos, los países también acordaron metas nacionales no vinculantes para reducir, o en el caso de los países en desarrollo, frenar el crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero a corto plazo, para 2030 en la mayoría de los casos.

Esos objetivos nacionales, conocidos como contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC por sus siglas en inglés), eran inadecuados para mantener al mundo dentro de los objetivos de temperatura de París. Si se cumplen, resultarían en un calentamiento de 3°C o más , lo que sería desastroso.

Todos sabían en París que las NDC eran inadecuadas, por lo que los franceses incorporaron en el acuerdo un 'mecanismo de trinquete' (como una rueda dentada: girar hacia un lado, y no poder hacerlo en sentido contrario) mediante el cual los países tendrían que volver a la mesa cada cinco años con nuevos compromisos. Esos cinco años terminaron el 31 de diciembre de 2020, pero la pandemia sanitaria impidió que muchos países avanzaran.

Como dijimos líneas arriba, se espera una mayor ambición climática. Los científicos estiman que las emisiones deben reducirse en un 45% para 2030, en comparación con los niveles de 2010, y de ahí a cero emisiones netas para 2050.

Sin embargo, recientemente la ONU informó que las NDC actuales, incluidas las que han sido recientemente presentadas o revisadas por Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino Unido y un centenar más, siguen siendo inadecuadas. Darían como resultado un aumento del 16% en las emisiones, lejos del recorte del 45% necesario. Queda mucho más por hacer.

¿Por qué es fundamental mantener la temperatura del planeta en 1,5°C?

Como parte del Acuerdo de París, la principal autoridad mundial en ciencia climática, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, fue encargada de examinar de cerca lo que significaría un aumento de temperatura de 1,5°C para el planeta. Encontraron una gran diferencia entre el daño causado por 1,5° C y 2°C de calentamiento, y concluyeron que la temperatura más baja era mucho más segura.

Un aumento de 1,5°C todavía resultaría en un aumento del nivel del mar, el blanqueamiento de los arrecifes de coral y un aumento de las olas de calor, sequías, inundaciones, tormentas más feroces y otras formas de clima extremo, pero estos serían mucho menores que los extremos asociados con un aumento de 2C.

Otros hallazgos del IPCC, publicados en agosto pasado, subrayaron estas advertencias y concluyeron que aún existía la posibilidad de que el mundo se mantuviera dentro del umbral de 1,5°C, pero que requeriría esfuerzos concertados. Fundamentalmente, también encontraron que cada fracción de un grado de aumento es importante.

Las temperaturas en todo el mundo ya están entre 1,1 y 1,2°C por encima de los niveles preindustriales, y las emisiones de gases de efecto invernadero siguen en una tendencia ascendente.

La producción de dióxido de carbono se desplomó durante los bloqueos de Covid-19 el año pasado, pero eso fue temporal y ha aumentado nuevamente desde que las economías se han recuperado. Para mantenerse dentro de 1,5°C, las emisiones globales deben reducirse en aproximadamente un 7% al año durante esta década.

¿Qué pasa con el cero neto?

Para mantenernos dentro de los 1,5°C, debemos dejar de emitir dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, procedentes de la quema de combustibles fósiles, de la agricultura y la cría de animales, que crean metano, de la tala de árboles y de ciertos procesos industriales, casi por completo a mediados de siglo. Cualquier emisión residual que quede para entonces, por ejemplo de procesos que no se pueden modificar, debe compensarse aumentando los sumideros de carbono del mundo, como bosques, turberas y humedales, que actúan como grandes depósitos de carbono. Ese saldo se conoce como cero neto.

Sin embargo, las metas a largo plazo no son suficientes. El clima responde a las emisiones acumuladas y el dióxido de carbono permanece en la atmósfera durante aproximadamente un siglo después de su liberación, por lo que podríamos llegar a cero neto para el 2050, pero aún hemos emitido tanto mientras superamos el umbral de 1,5°C irrevocablemente.

Esta semana la Organización Meteorológica Mundial (OMM) informó que la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera alcanzó un nuevo récord el año pasado, y la Amazonía pierde su capacidad para absorber CO2.

"La abundancia de gases de efecto invernadero que retienen el calor en la atmósfera volvió a alcanzar un nuevo récord el año pasado, y la tasa de aumento anual registrada fue superior a la media del período 2011-2020", según el boletín de la OMM. El mundo puede esperar eventos climáticos aún más extremos, como la sequía, dicen los expertos.

La OMM indicó que no se detienen las emisiones, "la temperatura mundial seguirá subiendo". Como el dióxido de carbono (CO2) es un gas de larga vida, "el nivel de temperatura observado actualmente persistirá durante varias décadas aunque las emisiones se reduzcan rápidamente hasta alcanzar el nivel de cero neto", agregó.

