El regreso de las amazonas cosacas
Anastasia Taylor-Lind retrata el despertar de las mujeres cosacas y el choque entre las tradiciones del ayer y un estilo de vida propio de los jóvenes de hoy.
Cuenta la leyenda que la estepa rusa, en una región cercana a la frontera con la actual Ucrania, una región que recibe el nombre de Belaya Kalitva, estuvo habitada por mujeres guerreras, similares a las amazonas de la mitología griega. Ahora, lo que era considerado un simple mito, revive con fuerza.
La fotógrafa Anastasia Taylor-Lind retrata en uno de sus últimos trabajos el despertar del pueblo cosaco, en el sur de Rusia y parte de Ucrania. Así, en la serie 'Womans of the Cossack Resurgence' (Mujeres del resurgimiento cosaco) muestra el día a día de las mujeres dentro la compleja sociedad de Crimea y el Cáucaso, así como su afán por regresar a sus tradiciones tras 71 años de mandato comunista.
Los cosacos, conocidos por su destreza militar, el manejo de la espada y la gran confianza que tenían en sí mismos, son un pueblo con formación militar que se estableció en el siglo X de forma permanente en la estepa sureña, en lo que actualmente es el límite entre los estados de Ucrania y Rusia.
Históricamente se ganaron la fama de ser guerreros sin miedo: eran bandas fuera de la ley que luchaban como soldados a sueldo. Sin embargo, a finales del siglo XVIII comenzaron a ganar legitimidad organizándose como patrullas de las fronteras étnicas de Rusia. Como todo pueblo de guerreros, se ha visto entregado a una serie de conflictos y persecuciones, a veces como cazadores, otra veces como presas. Es así que terminaron siendo desplazados tras la Segunda Guerra Mundial.
Una vez que cayó la Unión Soviética, comenzó una nueva ola de vitalidad del pueblo cosaco. Este proceso es bastante notorio en Rusia, donde no solo las unidades cosacas forman parte de la sociedad contemporánea y poseen una administración civil paralela, sino que apoyan a las Fuerzas Armadas.
En este trabajo, Taylor-Lind ha retratado algunas de las escuelas de cadetes donde los jóvenes cosacos son formados entre los 12 y 18 años. Allí, dividen su tiempo entre clases académicas y el estudio de las tradicionales técnicas: artes marciales, bailes folclóricos, montar a caballo o manejo del sable y tiro.
Aunque históricamente sólo las esposas de los cosacos podían unirse a la formación militar, a medida que se establece la vida moderna, las mujeres cada vez ganan más peso, independientemente de su origen étnico.
Taylor-Lind visitó la escuela de Belaya Kalitva por ser la única que acepta a niñas como residentes. Ella pasó una semana con las 80 niñas que residen en la academia, asistiendo a sus clases y alojada en uno de sus dormitorios.
El resultado de su trabajo es el choque y contraste entre las tradiciones del ayer y un estilo de vida propio de los jóvenes de hoy. ¿Serán las futuras amazonas de la estepa rusa?
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