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Los abismos de Parra

A motivo de la conferencia sobre el autor chileno, que se llevara a cabo el 12 de febrero en el C.C. Inca Garcilaso de la Vega, hacemos un comentario de su antipoesía. 

Publicado: 2014-02-12

La poesía de Nicanor Parra nos invita a deseducarnos de los esquemas poéticos habituales. En este sentido es necesario resaltar la convicción del autor por configurar una búsqueda alternativa, heterodoxa, que responda a sus propias inquietudes  vitales. Tal es la importancia de sus antipoemas, productos de un método y un sentir que tempranamente reconoció como perturbador o irreverente en medio de un círculo literario adocenado. 

Por ejemplo atendamos el poema "Advertencia al lector", donde uno de los versos sentencia: "La palabra arco iris no aparece en él en ninguna parte". Se trata, de hecho, de una crítica de la demasiada poesía, a la que ya Huidobro aludiera en Altazor. De la misma manera nos encontramos con "Montaña rusa", breve composición donde Parra enfatiza la violencia de su propuesta poética, la que consiste básicamente en ahondar en la nostalgia, el tedio, en lo anodino.

Ciertamente hay en Parra todo un panegírico contra la vida autómata. Acaso uno de los mejores ejemplos sea aquel "Autorretrato", donde se nos presenta a una voz lírica cansina, que nos confiesa su fracaso con gran desazón; ya derruido, sabe que no podrá recuperar aquellos bríos juveniles. Con este poema se incide en cómo el hombre termina reduciéndose a una engranaje insignificante, despojado de toda dignidad, de aquí que se diga: "¡Para qué hemos nacido como hombres / Si nos dan una muerte de animales!".

Por esta situación Parra nos ofrece una perspectiva visceral, acaso con la finalidad de reaccionar y comenzar nuevas exploraciones. Se configura así un mundo excesivamente rutinario, pedestre, cítense al respecto textos como “Antes me parecía todo bien” o "Tres poesías" (en este último incluso la propia escritura resulta un acto monótono: "Ya no me queda nada por decir").

En concordancia con ese visceralidad hay en Parra una constante lucha con el tiempo, por lo cual se advierte una disyuntiva entre lo pasado y su recreación poética. Este proceso nos ofrece por un lado aquella amargura por lo que no volverá y lo que permanece cobrando un nuevo sentido, quizá más reconfortante. Esta gradualidad se aprecia claramente en "Hay un día feliz", ya que frente a la idealización del recuerdo de la aldea los versos finales enfatizan lo siguiente: “¡Solo que el tiempo lo ha borrado todo / Como una blanca tempestad de arena!”.Similar caso ocurre con el amor. Otro nos lo ofrece "Es olvido", en el que la voz lírica lucha por no olvidar a aquella "famosa joven", aunque finalmente acabe aceptando su fugacidad: "La olvidé sin quererlo, lentamente, /Como todas las cosas de la vida".

Considerando los casos de la poesía y del amor diremos que las divinidades también son criticadas por Parra, sometidas a una desmitificación. Al respecto podría además ahondarse en su peculiar diálogo con referencias teologales ( "Padre nuestro", "Discurso del buen ladrón",  "Yo pecador"), sin embargo son los siguientes versos de “Solo de piano” los que, a mi entender, mejor especifican la concepción religiosa de Parra: "Ya que nosotros mismos no somos más que seres / (Como el dios mismo no es otra cosa que dios)". Advertimos así que para el poeta hasta los dioses son monótonos, limitados e inútiles, por esto dirá: "Yo también soy un dios a mi manera / Un creador que no produce nada". 

No obstante lo dicho líneas arriba sería inexacto negar una aspiración vital en la obra de Parra. Se diría que para él la primera condición para las búsquedas luminosas es reconocer la estadía en los abismos, donde los discursos clásicos de poesía, amor y religión han sido derruidos. 

De esta manera hay momentos en los que el poeta se siente atraído por lo transparente, esto es, por aquel estado en el hombre se ha despojado de todo esquematismo, en el que el hombre se ha deseducado del raciocinio y la corrupción, así en "Versos sueltos" leemos: "Todo lo transparente nos seduce". Dicha transparencia lo motiva entonces a rehuir los espacios del tedio laboral, de la mismidad literaria y disponerse -como indica "Hombre al agua"-"¡A recorrer los lugares sagrados!"

En esta línea, a pesar de las veces que nos declara su fastidio por escribir, Parra mantendrá firme su posición por reinventar el lenguaje, otorgándole un halo primigenio (¡tan difícil trabajo!), de aquí que en "Advertencia al lector" nos precise: "como los fenicios pretendo formarme mi propio alfabeto".

 Solo tomando una posición en contra de lo heredado (ya sea en lo vital o literario) será posible inventar, crear en toda su dimensión y potencia. Definitivamente hay en todo esto mucho de lúdico, por esto hablar de antipoesía tiene mucho de un juego peligroso: caer al abismo (rayando con el nihilismo o el silencio) para conseguir luego una nueva vitalidad, una nueva palabra. 



Escrito por

Christian Elguera

Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today


Publicado en

Redacción mulera

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