Si se mantiene el actual ritmo de aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero, el incremento de la temperatura a finales de este siglo superará de lejos el objetivo establecido en virtud del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1,5 o 2 °C por encima de los niveles preindustriales.

América Latina

Para la región de América Latina y el Caribe, una de las más vulnerables frente al cambio climático, es crucial limitar el aumento de la temperatura a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales y reducir así la gravedad de los impactos. En 2020, el sur de la Amazonía sufrió una de las peores sequías en 50 años. Centroamérica vivió un récord de huracanes e inundaciones, que contribuyó a que Guatemala perdiera casi el 80% de su cosecha de maíz.

América Latina se proyecta como una de las regiones del mundo donde los efectos e impactos del cambio climático, como las olas de calor, la disminución del rendimiento de los cultivos, los incendios forestales, el agotamiento de los arrecifes de coral y los eventos extremos del nivel del mar, serán más intensos.

A nivel mundial, "una ola de calor que antes se producía una vez en 50 años, ocurre ahora cinco veces más frecuentemente; con un calentamiento de 1,5 grados, ocurriría 8,6 veces más; con un calentamiento de 2 grados, 14 veces más”, dice Carolina Vera, vicepresidenta de uno de los equipos de trabajo del IPCC, a DW. "En la región del norte de Sudamérica, que incluye el Amazonas, la temperatura de esas olas de calor sería en promedio 1 grado más alta con un calentamiento global de 2 grados”, añade.

Por su parte, Manuel Pulgar-Vidal, líder de la Práctica Global de Clima y Energía de WWF Internacional y exministro del Ambiente de Perú, considera que el éxito de la COP dependerá del entendimiento de los países sobre cómo se desarrolla la economía global, e indica que "esta COP debe poner al mundo en el rumbo para cumplir la promesa de los 1,5°C”. "Todos los países deben incrementar la ambición. América Latina depende de su responsabilidad”, agrega.

En su opinión, algunas de las principales deudas de la región en cuanto a acción climática son: dependencia de los combustibles fósiles; escasez de iniciativas de electrificación del transporte, a excepción de Chile y Costa Rica; e incremento de tasas de deforestación en países como Brasil y Bolivia, debido a un uso del suelo que promueve los pastos ganaderos en lugar del manejo de los bosques.


Perú y la COP26

En la pasada Asamblea General de la ONU, el presidente Pedro Castillo anunció que su gestión declararía la emergencia climática nacional. Lo mismo dijo esta semana la presidenta del Consejo de Ministros, Mirtha Vásquez, al exponer ante el Congreso de la República la Política General de Gobierno. Sin embargo, el mandatario no asistirá a la COP26. Y todo indica que tampoco lo hará el ministro del Ambiente, Rubén Ramírez (debido al tema del voto de confianza al gabinete ministerial).

En representación de nuestro país asistirán funcionarios técnicos del Ministerio del Ambiente (Minam) y de otros portafolios. El financiamiento climático, las medidas nacionales de adaptación al cambio climático, los avances en relación con el Artículo 6 del Acuerdo de París sobre enfoques cooperativos y la ambición referida a marcos comunes temporales, son algunos de los temas en los que el Perú participará en la cumbre. Entre los aspectos presentes en las negociaciones, también se tendrá en cuenta el marco reforzado de transparencia y el balance mundial.

“En la COP26 se entregará la evaluación del Plan de Trabajo 2020-2021 de la Plataforma de Comunidades Locales y Pueblos Indígenas, y se empezará a trabajar en el siguiente Plan de Trabajo para los tres años que suceden. Esto es importante porque nos permite preservar y fortalecer los sistemas de conocimiento indígenas e integrar sus consideraciones en las políticas de cambio climático y de acción climática”, señala Rosa Morales, directora general de Cambio Climático y Desertificación del Minam.

Como se recuerda, en diciembre pasado, durante la gestión del presidente Francisco Sagasti, el Perú anunció el incremento de su ambición climática hacia el 2030. En términos de mitigación, esto significa pasar de un 30% a un 40% de reducción de emisiones de carbono para el 2030, este compromiso se reflejó en la posterior actualización de las contribuciones nacionalmente determinadas. En términos de adaptación, estaba relacionado con el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático 2021-2030, que se aprobó en junio pasado. Por último, se indicó que se actualizará la Estrategia Nacional ante el Cambio Climático al 2050, que definirá la transición progresiva del Perú hacia la carbono neutralidad, pero con un fuerte enfoque de justicia ambiental.


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