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El arte de repensar lo femenino

La Mula conversó con Natalia Iguiñiz, una artista visual cuya obra nos invita a cuestionar sin complacencias nuestros presupuestos sobre temas como la violencia de género, el liderazgo femenino, la representación del placer y las políticas de la maternidad.

Publicado: 2014-06-07

En la obra de Natalia Iguiñiz (Lima, 1973) coinciden la exploración autobiográfica de la intimidad y las intervenciones en espacios públicos, la creación visual solitaria y el activismo político. Su producción ha contribuido a incorporar en el mundo del arte peruano, durante los últimos quince años, miradas críticas sobre las relaciones de poder entre los sexos, la subjetividad femenina, la doble moral conservadora y la violencia instalada en el lenguaje cotidiano, temas que la artista viene explorando con un trabajo a menudo combativo que transita entre los terrenos de la plástica, el diseño gráfico, la fotografía y la performance. 

Iguiñiz estudió artes plásticas en la PUCP y cursó la Maestría en Género, Sexualidad y Políticas Públicas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha realizado proyectos individuales como La pérdida / la perdida, La Otra, Chunniqwasi / Periodo 1980-2000, Pequeñas Historias de Maternidad 1 y 2, Buscando a María Elena y Gráfica para la acción, y participado en numerosas intervenciones urbanas con el colectivo Laperrera, entre las que destacan trabajos como perrahabl@, com.pe y patria. Ha participado en más de 150 exposiciones colectivas nacionales e internacionales y su trabajo forma parte de diversas colecciones públicas y privadas. 

Actualmente dirige la carrera de Diseño Gráfico en el Centro de la Imagen y es docente en la PUCP y en Corriente Alterna. Uno de sus trabajos, la fotoperformance titulada Ciertos vacíos de la serie Pequeñas historias de maternidad, está siendo expuesto en Espacio Fundación Telefónica como parte de la muestra Cuerpo presente. Foto/video/performance, en el contexto de la Bienal de Fotografía de Lima.


¿Cómo empezó a desarrollarse tu interés por temas de género como un punto de partida para la creación?

Al inicio fue algo muy vivencial porque en la Facultad de Arte de la Universidad Católica, donde yo estudié, la tendencia en la especialidad de pintura era que la creación es un acto íntimo, personal, intransferible, y entonces cada uno tenía su taller individual donde creaba su trabajo solo. En ese contexto me dediqué a hacer muchos autorretratos, y desde el inicio me interesó la posibilidad de contar las cosas que me pasaban. Imagino que había ahí algo de ese cliché de la artista que habla solamente de ella misma y de lo que siente, aunque también tenía que ver con la edad, con ese momento en el que es tan importante armar tu identidad, decir quién eres. 

Además pasábamos por una época muy violenta – eran los años 90, en pleno conflicto armado interno – y mucha gente de mi generación lo que hizo fue recluirse, escribir poesía intimista, dedicarse a explorar temáticas existenciales. Por mi lado, desde el autorretrato, empecé a preguntarme por mis relaciones interpersonales, por el amor, y cuando salí de la universidad me dí cuenta de que, en la medida en que esas cosas no me pasaban solo a mí, quizá valdría la pena explorar los intereses y las angustias que tenía en común con otras chicas de mi edad.  

El primer trabajo que hice fuera de la Católica se llamó La espera de la regla y empezó con una serie de entrevistas a chicas que no sabían si estaban embarazadas o no. Cada una de ellas me contaba cómo vivía esa ansiedad, si pensaba contarle al chico o no, si se le había pasado por la mente abortar, o simplemente, sin ir tan lejos, qué haría con un hijo a los 19, 20 años. Lo que hice en base a eso fue colocar unos audífonos en un cuarto rojo con los que se podía escuchar estas entrevistas y acompañé los audios con fotos mías en distintos baños – en un bar, en mi casa, en la casa de mi primo, en la universidad, donde sea – con mi calzón blanco sin la mancha tan ansiada por el temor del embarazo. 

En ese primer trabajo, el autorretrato, la búsqueda identitaria de pronto me permitió incorporar otras voces que no eran mías y, a partir de ese espacio construido en base a una experiencia compartida, decir cosas que normalmente no se dicen abiertamente, y de algún modo exorcizar, o hacerle un homenaje a todos esos momentos de angustia, de soledad que viví cuando pasé por el dilema de qué haría yo con un embarazo siendo tan joven.

