Escritor invitado: Eduardo Cabezudo Tovar


Con cuarenta años de edad, y luego de un silencio de diecisiete años tras la publicación temprana de Cancionero sin nombre (poemario de marcado corte lorqueano), Nicanor Parra da a conocer Poemas y antipoemas, libro que llegaría para renovar la poesía latinoamericana del siglo XX, aplicando además el modo de actuar del nuevo guapo del barrio, el que llega para retar directamente a los capos de la cuadra, oponiéndose a quienes gobernaban las corrientes hegemónicas de la poesía en el Chile de ese entonces, representadas nada menos que por figuras como Pablo Neruda, además de Vicente Huidobro y Pablo de Rokha. 

Obras posteriores como Versos de salón y en especial La cueca larga, no dejarían lugar a las dudas con respecto a la idea de Parra de resaltar el habla del hombre de a pie, o como en su poema Manifiesto señalara “Los poetas bajaron del Olimpo”. Al menos bajó uno y con él bastaba por el momento.

Los setentas y la inestabilidad política no mantuvieron indiferente al antipoeta que a pesar de haber hablado de su simpatía por el partido Unidad Popular nunca había sido un partidario activo de izquierda y menos de derecha, comportándose más como un rupturista que se ganó la cólera de la izquierda chilena, y de otras latitudes, tras su foto en la Casa Blanca con Pat Nixon, que se materializó en ataques y boicots que no pudieron tener mejor respuesta que el lanzamiento de Artefactos, un conjunto de poemas visuales con el que Parra le daría a sus antipoemas una dimensión que escapa de lo propiamente escrito con bastante eficacia. “Y así fue como lo convirtieron/ de tonto últil de la izquierda en tonto inútil de derecha” diría en ella. Sin embargo, luego de llegar el Régimen Militar lo que en un principio fue una posición bastante tímida se convirtió en un perfil de crítica al gobierno a través de su alter ego: el Cristo de Elqui. Tanto en Sermones y prédicas del Cristo de Elqui como en Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui se deja leer un discurso de confrontación al gobierno de Pinochet: 

“el pueblo chileno tiene hambre
sé que por pronunciar esta frase
puedo ir a parar a Pisagua
pero el incorruptible Cristo de Elqui no puede tener
otra razón de ser que la verdad
el general Ibáñez me perdone
en Chile no se respetan los derechos humanos
aquí no existe libertad de prensa
aquí mandan los multimillonarios
el gallinero está a cargo del zorro”  

Ser antipoeta debe haber sido para Nicanor Parra la situación más natural posible para un alma como la suya que anduvo sin miedo, nadando entre dos aguas como quien camina dando brincos sobre el filo de una navaja. Un anarquista que hacía parir cóleras a ambos polos del espectro político, un físico y astrofísico apasionado por la literatura, un centenario que mantuvo su lucidez y la juventud de su poesía hasta llegar a una época en la que sigue habiendo jóvenes que suelen escribir con el corazón pesado o que publican con descuido solo para escuchar su nombre y se agrupan por temor a la soledad para inventarse vanguardias de plástico.

Foto: adn radio

El 23 de enero pasado en su casa de La Reina en Santiago de Chile fallece Nicanor Parra, luego de pasar buena parte de sus últimos tiempos en su casa de Las Cruces, donde será enterrado. A pesar que su muy avanzada edad haya hecho ver próxima la llegada de la muerte es imposible prepararse para la tristeza que ocasiona su partida.

Hasta la próxima antipoeta, todos sabemos que vas y vienes.



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