Ayer por la mañana, dos asaltantes armados con fusiles Kalashnikov irrumpieron en las oficinas editoriales de Charlie Hebdo, una revista satírica francesa, y asesinaron a 12 personas, muchos de ellos escritores, editores y caricaturistas. Un evidente ataque a la libertad de expresión. Se trató, probablemente, de una venganza por una caricatura del profeta Mahoma que la revista publicó en el 2011, o por las muchas que ha publicado satirizando el fundamentalismo musulmán (junto con otros, incluyendo el católico).
Ante este lamentable hecho es facíl perder la perspectiva y la claridad con respecto de cuáles son los objetivos reales de los que perpetraron el atentado, así como del lugar que ocupaba el semanario dentro de la vida ciudadana francesa.
Sobre lo primero, es terrible pero casi inevitable afirmar que los atacantes cumplieron su objetivo. Las organizaciones extremistas musulmanas, tienen en Europa el objetivo de acentuar las contradicciones entre las poblaciones de migrantes musulmanes y su contraparte en la sociedad de estos países. La creciente islamofobia del viejo continente no encuentra vías hacia una solución concertada y por el contrario se decanta hacia un extremo radicalmente confrontativo o una aséptica convivencia. Hoy mismo, las represalias en distintos puntos de Francia al atentado de ayer; han demostrado que los europeos pendulan, sin más, entre el miedo y el odio.
Por otra parte es peligroso sacralizar una publicación que se dedicó abiertamente a promover la idea de que nada ni nadie son sagrados. Como precisa Arthur Goldhammer en su artículo de Al Jazeera America:
“Charlie Hebdo estaba en el negocio de ofender, y se esforzó por ofender a todo el mundo - a la derecha y a la izquierda, a protestantes y católicos, a musulmanes y judios, hombres y mujeres, occidentales y no occidentales. Era, si se me permite la expresión, un ofensor de igualdad de oportunidades, y se deleitaba en su libertad para vejar, irritar y desarreglar.”
La naturaleza del semanario no hace justificable en ninguna medida lo ocurrido, pero si permite reflexionar sobre lo que realmente era y promovía Charlie Hebdo. Aquí las opiniones pueden variar y está bien que así sea, pero si se miran dentro del contexto francés es difícil desligarlas de un origen común en el rechazo visceral a los musulmanes.
Para Diana Johnstone de CounterPunch:
“En resumen, Charlie Hebdo era un ejemplo extremo de lo que está mal con la línea "políticamente correcta" de la izquierda francesa actual. La ironía es que el ataque por asesinos aparentemente islamistas ha santificado repente esta expresión desvanecida de la rebelión adolescente extendida, que fue perdiendo su atractivo popular, en el estandarte eterno de la libertad de prensa y la libertad de expresión. Sea lo que sea que los asesinos pretenden, eso es lo que han logrado. Además de tomar vidas inocentes, ciertamente han profundizado el sentido de caos brutal en este mundo, agravado la desconfianza entre los grupos étnicos en Francia y en Europa, y sin duda logrado otros resultados igualemente malos. En esta era de la sospecha, las teorías de la conspiración están determinadas a proliferar.”
Más extrema aún es la posición con la que Richard Seymour en la revista Jacobin cierra su artículo de opinión:
“No, las oficinas de Charlie Hebdo no deben ser allanadas por asesinos empuñando armas. No, los periodistas no son blancos legítimos para el asesinato. Pero no, tampoco deberíamos alinearnos con la inevitable reacción estatista contra los musulmanes, o la arremetida ideológica para defender una fetichizada, "secularismo" racial, o ceder al chantaje que nos obliga a la solidaridad con una institución racista.”
Se trata en suma, de hacer el esfuerzo por analizar las aristas de un hecho que aumenta las tensiones en el continente europeo frente a la realidad de la población musulmana. No podemos aceptar medias verdades, ni tampoco aceptar todos los discursos en el frenesí de la inmediatez.
[Imagen de portada: Charles Guillot / AFP / Getty Images]
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