Después de esa experiencia vino perrahabl@, que fue un trabajo mucho más público en el que el componente de la confrontación me pareció fundamental. Llegué incluso a crear una dirección de e-mail para que la gente pudiera escribirme y expresar su opinión sobre si las mujeres éramos culpables de la agresión que sufríamos. Ese fue un momento de quiebre en mi trabajo. Además fui muy atacada a raíz de esa intervención por organizaciones feministas… El feminismo local se dividió en torno a ese trabajo; hubo incluso una denuncia judicial...

¿Qué pasó exactamente?

perrahabl@ es un proyecto que surge durante el gobierno de Fujimori, un periodo complejo en términos del avance del feminismo en el Perú. Aunque parezca mentira, uno de los caballitos de batalla de ese gobierno fue la participación del Perú en la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing; fue además un periodo en el que hubo muchas mujeres en altos cargos – creo que es el momento en nuestra historia en el que ha habido más ministras y en el que más mujeres han ocupado la presidencia del Congreso – y se creó el Ministerio de la Mujer. 

perrahabl@

Había entonces una comisión en el Congreso que veía el tema de la mujer y que estaba asesorada por un sector del feminismo local, la Asociación Manuela Ramos; fue así como en plena dictadura se lograron avances importantes en la lucha contra la discriminación. Pero cuando salió perrahabl@, quien denunció públicamente la intervención fue la propia presidenta de esta comisión del Congreso. Salió gente de Manuela Ramos enfurecida a decir que esto era un acto irresponsable, que 20 años de feminismo no se podían tirar al tacho por los caprichos de unos jóvenes artistas. Era gente que había trabajado muy bien por muchos años pero que no estaba acostumbrada a este tipo de exposición directa de la realidad: en vez de decir “No le pegues a las mujeres” o “No abuses de ellas”, yo había decidido usar frases que habitualmente se dicen en la calle, sacarlas de contexto y ponerlas en afiches en blanco y negro.

Esa manera de hacer las cosas, que por otro lado es muy común en las artes visuales, se salía un poco de las estrategias que algunos de estos grupos han usado para sus luchas durante años, y siento que de alguna manera ellas, que habían avanzado durante tanto tiempo solas, se sentían con autoridad para sancionar lo que se puede decir o no, y cómo se debe decir en cuanto a temas de género. 

Se habían convertido de algún modo en comisarias del tema y les parecía que esto no funcionaba sociológicamente. En el fondo buscaban que hubiera una moraleja, un trabajo pedagógico, y lo cierto es que el arte está un poco lejos de plantearse en esos términos.

¿Consideras que existe una fractura entre los movimientos sociales y la escena artística local?

No, lo que hubo fue una diferencia porque mucha de la gente que trabajaba estos temas se sintió interpelada por el trabajo, pero no sabían si les parecía bien o mal. Y aunque algunas de las activistas de Manuela Ramos salieron a criticarlo de inmediato, en Flora Tristán, que es otra de las grandes ONGs feministas del país, se organizó todo un conversatorio para hablar del tema, y la conclusión, más allá de las opiniones personales de cada una de las mujeres que trabajaban ahí, era que había que encontrar estrategias distintas para hablar de estas realidades. La razón es que si tú dices “no a las drogas” o “no a la violencia”, todo el mundo se pone de acuerdo, pero eso no cambia casi nada. Ellas dijeron: tal vez nos guste o no, pero lo importante es que por fin se estaba hablando de eso en la televisión, en la radio, incluso en la Fiscalía porque me abrieron un proceso… El problema estaba ahí y los modos tradicionales de abarcarlo no habían estado dando resultados.  

Entonces, sí, fue un momento clave, y no solo porque me permitió vincular mi propia experiencia individual a la experiencia colectiva de mis amigas, de la gente con la que convivo, sino también porque tuvo un eco, un correlato en las luchas históricas o en las agendas de organizaciones que venían trabajando cerca de 30 años en el tema. Y es así como me vinculo con esos movimientos y que empiezo a trabajar directamente con varias ONGs feministas como CLADEM, DEMUS y Flora Tristán, no solo a través de una producción artística, sino también con actividades claramente comunicacionales, como afiches y diseños.

