Cuenta regresiva. Este domingo se celebra el plebiscito en Colombia, en el que sus ciudadanos tendrán que votar a favor o en contra de los acuerdos que el Gobierno de Juan Manuel Santos negoció por cuatro años con las FARC.
La posibilidad de enterrar un conflicto armado de 52 años es una oportunidad histórica para Colombia, en donde la mayoría de personas, de una u otra manera ha padecido la violencia. Colombia ha estado en guerra con grupos guerrilleros de tendencia marxista durante más de cinco décadas, lo que marcó negativamente buena parte de su historia reciente.
El lunes pasado, el grupo guerrillero más grande del país, las FARC, suscribió en Cartagena, finalmente, el acuerdo definitivo de paz en el que se comprometen a deponer las armas e incorporarse al sistema político y a la legalidad. Y sus jefes máximos se han comprometido a cumplirlo a cabalidad y han pedido perdón por lo crímenes atroces que cometieron y el dolor causado durante todo este tiempo.
Pero serán los colombianos los que tendrán la última palabra este domingo. Pese a que la ley no lo obligaba, el presidente Santos dijo que por la trascedencia del tema, optó por que sean sus compatriotas, con su voto, quienes decidan si apoyan o no lo pactado. Refrendación o rechazo. No hay otra opción.
Esto ha polarizado aún más a los colombianos, lo que se agrava por una campaña de exageraciones y mentiras que han emprendido los promotores del 'No', o los de 'Sí a la continuación de la guerra que ya ha dejado más de 7 millones de víctimas, liderados por el senador y expresidente Álvaro Uribe.
¿Cuáles son los argumentos del Sí y del No?
La campaña del Sí, encabezada por el gobierno de Santos y al que se han sumado las víctimas del conflicto, gran parte de los jóvenes y estudiantes del país, y una serie de personalidades locales e internacionales, basa su estrategia en que este los colombianos están frente a una oportunidad histórica para que la violencia cese la violencia y construir un país en paz.
"Una oportunidad que jamás habíamos visto, pero tenemos que unirnos porque la polarización paraliza, lo estamos viendo alrededor del mundo, la sociedades paralizadas dejan de progresar, por eso el domingo cuando la democracia se pronuncie y tome una decisión, debemos todos acatarla y seguir trabajando por el progreso de la nación", dijo esta semana el mandatario en Soacha.
Colombia puede alcanzar todo su potencial tras sufrir décadas de caos y guerra, en las que se arraigó la desigualdad y una institucionalidad débil. De hecho, el acuerdo de paz incluye reformas estructurales de fondo e inversiones sociales que podrían transformar al país en una sociedad más próspera y equitativa, en la que se empiece a cerrar esa brecha social entre la ciudad y el campo, empobrecido y abandonado, lo que motivo en buena parte el conflicto.
La última encuesta difundida en Colombia esta semana revela que el 62% de los colombianos votará por el Sí en el plebiscito. Las regiones que más apoyan esta opción son la del Caribe con 73%, el Pacífico (69%), Bogotá (62%); Oriente (59%); Centro (58%) y Eje Cafetero (49%). Para refrendar la paz, el Sí debe lograr al menos el 13% del censo electoral (4.396.626 votos).
La estrategia del miedo y la falacia
La campaña del No basa su estrategia en el miedo, atizado por medias verdades. Uribe y su gente sostienen que apoyar Sí en el plebiscito es "entregar el país a las FARC" y convertir Colombia al modelo "castrochavista" de Venezuela.
Pero este argumento de los promotores del No tiene mucho de falaz. Primero porque olvida que la enorme mayoría de los colombianos detestan a las FARC, o sea, nunca les darían su voto. Por ello, parte del acuerdo les garantiza 10 curules en el Congreso en los comicios del 2018 en caso no logren los votos necesarios, para que puedan iniciar su inserción en la vida política.
Segundo, porque las FARC renuncian a una guerra que iniciaron sin conquistar su objetivo histórico: imponer el comunismo en Colombia. Y por analogía, el sistema capitalista colombiano queda intacto. "La aritmética no funciona. Se trata, en el mejor de los casos, de un burdo engaño, a lo Donald Trump; en el peor, de una grosera falta de respeto a la inteligencia de los votantes", escribió esta semana el periodista y escritor inglés John Carlin, en su columna de El País.
El otro argumento del No es que consideran inadmisible que los jefes de las FARC no paguen con cárcel los crímenes atroces que cometió la guerrilla. Es decir, que no se les trata como criminales comunes. El acuerdo de paz establece que los subversivos que confiesen sus delitos, se someterá a una justicia especial que incluye una especie de exilio en zonas veredales especiales bajo custodia del Ejército. Por otro lado, podrán participar en elecciones al Congreso nacional.
Pero lo que Uribe -que cuando fue presidente buscó negociar con las FARC- no les dice a los colombianos es que sin estas condiciones, jamás se habría podido suscribir el acuerdo que se firmó el lunes y la guerra continuaría. Es el precio de la paz, un objetivo supremo para que las nuevas generaciones de Colombia empiecen a relegar la guerra a los libros de historia, que en su momento tuvieron que pagar países como Irlanda y Sudáfrica en procesos similares.
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