La vida al aire libre, sin aparatos tecnológicos y modernidades, en medio de la naturaleza es anhelada por muchos. En nuestro país existen familias que han decidido alejarse de las grandes -y caóticas- ciudades, para poder disfrutar de los sonidos de las diversas especies de aves, del viento cuando roza con los árboles, o de algún río de nuestra selva peruana.

La sostenibilidad en medio de la jungla se ha vuelto un estilo de vida afortunado para algunos. Cuatro historias de peruanos dispuestos a vivir al natural nos muestran que es posible encontrar el lugar perfecto y los medios de subsistencia y desarrollo.

Al lado del Santuario Nacional Cordillera de Colán, en la provincia de Bagua, en la región Amazonas hay un Área de Conservación Privada que es protegida por la Comunidad Campesina de Copallín, explica la bióloga y presidenta de la Asociación Peruana para la Conservación de la Naturaleza (Apeco), Mariella Leo a cargo de su cuidado. Allí vive Eufemio Ilatoma, él es uno de los líderes de la conservación en Copallín. Él llegó aquí a los 5 años y ha entregado su vida entera a ser parte de este ecosistema.


Hace treinta años la familia Rimarachín llegó al Bosque Berlín en las alturas de Bagua Grande, Amazonas y ha hecho de sus más de cien hectáreas un área que parece indestructible. Ricardo, el padre, despierta todos los días a las siete de la mañana, ordeña sus vacas, camina por su predio y se dedica a ver su huerto. Todo el día tiene algo para hacer. “No necesito más para vivir. Tengo mis animales, mi chacra, todos vivimos muy tranquilos, sin el ruido de los carros y contaminación”, dice con una sonrisa que parece pintada en su rostro.



Cada vez se está volviendo más común en Amazonas el respetar a la naturaleza como lo hacen hace más de 17 años, Lola Arce de Heredia y Pedro Heredia en el valle del Utcubamba. Ellos se mudaron en aquel entonces para, como ellos dicen, ser felices. El terreno donde viven madre e hijo fue heredado y nunca imaginaron ocuparlo. Aquí detectaron la deforestación de especies como la tara que, con el paso del tiempo, lograron ver nacer otra vez. Hoy, esta zona de la selva luce frondosa y verde. Pedro también ha desarrollado la apicultura gracias a la gran cantidad de especies de flora que crecen, existen y atraen a las abejas.


En lo alto de Chachapoyas, están las comunidades de San Isidro de Mayno y Levanto. Allí José Santos y los demás miembros de su comunidad han elegido la vida comunal y el pensamiento colectivo antes que el beneficio personal. Juntos cultivan, cuidan la flora y fauna silvestre amazónica y el agua que hay en el Área Peruana para la Conservación Tilacancha. La cascada de líquido puro y cristino es impresionante. Hay quebradas que rodean a esta zona. Lo natural aquí, vale como el oro.

En medio del cambio climático y los desastres naturales como consecuencia de éste, es una gran fortuna tener una selva como la nuestra a la que es nuestro deber proteger y respetar, como seres que habitamos en gran parte de ella.


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