- Por: Alfredo Quintanilla


Pensando en el progreso moral y espiritual de peruanas y peruanos, propongo aprovechar la oportunidad que ofrece la Semana Santa. Así, que he hecho una lista de deseos que no incluyen a los gobernantes y políticos, porque de ellos no espero nada. (Ya pasaron los tiempos en que la dirigencia de la Democracia Cristiana, con don Héctor Cornejo Chávez a la cabeza, hacía un retiro espiritual en esta Semana para hacer un examen de conciencia y volver con las pilas recargadas; los actuales no tienen moral y parece que, tampoco, espíritu).

Hago votos porque la Semana Santa no sea la semana tranca; porque hagamos un ayuno verdadero (que nos haga imaginar el hambre en Gaza y de tantos cercanos a nosotros). Un día, al menos, de introspección, con menos “tradiciones”, menos hipocresía, menos cucufatería. Que, como hacía Viernes, el esclavo de Robinson, dediquemos un día para recordar a nuestros muertos, a los de la pandemia y a los de Ayacucho y Juliaca, Cusco y Andahuaylas, Puno y Arequipa. Que aprendamos a ponernos en los zapatos de sus familias tristes.

A ver si hacemos uno, dos, tres minutos de silencio, apartándonos del ruido y la velocidad para reconocer nuestras deudas y nuestros sueños y acortemos la brecha entre unas y otros. Que en ese silencio reconozcamos nuestros odios, porque somos humanos. Pero que ese reconocimiento nos haga bajar tres rayitas -como dicen los méxicas- a nuestra ira, nuestra rabia, como nos recomendó Arguedas, al enfrentar las adversidades o a nuestros rivales y eventuales enemigos. Que tengamos paciencia, no tanta como la de Job, ni la santa paciencia de don Alex Valle de Risas y Salsa, sino -al menos- “otro poco de calma, camarada” como escribió Vallejo.

Que la crónica roja de la tele y la radio se reduzca a un minuto, para que no empecemos el día con sobresaltos y angustias, sospechas y desconfianzas. Que aprendamos a contemplar la belleza en la gente que pasa, en los perros, en los pájaros, en los árboles, como nos enseñó Luis Palao o hasta del desorden de las calles y micros como mira Pancho Guerra García. Reír y festejar por los enfermos recuperados, por los empleos conseguidos, por las buenas notas, por el crecimiento de las ventas. Aprendamos a felicitar al esfuerzo, sin que importe el resultado.

Asumir que, si no amamos al prójimo, al menos debemos reconocerlo y respetarlo y no discriminarlo. Dar el óbolo a la viuda y al huérfano y no engañar en el peso o los precios. No condenar al extranjero y comprarle al cantante del bus porque una moneda no nos empobrece.

Preguntarnos en qué podemos aportar a esa pelea de los peruanos para recuperar la democracia, cada uno en su puesto, sabiendo que todo da vueltas, que los que hoy están arriba, mañana estarán abajo. Pensar en qué podemos comprometernos. En la chamba del taller, de la oficina, de la calle, del campo, trabajar y sudar la camiseta los 90 minutos y no sólo cuando el entrenador nos mira. No pedir ni dar coimas; no ser indiferentes, ver los programas políticos, aunque sea para criticarlos. Proponernos respetar la fila, el semáforo, no adular al poderoso, no ofender al débil, alegrarse con la alegría ajena. Pensar en que ni la salud ni la vida las tenemos aseguradas y que más pronto que tarde haremos el viaje al otro lado.

Tal vez así, empecemos a comprender palabras grandes como “respeto”, “justicia”, “compasión” o “perdón” que, de tanto resobadas, perdieron su significado... en fin.


[Foto de portada: Andina]


Más en LaMula.pe:

Dina Boluarte evade al Ministerio Público en diligencias sobre el Rolex y otros relojes

El Ojo que Llora: "Quieren eliminar el recuerdo de que en el Perú gobernar es matar"

JNJ suspende vacancia de Inés Tello y Aldo Vásquez tras orden judicial