El último trabajo que he hecho dentro de esta serie de colaboraciones, por ejemplo, es un retrato de María Elena Moyano donde más bien lo que hizo Flora Tristán fue financiarme el papel de los afiches. Ya no era un encargo propiamente, sino una propuesta mía que ellas decidieron auspiciar con los recursos limitados que tienen. Entonces, para terminar de responderte, mi vinculación con temas de género se dio de múltiples formas, desde mi propia experiencia como persona hasta la militancia en ONGs, y desde un trabajo artístico hasta una producción en el terreno del diseño gráfico.

Cuando apareció perrahabl@ en el 99 fue un gesto bien distinto a lo que se solía ver en el mundo del arte peruano. Hoy en cambio parece que hay más cabida para esta clase de proyectos, e incluso se ha empezado a usar estrategias similares no solo en el arte y el diseño sino también en la prensa, en blogs y otros medios. ¿Hasta qué punto consideras tú que ha avanzado este tema desde que empezaste?

Yo no creo haber inaugurado este tipo de trabajo, para nada, pero es cierto que desde que empecé se ha multiplicado la cantidad de artistas, de diseñadores, e incluso de gente ajena a estas profesiones que desde la gráfica está tratando de incidir en una coyuntura, como sucedió por ejemplo con la campaña de NO a Keiko. Tienes stickers, stenciles… No es que antes eso no haya existido, pero sin duda ha ayudado el hecho de que los programas gráficos son cada día más accesibles. En todo caso, hemos sido testigos de un importante despliegue de creatividad en términos gráficos y visuales, muy ligada a coyunturas específicas, pero a que veces ha llegado a tener una trascendencia mayor.  

Recuerdo por ejemplo un afiche que hice para DEMUS, que era para una campaña que ellos tenían en el Rímac; hicimos un lema que decía “No es no: no hay excusa para una violación” luego de un episodio con un congresista que dijo que las mujeres "cuando dicen no, es sí". De pronto surgió el tema del referéndum de Susana Villarán y el No adquirió otras connotaciones: ese afiche que ya estaba olvidado en los anales de la ONG obtuvo de ese modo una nueva vida. Yo no sé quién documenta esta clase de fenómenos y cuál es la frontera entre el arte y la publicidad callejera o la comunicación, pero hay trabajos que por X motivos pareciera que solo van a tener una vida coyuntural, y de pronto empiezan a tener distintas lecturas, adquieren una polisemia que puede permitirles sobrevivir a la coyuntura en la que se gestaron.

Regresando a tu pregunta de si hay mucho más activismo en determinados temas, me parece que no se puede negar que es así: recuerdo por ejemplo que cuando empecé con mis primeras muestras sobre la maternidad, hace 8-10 años, era un tema del que no se hablaba tanto como algo ambivalente; ahora hay obras de teatro como Criadero de Mariana de Althaus, cada día hay más películas, más trabajos creativos que hablan de la maternidad como algo mucho más complejo que la visión edulcorada que nos presenta la publicidad. Pero no es que yo haya inaugurado ese movimiento en el Perú, sino que es algo que se dio en el mundo en general. Cuando hice la serie de retratos de empleadas y empleadoras, prácticamente no tenía referentes peruanos, pero de pronto vi que había una película chilena, un documental brasilero, que había un chico en Argentina que estaba haciendo una serie de fotos muy parecida a la mía, casi al mismo tiempo.

