Hemos esperado tres años para que esto suceda: por primera vez desde el penúltimo episodio de la tercera temporada, dos Stark consiguen estar en la misma habitación. El abrazo entre Sansa y Jon, reunidos en Castle Black por primera vez desde el día que ambos dejaron Winterfell, al principio de la serie, fue un extraño momento de alivio emocional para los fans y para dos personajes a quienes hemos visto enfrentar un sufrimiento tras otro durante años. Su reencuentro, además, dio pie para el segundo momento en más de cinco temporadas en que Sansa no fue ni una víctima ni una niña engreída (el primero fue cuando hizo su juramento con Brienne, hace un par de semanas): mientras Jon se lamenta por todas sus batallas perdidas, Sansa está decidida a retomar lo que es suyo y a marchar a Winterfell para enfrentar a Ramsay Bolton, con o sin la ayuda de Jon. 

Con esta escena del reencuentro y la reconciliación de los hermanos, sumada a su siguiente aparición con la lectura de las amenazas de Ramsay y la decisión final de reunir el poder del norte para tomar Winterfell, ya teníamos suficiente para un gran episodio de Game of Thrones en el que se pone en movimiento la trama. Sin embargo, las escenas de Castle Black se complementaron con otros reencuentros con mucho potencial narrativo: Margaery y Loras Tyrell, encerrados en el sótano del Gorrión Supremo, son reunidos en una celda para mostrarle a Margaery hasta qué punto los fanáticos han conseguido quebrar a su hermano -y cómo ella es la mayor esperanza que le queda a su familia-. También Yara Greyjoy tuvo que admitir la debilidad final de su hermano Theon, quien a su vez se ha dado cuenta de que Yara es una mejor líder que él. El retorno de Theon a las Islas de Hierro y su oferta para aconsejar a Yara en su reinado podría ser el inicio de una alianza fructífera entre los hermanos.

Por otro lado, en este episodio volvimos a ver a Petyr Baelish, desaparecido desde que abandonó a Sansa con el psicópata de Ramsay, esta vez manipulando al joven Robin Arryn para enviar a su ejército para luchar contra los Bolton en Winterfell -con la excusa de salvar a Sansa de las garras de Ramsay-. Se alínean, pues, los ejércitos de salvajes de Jon Snow y los de caballeros de Lord Arryn contra los sanguinario de Ramsay Bolton y, probablemente, los Hijos de Hierro de los hermanos Greyjoy.

Más al sur, en King’s Landing, los mellizos Lannister vuelven a tomar el control al proponerles una alianza a sus enemigos Kevan Lannister y Olenna Tyrell: si los Tyrell traen a su ejército a la capital y asesinan al Gorrión Supremo, podrán liberar a la reina Margaery antes de que haga su caminata de expiación, idea que le gusta bastante a su abuela, Olenna. La verdad es que el plan podría funcionar, por lo menos en lo que concierne a los intereses de Cersei y Jaime: bajo el ataque del ejército Tyrell, el Gorrión Supremo y compañía probablemente ejecuten a los hermanos Tyrell antes de rendirse, de forma que los Lannister se libran tanto de los fanáticos como de la reina que se interpone entre Cersei y su hijo Tommen. Por otro lado, lo más probable es que una invasión de King’s Landing se les salga de las manos a los hermanos Lannister, que en general no han demostrado habilidades políticas demasiado brillantes.

El Lannister que sí es políticamente brillante, Tyrion, está del otro lado del mundo tomando decisiones cuya brillantez solo se demostrará con el tiempo: una alianza con los esclavistas que han estado financiando la revolución en Meereen podría ser una buena idea bajo sus estándares occidentales, por los que Tyrion cree que el dinero es el único interés que podrían estar persiguiendo los Amos, pero quizá en el continente de Essos los juegos de poder no funcionen igual que en Westeros. Esta es la advertencia de Missandei, que se opone con firmeza al plan de Tyrion apelando a las costumbres irracionales e inconsecuentes de los esclavistas. Por ahora, sin embargo, Tyrion tiene la última palabra, y el resultado de su plan solo se verá si pasan siete años (sí, claro) o si Daenerys decide aprender a controlar a sus dragones y mandarlos a incendiar las casas de todos sus enemigos (evidentemente, la opción más probable).

