Se sitúa junto a la pizarra, en el lugar de la profesora, se cubre la cabeza con la capucha y, aunque es evidente, advierte que ahora se va a convertir en un pata ante sus ojos. Pamela está interpretando a su novio de la adolescencia. En los pupitres, los alumnos se carcajean al reconocerse en ese baboso. Se quita la capucha y ahora es ella misma, la chica que fue a los 15 años, diciéndole a su novio Antonio que porqué no le habla, que por favor le diga lo que le pasa. Antonio no reacciona. La castiga con su silencio. En aquella época, ella pensaba que la pierna le temblaba por ansiedad pero ahora sabe que le temblaba de puro miedo. Suena el móvil y el encapuchado lo revienta con violencia contra el suelo. Y la llama puta. “Antes no había móviles. Lo normal hubiera sido que me reventara la cara”, dice y los chicos se ponen serios. Alguna vez Pamela estuvo sentada al otro lado de los pupitres, precisamente cuando era la novia de quien estuvo maltratándola durante seis largos años, desde los 12 a los 18 años. Ahora las adolescentes pueden verla, identificarse, y aprender que en las relaciones hay actitudes que dejan heridas mucho más duraderas que un golpe.

La española Pamela Palenciano, 31 años, nacida en Jaén, Andalucía, lleva más de una década recorriendo colegios, teatros y centros sociales, únicamente armada con su capucha y su monólogo “No solo duelen los golpes”, que la ha convertido en un fenómeno de pedagogía feminista dirigido, sobre todo, a adolescentes.

Ver completo el monólogo de Palenciano.

Lo suyo es una historia de fuerza y capacidad comunicativa sobre uno de los mayores secretos a voces de nuestras sociedades: El asesinato es sólo la punta del iceberg del maltrato en el seno de las relaciones de pareja. Un “círculo vicioso”, como ella lo llama, en el que el amor es solo la máscara de una realidad afectiva que Pamela deconstruye después de haberlo vivido en primera persona. Tras acabar con su relación de abuso y violencia, hace más de una década comenzó a desgranar a través del humor y la teatralización ese proceso que lleva del amor paradisíaco al mismísimo infierno en tiempo record. En sus intervenciones pone sobre la mesa las microviolencias de la cotidianidad, la educación en desigualdad o las relaciones asimétricas entre hombres y mujeres. Un relato bien apuntalado por un discurso feminista de empoderamiento en el que las mujeres maltratadas no son victimizadas, sino escuchadas.

En “No solo duelen los golpes” explicas tu propia experiencia con gran contundencia. Partiendo de esa idea, ¿Qué duele más que los golpes?
En la vida hemos creído que el dolor es solo un golpe físico, una mala palabra, un grito. Pero creo que en la vida hay más cosas que duelen. Hay silencios, indiferencia, cosas que se dan por hecho y que duelen más que un golpe. Sobre todo en una relación íntima, que es la que yo retrato en “No solo duelen los golpes”. Se trata de relaciones asimétricas, que son las que hemos ido construyendo entre hombres y mujeres de manera desde que somos pequeños. Eso hace que en una relación de pareja heterosexual tengamos este desencuentro, porque no apostamos de la misma forma en el amor. En la identidad de las mujeres el amor ha sido colocado en el centro. En los hombres, aun siendo algo que forma parte de su identidad, nunca llega a ser lo prioritario.

Tu monólogo ha tenido un gran impacto, porque acerca el maltrato de una forma comprensible y honesta. En el mismo dices que eras “una persona grande dentro de una autoestima pequeña” y muestras cómo la violencia es el resultado de una serie de violencias previas. ¿Dónde situarías el inicio de ese “círculo de la violencia”?
No hay una conciencia previa de que tenemos interiorizada una manera de amarnos desigual. La violencia empieza con el inicio de la relación, cuando todo es maravilloso, pero ya empiezan a aparecer algunas señales: “oye, que hagas esto no me gusta”; “me molesta cuando haces esto otro”; etc. Son sugerencias, no son imposiciones. La imposición arranca cuando tú ya has dejado de hacer muchas cosas, has cedido espacio, y entonces eso es aprovechado para imponer. La última fase del círculo es la pelea o la explosión, después de la cual hay arrepentimiento, intentos de perdón y una vuelta a la luna de miel, que dispara una vez más la atracción. Eso hace que sea un círculo. Después de la explosión siempre se vuelve al inicio.

¿Cuáles son para ti las microviolencias que debemos detectar cuanto antes?
Para mí las microviolencias, más conocidas como micromachismos, que fue el nombre que acuñó Luis Bonino, tienen que ver con la desigualdad en un medio de roles impuestos y unos estereotipos en la manera de ser hombre o mujer. Algo que se da también entre personas del mismo sexo. Las relaciones de poder se dan entre dos hombres o dos mujeres, con los niños, las niñas o con los animales. Y están establecidas porque nuestro sistema es patriarcal y capitalista. Desde ahí parten estas microviolencias, que yo llamo violencias cotidianas, algo que normalizamos y que no es normal. Es violencia. Es machismo diario.

