En el universo de Game of Thrones, hay que cuidarse del tipo de satisfacciones que dio el episodio más reciente de la sexta temporada: no solo se confirma el secreto a voces de que uno de los personajes favoritos de la saga, sino que además mueren un par de los peores padres de Westeros, Tyrion (Peter Dinklage) tiene un momento emocional de esos que tan bien sabe entregar y hasta a Arya le va un poco mejor que de costumbre. Aunque el episodio ha vuelto a poner en claro por qué Game of Thrones tiene tantísimos seguidores, está claro que no hay que apurarse a saltar en un pie y creer que de pronto los buenos tienen probabilidades de ganar en Westeros: a los fans nos gusta pensar lo contrario, pero la serie no habría durado seis años si no nos encantase que mueran todos nuestros favoritos. 

Pasando a cosas más concretas, Game of Thrones terminan de sentar las bases para una sexta temporada en la que el frente principal será la lucha por el norte: Ramsay finalmente se animó a matar a su padre en Winterfell, convirtiéndose en el nuevo Lord Bolton tras darle de comer a los perros a su recién nacido hermano. Aunque la nueva posición de poder de Ramsay parece algo apurada, su ímpetu y determinación para encontrar a Sansa y enfrentarse con la Guardia de la Noche podrían llevar a su propia muerte (probablemente en manos de sus súbditos: Ramsay es el peor líder de Westeros después de Jeoffrey). Sansa, por su parte, recibe un poco de buenas noticias y sabe que Arya está viva, y debe despedirse de un Theon decidido a llegar a Pyke, lo que en el fondo parece una pésima idea.

¿Qué encontraría Theon si logra -cosa poco probable- llegar a la casa de su familia en Pyke? Ahora que el insoportable Balon Greyjoy ha muerto a manos de un hermano sin nombre (quizá una tardía acción del Señor de la Luz cumpliendo la maldición de Melisandre que en los libros mataba al patrón Greyjoy), la línea de sucesión de las Islas de Hierro es incierta, y quizá un líder más sabio -como Yara Greyjoy- sería capaz de cumplir el antiguo anhelo de conquistar Winterfell. En todo caso, tomando en cuenta todas las piezas en juego, la figura sería un Winterfell desprotegido mientras Ramsay se dirige al norte para encontrar a Sansa y enfrentarse con Jon Snow; los Greyjoy llegando una vez más a Winterfell para encontrar que no hay nadie ahí; y Sansa llegando a Castle Black solo para huir otra vez de Ramsay.

Sea como fuere, está claro que (casi) todas las líneas narrativas interesantes de esta temporada están en el norte: incluso Bran Stark, a quien vimos anoche por primera vez desde la cuarta temporada, está más allá del muro. El personaje de Bran, por cierto, ha asumido la ya necesaria función de darle un poco de color al pasado de los Stark, mostrando por primera vez a un Ned Stark joven con sus hermanos, Benjen y Lyanna. Lyanna ha sido hasta ahora un personaje escurridizo, cuya importancia ha sido clara desde el principio aunque no se sepa exactamente por qué. Todo parece indicar que, durante el próximo par de capítulos, las visitas de Bran al pasado de su familia revelarán la veracidad de una de las teorías de fans más populares de Game of Thrones: que Lyanna, con el hermano de Daenerys Rhaegar Targaryen, es la verdadera madre de Jon Snow.

La inocencia pasada de los hermanos Stark tuvo su paralelo en la que tiene que ser una de las mejores escenas de la serie hasta ahora: Tyrion Lannister, al fin, decide ser útil en Meereen y poner en libertad a los dragones. Para hacerlo, por supuesto, tiene que entrar al calabozo donde Daenerys los ha tenido encerrados, y apostar por su propio carisma para evitar ser comido. Con este fin, Tyrion les cuenta a los dragones una tierna historia de infancia, demostrando una vez más por qué uno de los jugadores más pequeños de Westeros es también uno de los más poderosos: ninguno de los personajes gigantescos de Game of Thrones (Brienne, Hodor, la Montaña…) habría sido capaz de un momento tan empoderado y sin embargo tan dulce -especialmente actuando delante de una pantalla verde-.

El resto de los Lannister, mientras tanto, sigue preparándose para continuar su propio legado, e incluso el pusilánime Tommen ha decidido pedirle a su madre, Cersei, que lo ayude a ser un mejor Lannister, es decir, a preparar una guerra de dos frentes contra Dorne y contra los fanáticos religiosos de King’s Landing. Aunque las líneas narrativas de los enemigos actuales de los Lannister han sido las peor construidas de la historia de Westeros, una nueva unión entre los gemelos incestuosos y su único hijo restante tiene buen potencial.

Hablando de potencial… JON SNOW. Aunque nadie puede haberse sorprendido con su resurrección, los creadores de la serie David Benioff y D.B. Weiss han conseguido convertirla en una oportunidad para humanizar a Melisandre como personaje y para darle su merecida importancia a Ser Davos, sin el que todos estaríamos perdidos: después de animar a Melisandre para que por lo menos haga el intento de revivir a Jon, la Sacerdotisa Roja ofrece la ceremonia menos creyente de su vida, y la dura y distante Melisandre se quiebra ante su propia impotencia antes de abandonar su misión con los ojos llorosos. La conclusión de esa escena (y del capítulo), en la que Jon toma aliento con cara de susto, aunque fue predecible, debe haber bastado para hacer felices a sus seguidores y para que valga la pena un año entero de pseudo-mentiras de parte de Benioff, Weiss y compañía.

Quien recuerde la primera vez que Game of Thrones trajo a alguien de regreso del otro mundo, en la tercera temporada, sabrá que Thoros de Myr también perdió toda fe en el Señor de la Luz cuando murió (por primera vez) su amigo y líder, Beric Dondarrion. Tal como Melisandre, su ruego al Dios del Fuego no tenía ninguna esperanza de éxito, y sin embargo el alma de Beric volvió. También recordarán quienes siguen la serie desde entonces que Beric mismo contaba cómo, cada vez que volvía, sentía que le faltaba un pedazo más del alma. ¿Cómo volverá el alma de Jon Snow después de un par de días muerto? Lo que más debemos temer después de un episodio tan dadivoso es que Game of Thrones nos quite los regalos convirtiendo a Jon Snow en una especie de muerto viviente, como la Montaña o Lady Stoneheart, en los libros.

Para quienes creemos en la teoría según la que la ascendencia de Jon es mucho más noble de lo que parece, está claro que el ex-Lord Comandante de la Guardia de la Noche tiene un papel mucho más grande que cumplir en la lucha de poderes de Westeros, tanto entre los vivos como entre los vivos y los muertos. Queda, sin embargo, sin responderse realmente por qué Davos está tan convencido de la importancia de Snow, ya que apenas si lo conoce y saber que es un buen líder político no parece suficiente para insistir tanto en traer a alguien de regreso. 

Este tipo de inconsistencias parecen ser producto del fin de los libros de George R. R. Martin, y quizá tengamos que acostumbrarnos a dar muchas más cosas por sentadas ahora que la serie se separa definitivamente de los libros. De todas maneras, la situación actual de Westeros se presta para una temporada intensa (y divertida), y si Benioff y Weiss piden que aceptemos algunas de sus nuevas premisas para hacer avanzar la historia, que así sea: valdrá la pena si eso significa que nos entregarán más episodios como este.


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