Desde el nefasto día en que Game of Thrones decapitó a Ned Stark en el episodio 9 de la primera temporada, los fanáticos de la serie sabemos que la serie de HBO guarda lo mejor de cada año para el penúltimo capítulo. La sexta temporada no ha sido la excepción: no cabe duda de que el peso del presupuesto de este año ha caído en ‘Battle of the Bastards’, dando vida a los efectos computarizados tanto de los dragones de Daenerys vistos por primera vez en pie de batalla como en crear los cerros de cuerpos entre vivos y muertos del enfrentamiento entre los Stark y los Bolton. Sin embargo, a diferencia de otros episodios 9 de Game of Thrones, esta vez el resultado final fue inmensamente satisfactorio para el público, ofreciendo no solo la ansiada muerte de Ramsay Bolton (de una manera tan justa como sangrienta) sino también una alianza de fuerte connotación feminista entre Daenerys Targaryen y Yara Greyjoy. 

‘Battle of the Bastards’ ha dado algunas razones para volver a confiar en el juicio de Dany, a veces demasiado cercana a convertirse en una versión femenina de su padre, el Rey Loco. Gracias a la prudencia de Tyrion, en quien la Madre de los Dragones confía a pesar del dudoso manejo que ha tenido de Meereen en su ausencia, Daenerys cambia de opinión acerca de asesinar a todos los Amos y quemar todas sus ciudades, llegando a una decisión a medio camino entre la diplomacia y la violencia: en primer lugar, demostrar de una vez por todas el inconmensurable poder de sus tres dragones; en segundo, apelar a la posible libertad de los soldados de los Amos para hacerlos dejar las armas; en tercero, tener piedad solo a medias para los arrogantes hombres que la atacan y menosprecian.

Después del espectacular despliegue de poder de Daenerys, montada sobre Drogon, llega una doble victoria para Meereen: por un lado, la ciudad se ha salvado una vez más del esclavismo; por otro, Dany por fin tiene barcos, casi suficientes para llegar a Westeros con su nuevo ejército conformado por Dothrakis, Inmaculados y el mejor y más inteligente de los Lannister. Ese ‘casi’ es inmediatamente remediado por la llegada de los hermanos Greyjoy, en quienes Tyrion no confía en absoluto, pero que parecen dispuestos a llegar a un acuerdo razonable con la única condición de recuperar las Islas de Hierro cuando todo termine. La negociación entre Dany y Yara ha sido uno de los momentos cumbre de la temporada, no solo por la seducción que ejercen una sobre la otra, sino por los múltiples niveles en los que opera el apretón de manos que sella su acuerdo.

Ese apretón de manos no solo representa la alianza entre las herederas de las familias Targaryen y Greyjoy, tradicionalmente enemigas, sino que abre la posibilidad de ejercer cambios más profundos en Westeros una vez que termine la aventura de Daenerys. La clave está en dos momentos del diálogo que lleva a cerrar el trato: en primer lugar, Tyrion cuestiona la posibilidad de devolverles su independencia a las Islas de Hierro, preguntando qué pasaría si los demás reinos que conforman Westeros piden lo mismo. Daenerys dice que los demás son libres de preguntar como lo ha hecho Yara. ¿Podría resultar del retorno de Daenerys a Westeros un continente de países independientes unidos por la diplomacia en vez de la fuerza bruta y el miedo?

En segundo lugar, Daenerys afirma con vehemencia que su padre, el de Tyrion y el de Yara y Theon fueron hombres malvados que dejaron el mundo peor de lo que lo encontraron, pero ahora ella y sus aliados tienen la posibilidad de hacer lo contrario. Todo esto hace pensar por primera vez que, si Daenerys es exitosa, ese éxito podría no significar que ella se siente en el Trono de Hierro como lo hicieron sus ancestros y después los Baratheon/Lannister, sino un orden completamente nuevo. Después de todo, una crisis tan profunda como la que empezó en Westeros cuando conocimos su mundo por primera vez no parece poder arreglarse con un sencillo retorno al antiguo orden.

Hablando del antiguo orden, este parece haber retornado, hasta cierto punto, a Winterefell, el otro centro de acción de ‘Battle of the Bastards’: después de meses de ocupación de los Bolton, los Stark han vuelto a su hogar, pero prácticamente sin ejército y sin un heredero hombre que tenga derecho legítimo sobre el norte. Su única esperanza es seguir contando con la ayuda de Littlefinger, que llegó a última hora para salvar a Jon Snow y compañía de una muerte segura, pero es bien sabido que negociar con Petyr Baelish es casi tan peligroso como hacerlo con Ramsay Bolton, y lo último que necesita Sansa Stark es un tercer matrimonio. La tensión entre Sansa y Jon, además, ha crecido considerablemente: probablemente Sansa sabía que Jon sería demasiado terco para aceptar la ayuda que ella ya le había pedido a Baelish, pero su falta de comunicación hizo que mueran miles de sus hombres sin sentido. Además, Jon procede a ignorar todas las advertencias de su hermana en la batalla, mordiendo la carnada de Ramsay para intentar salvar a Rickon.