Ciertos vacíos, de la serie Pequeñas historias de maternidad

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Entonces sí, hemos avanzado en ciertos temas, pero yo creo que en este momento existe también una avanzada conservadora muy fuerte en el Perú. Siempre la hubo, pero me queda más claro que hoy en día la doble moral que nos caracteriza está en su apogeo. Que el 60-70 % de los peruanos esté en contra de la Unión Civil, por ejemplo, ya me parece el colmo. Es decir, nuestro discurso es plenamente conservador incluso cuando las prácticas no lo son: aquí pasa lo que pasa en todas partes. La gran mayoría de la población, para bien y para mal, trasgrede todas las reglas y todos los preceptos de la religión, pero a la hora de hablar de la Unión Civil, ahí sí adoptamos al pie de la letra el discurso de la jerarquía católica. Eso me parece insólito. No creo que haya una sola persona en el Perú que no tenga amigos gays o lesbianas y que no pueda darse cuenta de las dificultades terribles por las que tienen que pasar, pero aún así el consenso es que no hay ningún problema con que sean tratados como ciudadanos de segunda categoría. No sé si es la subida del Opus Dei a la jerarquía de la Iglesia o qué es lo que está sucediendo… Cuando veo que Sedapal pone su logo en un aviso a toda página de El Comercio dando su apoyo a la Marcha por la Vida, cuando veo que el Estado no sabe marcar las diferencias entre Estado e Iglesia, me digo ¿qué está pasando? Creo que si nos descuidamos, esta avanzada conservadora que no se da necesariamente en las prácticas pero sí en el discurso, va a seguir generando una doble moral y situaciones en las que la sexualidad se tiene que vivir como a escondidas o solo en determinados momentos o espacios más liberados.

A mí me sorprende esta contradicción. Es decir, no se puede negar que hemos avanzado en ciertos aspectos: hace solo 10 años, cuando tuve mi primer embarazo, mi seguro no me cubría si el padre de mi hijo no estaba inscrito en el mismo seguro; hoy en cambio si estás embarazada el seguro tiene la obligación de cubrirte aunque no se sepa quién es el padre. Eso me parece un avance enorme, pero también es cierto que la mayoría de las mujeres que gozan de estos beneficios desprecian el feminismo. De algún modo no ven que sin las luchas feministas ellas no tendrían derecho a la propiedad, o a ir a la universidad, o sabrían siquiera escribir. En ese sentido no hemos avanzado tanto como nos gustaría creer.

¿Por qué piensas que existe ese rechazo tan fuerte del feminismo por parte de las propias mujeres?
Lo he pensado muchas veces porque es un tema que me preocupa. Creo que el feminismo no ha logrado tener figuras representativas. Cuando hablas de racismo todo el mundo piensa en Mandela o Martin Luther King, pero en el feminismo…
Hay algunas, como Simone de Beauvoir, por ejemplo...
¿Pero quién la conoce? Mi hija sabe quién es Mandela pero no sabe quién es Simone de Beauvoir, y eso que estudia en un colegio francés… Quizá se lo van a enseñar, ojalá. Pero lo que te digo es que no se conoce a Simone de Beauvoir de manera más extendida, incluso cuando se trata de una figura que trascendió el feminismo y llegó a ser una escritora de renombre. Creo que ese es un tema pendiente para el feminismo. Además, como el patriarcado sigue bastante bien instalado, sigue habiendo un sexismo estructural… Me refiero a que para que tú seas dominado tienes que tener el dominador adentro. El hecho de que una mujer rechace a otra que pelea por sus derechos es parte de ese mismo ciclo que se perpetúa. Muchas de las mujeres que expresan este rechazo de hecho estudian en la universidad, tienen una relación de pareja hasta cierto punto civilizada, no tienen que arriesgarse a morir por dar a luz. Hace 100 años las mujeres morían por eso, si se casaban sus propiedades pasan al nombre del marido, tenían que tener hijos porque no había métodos anticonceptivos seguros. Por eso conventos hay en todo el Perú, por doquier: comparado con el peligro de la muerte durante el parto o con un marido explotador, ser monja era una salida que parecía bastante más prometedora. Eso fue hace dos o tres siglos y la cosa ha ido cambiando progresivamente, pero me parece que hay un desfase entre las cosas en las que vamos avanzando y los discursos conservadores muy marcados por un tipo de Iglesia (tanto evangélica como católica) que todavía no nos permiten andar a paso seguro y sin culpa en todos estos avances que se van dando. 
¿Consideras que los hombres también nos hemos comprado el pleito o que aún estamos básicamente fuera de la discusión feminista en el Perú?
He tenido muchas discusiones con varias de mis amigas que piensan que el feminismo es fundamentalmente una cuestión de mujeres, y no veo cómo podría ser así: pensemos en la lucha contra el racismo o por la conservación del medio ambiente... No es porque no sufro de problemas relacionados con el mercurio que voy a dejar de luchar por que las minas tengan políticas ambientales cada vez mejores. En todo caso creo que hay muchos hombres que de alguna u otra manera, declarada o no, abogan por un mundo en el que las mujeres no tengan que pasar por dificultades o violencias adicionales por el solo hecho de ser mujeres. Cualquiera que diga: “la mujer tiene tantos derechos como el hombre y no tiene por qué pasar por este tipo de desventajas” está vinculado, lo sepa o no, a la lucha feminista, que consiste simplemente en tratar de garantizar que el ser mujer no sea un problema, más allá de todos los problemas que tenemos todos los seres humanos.
¿Cuán importante es para ti que el tema del goce femenino tenga un lugar en el arte o en la comunicación mediática?