¿En qué momento decides que debes contarlo todo?¿Cómo fue el camino de volver a empoderarte para poder transmitir tu mensaje feminista con esa fuerza?
Cuando voy a terapia y entiendo que lo que me pasa a mí no me pasa por ser Pamela, me pasa por ser mujer. Gracias a los feminismos encuentro una explicación estructural a la relación que yo viví con mi primer novio y fue la propia teraputa la que me dijo que por qué no canalizaba mi experiencia a través del arte. Empecé con la fotografía, luego dicté un taller, y luego ya el monólogo, con el que llevo 12 años. En la rabia encontré la fuerza para volver a empoderarme y transmitir un mensaje feminista. La rabia es una energía muy potente que se nos niega a los seres humanos, especialmente, a las mujeres. Socialmente no está bien visto ver a una mujer enfadada; cuando se enfada una mujer es tachada de histérica.Y la histeria tiene que ver con perder los nervios, perder el centro. Algo que es mucho más común ver en un hombre, porque a ellos sí se les ha permitido. De hecho se ha normalizado que gritar o golpear es algo que forma parte de su identidad en tanto hombres.

Si bien sabemos que no se trata de un problema actual sino histórico, actualmente las mujeres en Latinoamérica están levantando la voz. Y ya con los datos en la mano de los feminicidios anuales, que en Perú se aproximan casi a las 100 mujeres al año asesinadas por sus parejas, ¿Cómo interpretas esa oleada de denuncia reciente?
Creo que tiene que ver con el empoderamiento actual, las mujeres tienen mucha información y no están dispuestas a aguantar más. Yo creo que en Europa se ha hecho mucho hincapié en esto, pero también en Latinoamérica. Todavía impera una mirada colonizadora, que trata de imponer ciertas cosas. Sin embargo, yo creo en las mujeres latinas, creo que tienen mucha fuerza y que no necesitan que ninguna mujer blanca y europea venga a decirles lo que tienen qué hacer. El contagio se da porque la globalización ha permitido que la información circule con mucha más fluidez.

Cuando escuchamos tu experiencia a través del monólogo humorístico, nos damos cuenta de que además de lo vivido, traes un montón de información y vivencias que compartimos todas las mujeres. ¿Por qué desde el humor? ¿Dirías que necesitamos reírnos más de estos temas o se trata más bien de tu propia catarsis personal?
Esta herramienta a veces es muy cuestionada cuando se usa en temas serios. Forma parte de una catarsis propia que surge de ver cómo la gente me cuestionaba cuando yo hablaba de mí. Y en el fondo es una forma de que la gente reflexione sobre aquello de lo que se está riendo. El humor bien encauzado es un elemento muy potente, como la rabia, y bien dirigido puede hacer cosas muy importantes. Hacer pensar: ¿De qué me estoy riendo? Hemos acabado naturalizando tanto las cosas que nos acabamos riendo de lo que es natural, aunque se trate de algo dramático.

En los talleres que realizas con adolescentes, ¿también trabajas desde ese lugar? ¿Sirve con ellas la risa o hay que usar otro tipo de pedagogía, quizá más concientizadora?
También utilizo el humor, es una herramienta pedagógica muy potente. No están acostumbrados a escuchar todo esto desde el humor, a decir ¿de qué me estoy riendo? Desde una posición adultocéntrica a veces creemos que las criaturas necesitan que tengamos mucho cuidado al hablar ciertos temas, pero creo que es contraproducente esta sobreprotección. Confío mucho en su sabiduría.

También afirmas que las nuevas generaciones parecen tener los mismos patrones patriarcales con los que nos hemos enfrentado las más veteranas. ¿Crees aún así que hay esperanza?¿Son las redes sociales una herramienta realmente útil o reproducen los mismos problemas que encontramos en la sociedad?
Encuentro mucha esperanza en la gente que viene. No creo que se repitan los mismos patrones. Aunque el fondo pueda ser el mismo, creo que la estructura sí cambia y confío mucho en las nuevas generaciones. Las redes sociales son, como todo, mal empleadas pueden ser terribles. Estamos intentando dar la conciencia a las criaturas para que sepan lo que tienen entre manos.

Más sobre Pamela Palenciano:

https://nosoloduelenlosgolpes.wordpress.com/

@Nosolopam

https://www.facebook.com/nosoloduelenlosgolpes/

Lee también:

Elena Tejada: “En el Perú me agredían los propios artistas, uno solía golpearme cada vez que me veía”

Angélica Liddell: “No me siento preparada, me siento aterrorizada”

Álvaro Lasso, poeta y editor : "La poesía y la política están unidas por los mismos personajes hambrientos de gloria y posteridad”

“Para mantener la supremacía blanca se requiere mucho trabajo y Europa lo está haciendo”