Hablando de quemar vivos a sus enemigos, Daenerys, Hija de la Tormenta, Reina de los Andals, Madre de los Dragones, La que no se Quema, etcétera, vuelve a hacer una salida triunfal en una situación en apariencia desesperada. Con la llegada de sus secuaces enamorados, Jorah y Daario, entusiasmados con la idea de salvar a su princesa secuestrada, Dany tiene la posibilidad de llevar a cabo un plan maestro, sacando un as de la manga: en vez de tratar de huir de la sociedad patriarcal y las amenazas de violación que tiene que soportar hace semanas, La que no se Quema decide quemar a todos los jefes del Khalasar dentro de su templo para convertirse de una vez por todas en la única Khaleesi y líder de los dothraki. De paso, en vez de mostrarse desnuda como signo de su entrega sexual o derrota ante el Khalasar, Game of Thrones hace gala por primera vez en mucho tiempo de saber cuándo tiene sentido usar su privilegio de mostrar tetas: Daenerys, sin necesidad de armaduras o soldados, es sin lugar a dudas la intocable de intocables, dejando al más patriarcal de los pueblos de la saga sin otra opción que arrodillarse ante una mujer desnuda.

Esta es la segunda vez que vemos a Daenerys resurgir entre las llamas, y esta parece ser suficiente para reclamar la lealtad de todo el pueblo de los caballos, que antes le dio la espalda. Ahora, con el título de Khaleesi de nuevo entre sus honores y la bandera de la lucha contra el patriarcado flameando sobre ella, Daenerys puede regresar a la Bahía de los Esclavistas para derogar por la fuerza el acuerdo forjado por Tyrion. Además, todo esto parece acercarla más que nunca a la posibilidad de dirigirse hacia Westeros para empezar su verdadera lucha y reclamar el Trono de Hierro mientras los Lannister se pelean contra los fanáticos y las chicas Sand que (suponemos) están reuniendo un ejército en Dorne.

Aunque algunos se quejen de que, desde que la serie de David Benioff y D.B. Weiss dejó atrás la narrativa de los libros de George R.R. Martin, las coincidencias han tenido un tono artificial, a decir verdad parece mejor desde un punto de vista narrativo (y desde un punto de vista sentimental) que Sansa llegue a Castle Black justo antes de la partida de Jon Snow, en vez de llegar justo después. Lo mismo sucede con el reencuentro entre Daenerys y el equipo Jorah/Daario: si no hubiesen llegado justo la noche antes del ‘consejo’ de los Khals, habríamos tenido que ver una temporada completa de Dany siendo violada/maltratada/encerrada o una progresión lentísima hacia su libertad. Es esta nueva agilidad la que le está dando a Game of Thrones un paso que no ha tenido antes, indicando también hacia el fin de la serie, anunciado para la octava temporada.

Aunque no cabe duda de que todas estas buenas noticias se verán pronto empañadas por las guerras que se cocinan en King’s Landing y, sobre todo, en Winterfell (y ni hablar de la que se viene con los White Walkers, hasta ahora grandes ausentes de la temporada), por ahora es bueno saber que en el mundo de Game of Thrones también hay buenas coincidencias, que Jon vuelve a tener algo por qué luchar y que las mujeres de Westeros y Essos no piensan volver a aceptar ser las víctimas de nadie.


Notas relacionadas en lamula.pe:

#GameOfThrones: La Mujer Roja inaugura la nueva temporada

#GameOfThrones: Teorías sobre Melisandre

#GameOfThrones: ¿Quién es realmente Jon Snow?

#GameOfThrones: Un episodio dadivoso

#GameOfThrones: Expectativas y primeras imágenes del próximo episodio