Para mí es reivindicatorio en el sentido de que muchas feministas han estado concentradas durante demasiado tiempo en los aspectos negativos de ser mujer: la injusticia, la violencia, la falta de oportunidades. Pero si tú le quieres decir a una niña que es lindo ser mujer, no la puedes bombardear de mensajes de que en su vida tiene más posibilidades de ser violada que un niño, que tiene más posibilidades de no estudiar en la universidad, o que probablemente va a ganar menos en su trabajo. Esas son verdades dolorosas y darles visibilidad es un elemento importante de la lucha, pero si tú lo dejas ahí, lo que empieza a pasar es que la gente no quiere que su hija nazca mujer, o si eres mujer crees que tu vida va a ser una desgracia, cuando en realidad tampoco es así. Hay muchos espacios de agencia o de placer que demuestran que la situación de la mujer es mucho más compleja y que de hecho ha sido mucho más compleja a lo largo de la historia de la humanidad a pesar de la falta de oportunidades y de la violencia.  

Pensando en esto, el 8 de marzo pasado hice fue un afiche que decía “Me encanta ser mujer. Todas distintas, ninguna discriminada”. En ese trabajo intentaba aludir a un ánimo que veo en mis amigas y en muchas chicas: “oye, es mostro ser mujer”. Claro, pregúntales a las chicas de Nigeria qué les parece ser mujer, a las escolares que han sido secuestradas, y no creo que estén muy felices; pero cómo hacer que esa violencia no se convierta en algo que vaya contra ti misma y contra todas las potencialidades que tienes como persona. Como decía una escritora, no se puede esperar a desactivar todo el patriarcado para ser feliz. No puedes, tanto hombres como mujeres, esperar a que las injusticias del mundo acaben para apreciar las oportunidades que tienes y tratar de vivir una vida más plena, incluso en situaciones muy desfavorables; hay márgenes de placer y de libertad.

Pero claro, si la figura más representativa de la mujer en nuestra cultura es la virgen María, que tuvo al hijo sin goce... Mira qué fuerte esa imagen: tuvo al hijo sin sexo. ¿Qué otra figura femenina tan poderosa existe? Como dice Willy Nugent, en el Perú seguimos tutelados por un imaginario religioso o militar. En el mundo militar no hay mujeres, o muy pocas, y tampoco hay gays. Y en el mundo religioso, ¿qué idea del poder femenino tenemos? Una mujer que no gozó. Cuando la gente se espanta del goce femenino, no es por gusto, es porque hemos crecido con imágenes femeninas de sacrificio. Hace poco RPP lanzó por el día de la madre un concurso que ha durado todo marzo: “La frase del día sobre la madre”; y hoy en día, en una ciudad como Lima que se pretende cosmopolita, había frases del día de tipo: “Mamá da todo sin pedir nada a cambio” o “El amor más desinteresado es el amor de mamá”. El símbolo Mariano está entre nosotros.

Una vez me pidieron hacer un trabajo sobre Santa Rosa de Lima: partí de un cuadro de Laso que está en la Municipalidad de Lima e hice un encuadre del pubis de Santa Rosa, vestida primero y luego desnuda. El texto era relativamente suave, decía: “¿Es posible una religiosidad reconciliada con el cuerpo?”. Cipriani me cerró la muestra en Pancho Fierro. Simplemente llamó al alcalde de Lima, que en ese momento era Alberto Andrade, Andrade llamó a Lucho Lama y le dijo: “esta pieza sácala de la muestra” y Lucho Lama dijo: “sí tengo que sacar la pieza prefiero cerrar la muestra”. La muestra se cerró, en pleno siglo XX. Tú dices ¿hemos avanzado?

