La unión hace la fuerza, dice el refrán. Y la mejor manera de defender los derechos de los trabajadores sería armar sindicatos. Sin embargo, en el Perú esta parece ser una tarea titánica que requiere de mucha resistencia. 

"En mi condición de trabajador, cuando tenía 7 años en Camposol, fundé el sindicato para defender los derechos porque estamos bajo un régimen agrario del que los empresarios han sacado provecho. Los trabajadores hemos dado nuestra juventud, nuestra vida, mientras las empresas agrandan sus ganancias", cuenta Walter Campos, expresidente de la Federación Nacional de Trabajadores de la Agroindustria (Fentagro).

Desde mediados del año pasado, Campos se viene reuniendo con otros dirigentes para preparar medidas de lucha en contra de las intenciones de los empresarios que quieren ampliar, por más años, este régimen laboral. Aprobado en el 2000, esta modalidad discrimina a los trabajadores del sector agrario: no reciben dos gratificaciones, ni los depósitos por Compensación por Tiempo de Servicio (CTS) y solo tienen 15 días de vacaciones al año.

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No solo deben soportar el duro trabajo en el campo, sino las denuncias que interponen en su contra cuando deciden protestar. Este es un factor que influye en la poca filiación sindical. 

"La reforma de Fujimori nos dejó leyes que no facilitan la filiación para nada. Otro elemento es el temor de los trabajadores de que los boten de la chamba por armar un sindicato y lo difícil que sería buscar otro empleo. Además, la poca cultura política y sindical hace que los jóvenes tengan miedo o rechacen a los sindicatos, creen que solo es para pelear o que todos son de izquierda", explica el sociólogo Omar Manky.

En otros sectores, sin embargo, se ha logrado vencer estos prejuicios sobre los sindicatos y plantear estrategias efectivas. En el caso de Topy Top, estudiado por Manky, se formaron alianzas con organizaciones internacionales para lograr mayor visibilidad y presión política. 

"La literatura de movimientos sociales dice que es muy difícil para la gente más desposeída movilizarse por sí misma y requiere de diferentes tipos de aliados que provean de recursos humanos, materiales, simbólicos, morales. En este caso, fue fundamental el apoyo de activistas internacionales que presionaron a la empresa y de militantes políticos que orientaron para decir 'así se hace una marcha', 'así se hace una huelga'", explica el sociólogo.

Esta lucha se hace considerando las dificultades que se tienen por ser un país con una cúpula sindical debilitada y por tratarse de sectores (el agrario y el textil) con trabajadores muy jóvenes y con poca tradición sindical.  

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Otro punto clave es apelar a los consumidores individuales, hacer que los clientes de la empresa conozcan la situación en la que se produce lo que ellos compran. 

"Si se exporta, tener el correo de las empresas que compran en el exterior, comunicarse con ellos, informarles sobre la situación, conocer a los dueños, saber a qué partidos políticos está relacionado o qué partidos están dispuestos llevar esta lucha de manera institucional, en qué momento del año es mejor hacer la huelga, calcular los efectos. Hay varias lecciones que están regadas y que hay que ir sistematizando para cada industria", señala Manky.

Un caso rescatable es el de la empresa agrícola Chapi en Ica. Interesada por la dura situación de los trabajadores del campo, la socióloga Ivonne Méndez estudió este sindicato y vio la influencia de factores externos.

"En un momento observé que la tasa de filiación había crecido bastante porque afiliaba a muchas mujeres, lo cual es bastante interesante. Descubrí que de alguna manera la empresa había permitido que el sindicato se mantenga porque tenía certificaciones internacionales en lo social y laboral, que era fiscalizada. Esta era la razón por la que las empresas decidían aceptar la existencia de una organización sindical. Chapi tenía tiempo, una tasa de filiación exitosa y mujeres representando no solo en el sindicato sino en la junta directiva, lo cual consideré un factor de éxito", afirma la investigadora.

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Si ser sindicalista es difícil en el Perú, ser mujer y ser parte de una organización sindical lo es más. El sociólogo Carlos Mejia ha estudiado el caso de las mujeres que laboran en un sector generalmente masculino, como la construcción civil. A pesar de eso, resalta, en los últimos 15 años, el número de mujeres que trabaja en sindicatos ha aumentado. Pero deben enfrentar varias dificultades.

"Enfrentan poca comprensión de la familia, la pareja no ve con buenos ojos que la mujer participe en el sindicato. Al mismo tiempo, las responsabilidades familiares que le son adscritas a ella le impiden que pueda dedicarse a una labor sindical, asistir a asambleas, movilizaciones. También es cierto que reciben a veces rechazo o indiferencia de parte de los propios compañeros sindicalistas, que no están acostumbrados a compartir esos espacios con mujeres trabajadoras".

Y lo que hacen las mujeres sindicalistas es sacarle la vuelta a esta situación. 

"Las mujeres pueden asumir conductas previsibles, esperables, domésticas para poder acceder a estos espacios, pero una vez que están dentro de estos espacios sindicales van a articular, a reunirse, organizarse, empoderarse y conseguir mayores derechos y establecer una relación más igualitaria y horizontal", afirma Mejía.

LaMula.pe entrevistó a los sociólogos Manky, Cavero, Méndez y Mejía a propósito del libro "Trabajo y sociedad: estudios sobre el mundo del trabajo en el Perú", publicado por el CISEPA y la Maestría en Sociología de la PUCP. En esta publicación, también encontramos los trabajos de los investigadores Sergio Saravia, Alejandra Cueto, Lucía Brizio y Alejandra Céspedes con los casos del sindicato de Ripley, los inspectores de la Sunafil y los niños trabajadores, respectivamente. 

Escriben también el antropólogo Federico Helfgott, con su tesis de doctorado sobre los convenios laborales en el sector minero; el sociólogo Roy Espinoza con su estudio sobre el trabajo juvenil en un fast food como Starbucks; el sociólogo y abogado Miguel Canessa con el tema de los regímenes laborales especiales y los tratados de libre comercio; y el educador Eloy Seclen sobre el régimen laboral establecido con la nueva Ley Universitaria.

Como cuenta su editor, este libro resulta relevante, considerando que desde hace más de una década, con los estudios del sociólogo Denis Sulmont, las ciencias sociales habían olvidado el tema del trabajo. "El esfuerzo del libro es actualizar el debate", afirma Manky.


[Foto de portada: EFE]


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