El presidente de EEUU, Donald Trump, parece no tener límites. Este sábado aseguró que el polémico informe republicano que autorizó desclasificar el viernes último, en el que se señala al FBI y al Departamento de Justicia de manipular la investigación de la trama rusa, lo "defiende totalmente" de este caso que amenaza su permanencia en la Casa Blanca desde antes de instalarse ahí.
A Trump no le importó la seguridad nacional, tampoco las advertencias del FBI ni del Departamento de Justicia o la Dirección de Inteligencia Nacional. Igual autorizó hacer público ese documento clasificado y elaborado por los republicanos del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, "por su significativo interés público". Lo hizo para erosionar unas pesquisas que le pisan los talones. Y desató una crisis institucional.
"Este informe defiende totalmente a 'Trump' en la investigación. Pero la caza de brujas rusa sigue y sigue", afirmó el mismo mandatario en su cuenta de Twitter, antes de llegar a su club de golf de Palm Beach (Florida), donde pasará el fin de semana de descanso.
Fue el propio mandatario quien desveló el mismo viernes, antes de ordenar la publicación del referido documento, en otro tuit, a dónde quería llegar al acusar a la cúpula del FBI y del Departamento de Justicia de "haber politizado el sagrado proceso investigativo a favor de los demócratas y en contra de los republicanos".
Trump volvió a carga: "No hubo complot ni obstrucción (la palabra utilizada ahora porque, tras un año de mirar sin fin y no encontrar NADA, la palabra complot está muerta)".
En la mira del magnate está el director del FBI, Christopher A. Wray, elegido por el mismo Trump tras destituir de un plumazo a su antecesor porque se negó a cerrar el caso. También lo está el número dos del Departamento de Justicia, Rod Rosenstein, encargado de supervisar la indagación y artífice del nombramiento del fiscal especial para la trama rusa, Robert Mueller.
El documento elaborado por el equipo del congresista republicano Devin Nunes denuncia supuestos abusos en el procedimiento que siguió el FBI para poder vigilar las comunicaciones de Carter Page, quien en 2016 fue asesor de la campaña electoral del ahora presidente.
La pretensión de Trump, de usar su poder para estrechar el cerco a quienes lo investigan, desató rechazo en la oposición demócrata y en la comunidad de Inteligencia. De hecho, la Asociación de Agentes del FBI subrayó que "no permitirán" que "políticas partidistas" les distraigan de su compromiso con el país.
Incluso, el senador republicano John McCain, un crítico de Trump, advirtió que los "funcionarios electos, incluido el presidente, deben dejar de ver esta investigación a través de las lentes de la política". "Si seguimos socavando nuestro propio estado de derecho, le estamos haciendo el trabajo a Putin", subrayó.
Para añadir más tensión y confusión, en una semana en la que ya cayó el subdirector del FBI, Andrew McCabe, acusado también de trabajar para los demócratas, el secretario de Justicia, Jeff Sessions, quien no tiene poder sobre la investigación rusa porque decidió inhibirse, dijo que la agencia "no es perfecta".
La inhibición de Sessions, de cuyo despacho depende el FBI, se produjo luego de conocerse que había sostenido varios encuentros en 2016 con el entonces embajador ruso en Washington, Sergey Kyslyak, cuando formaba parte de la campaña presidencial de Trump.
Hasta el momento, la investigación de Mueller sobre la trama rusa provocó el enjuiciamiento de cuatro personas del entorno del actual mandatario: su exasesor de seguridad Michael Flynn; su exjefe de campaña electoral Paul Manafort; su "número dos" en la campaña Rick Gates; y otro exasesor suyo, George Papadopoulos, que trabajó para el magnate durante las elecciones.
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