Quiero terminar haciéndote una pregunta sobre el tema del liderazgo femenino en el Perú. Tú has escrito que desde María Elena Moyano no ha vuelto a haber una lideresa "con esa vocación de servicio, de poder llegar a determinados sectores sociales". Sin embargo, hoy en día vemos una fuerte presencia femenina en la política ¿Qué piensas de estas figuras? ¿Consideras que el hecho de que sean mujeres marca la diferencia?

Yo no tengo para nada una visión esencialista de la mujer: no creo que tu género te haga mejor o peor. Sí creo que tu cuerpo y tu experiencia de vida – como la de haber nacido en Ayacucho, por ejemplo – pueden sensibilizarte más hacia ciertas cosas, pero no es un requisito ni una garantía. Cuando hice una de mis primeras muestras sobre maternidad de hecho noté que la respuesta de hombres y mujeres era distinta, así como era distinta la respuesta de mujeres que habían vivido la maternidad respecto a las que no. Sin duda hay experiencias con las que uno se puede conectar más por su propio quehacer y es bastante común que la gente que lucha por determinada causa de alguna manera haya sido afectada por ese tema, pero no siempre es así, y hay que tomar en cuenta que pensar de manera esencialista también tiene sus peligros. 

Ahora, en cuanto al trabajo que hice sobre María Elena Moyano, justamente tenía que ver con lo que me preguntabas sobre el goce: tenemos un estereotipo de la dirigente popular que es una señora que no tiene ni tiempo ni interés para ocuparse de su apariencia personal, que no ha desplegado su sexualidad. Ves a una mujer mariana, marcada por el sufrimiento y el sacrifico, y cuyo liderazgo procede de una obligación y no de un ansia de poder. Cuántas mujeres se han visto obligadas por las circunstancias a ser lideresas de movimientos de lucha… pensemos en las Madres de Plaza de Mayo, por ejemplo. La maternidad aparece como una cuestión que te asexúa, pero que también trae consigo un sufrimiento que parece ser irreconciliable con la frivolidad del mundo de la moda o del goce sexual, y más si es un goce que no está fijado en una pareja estable o que no tiene una orientación sexual fija. Eso colapsa con la idea de la lideresa popular... María Elena me llamó la atención precisamente porque me parecía una persona que era ambiciosa, sensual, y que desplegó una vida afectiva no tan estándar.

Es verdad que hoy en día hay mujeres líderes por doquier y algunas son empresarias muy fashion y cosas así, pero en términos de mujeres que trasciendan su propio gueto y que se conviertan en referentes para otras mujeres, las que tenemos todavía siguen siendo pocas, en mi opinión. Muchas tienen que vivir una asexualización para ser tomadas en serio. Yo estuve por ejemplo en una reunión de mujeres empresarias en la que una gerenta de una corporación importante, para tener una cita, tenía que decir que era la secretaria de su corporación. Eso pasa hoy en Lima, Perú. Todavía estamos en un reacomodo. Además tampoco es que haya tantas gerentas de corporaciones o congresistas mujeres: hay cada vez más pero no llegamos a la paridad. Y en cuanto a ministras, no hay ministras de economía: generalmente son de desarrollo social o de carteras ligadas a los temas más tradicionalmente femeninos: educación, turismo. Pero a ver, pon una ministra de economía. Y todavía nos choca la idea de una presidenta mujer.

Por otro lado, es terrible el hecho de que cuando entrevistan a mujeres poderosas, las pocas que hay, siempre les preguntan cómo hacen para criar a sus hijos. Hay una especie de penalidad para las mujeres poderosas que toma la forma de cuestionamientos sobre cómo hacen para estar tan arriba sin descuidar sus “verdaderas” obligaciones. Hay cada día más lideresas, es cierto, pero su visibilidad, su autoridad, está todavía muy mediada por si cumplen o no con los estereotipos del ser mujer, que tienen que ver con que seas atractiva o no, o que seas una mujer que cuida de sus hijos o no. En fin, de locos.


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Escrito por

Alonso Almenara

Escribo en La Mula.


Publicado en

Redacción mulera

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