Aunque todo el proceso de la batalla de los bastardos fue más previsible de lo que Game of Thrones acostumbra, este episodio va a quedar entre los más dramáticos (y sangrientos) de una serie dramática (y sangrienta). El momento en que Jon espera a morir ante la carga del ejército Bolton, el frenesí de una batalla en la que el barro parece hecho de sangre, los cerros de cadáveres, el cerco implacable que lleva a Jon cerca de la asfixia… Quizá era previsible que Baelish y su ejército llegarían en el último momento para terminar con la infantería de Bolton, pero ‘Battle of the Bastards’ ha traído a Game of Thrones un estilo digno de las terroríficas escenas iniciales de Saving Private Ryan, mostrando por primera vez unas consecuencias realistas de eso que Tyrion, en uno de sus momentos inspirados, llama ‘abstracto’: la muerte de los otros.

Hay quienes reclamarán que Game of Thrones se ha caracterizado, hasta ahora, por hacer exactamente lo contrario de lo que esperaban (o querían) los televidentes: matar a Ned, matar a Oberyn, matar a Robb y Cate Stark… en suma, matar a todos los personajes favoritos. Ahora, en cambio, los creadores Benioff y Weiss, ya liberados del mandato de los libros de Martin, entregan una serie de victorias poco comunes en el mundo de Westeros. Por primera vez en la historia del programa las probabilidades parecen estar a favor de ‘los buenos’ pero, antes de considerar esto un defecto y criticar a HBO por convertir Game of Thrones en mainstream o algo por el estilo, tratemos de no ser tan snobs y considerar lo que estas victorias significan para el panorama general.

Por un lado, habría que preguntarse qué sentido tendría hacer que los Stark pierdan ante Ramsay Bolton, dándole al villano más grande de la televisión la oportunidad de… ¿morir a manos de los White Walkers? Lo cierto es que la línea narrativa del norte de Westeros estaba estancada bajo el mandato de Ramsay, que jamás podría reaccionar a tiempo ni tener los conocimientos necesarios para derrotar a los muertos vivientes. Con solo dos temporadas restantes en la serie, Benioff y Weiss están siendo más expeditivos que nunca, sacando a sus personajes de los laberintos narrativos en los que han estado hasta ahora y posicionando, al fin, las piezas del juego con dirección a la ‘verdadera’ guerra, que es contra el Rey de la Noche. Así, han conseguido reunir a Jon, Sansa, Littlefinger, Melisandre, Davos, Tormund (RIP Wun-Wun), probablemente Brienne, Sandor y la Hermandad sin Banderas e incluso Arya Stark.

En vez de mirar al sur, donde Tommen Baratheon está demasiado ocupado haciendo ejecutar a su madre como para intentar recuperar el norte, todos los jugadores reunidos en Winterfell tienen tiempo de mirar hacia el Muro, la crisis de la Guardia de la Noche y la necesidad de conseguir acero valyrio o vidriagón para matar White Walkers. Además, conociendo Game of Thrones, la mención que hizo Tyrion (por primera vez en cinco temporadas) del fuego valyrio que el padre de Daenerys escondió debajo de King’s Landing probablemente sea un indicador de que Cersei, antes que ser ejecutada por la Fe Militante, preferirá quemar la capital de Westeros entera.

Considerando que Daenerys ha abierto la posibilidad de crear un orden completamente distinto al instaurado por sus ancestros, que tomaron Westeros por la fuerza e inventaron King’s Landing como capital de los Siete Reinos que solían ser independientes, tendría sentido que el antiguo orden se vea irremediablemente destruido. Esto daría pie a que Dany y sus amigos pasen a jugar un rol en la guerra del norte, dejando de lado las nimiedades de la política y permitiéndole a la serie deshacerse por fin de la línea narrativa de Cersei Lannister, a estas alturas francamente insufrible (y repetitiva). Por supuesto, esto es pura especulación, y es posible que las cosas se resuelvan de otra manera en la capital.

Lo cierto es que, en Winterfell, los Stark han ganado una batalla, pero han quedado a merced del ejército de Petyr Baelish, con quien Sansa deberá tratar de razonar. Si la frialdad de Sansa, que acaba de convertir a su esposo Ramsay en alimento para sus propios perros, permanece, sabrá lidiar con Littlefinger. Por ahora, es suficiente con la demostración de una fuerza quizá incluso peligrosa de parte de una chica que, en su momento, fue una niña engreída insoportable pero ahora se ha convertido en la persona mejor calificada para gobernar el norte de Westeros. Como ella misma le dijo a Jon, en el mundo de Game of Thrones nadie puede proteger a nadie, pero Sansa ha aprendido a protegerse a sí misma.


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