El proceso de paz en Colombia está en su recta final. Este fin de semana, las FARC iniciaron su última conferencia como grupo armado en Colombia, y el próximo 2 de octubre los colombianos deberán acudir a las urnas para decidir si aceptan o rechazan los acuerdos a los que llegaron el pasado 24 de agosto en La Habana el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla.
El escritor peruano Mario Vargas Llosa abordó este domingo en su columna en el diario español El País este tema, y lo hizo acicateado por un artículo que su colega colombiano Héctor Abad Falcioni publicó en el mismo medio bajo el título 'Ya no me siento víctima', el pasado 3 de setiembre.
"Es una de esas rarezas que ayudan a ver claro donde todo parecía borroso. La impresión que me ha causado me acompañará mucho tiempo", escribe el Nobel peruano sobre el texto de Abad Falcioni, en el que este cuenta una trágica historia familiar: su padre fue asesinado por los paramilitares y el esposo de su hermana fue secuestrado dos veces por las FARC.
En su artículo, Héctor Abad relata que su cuñado le explicó por qué votará 'No' en el plebiscito, pese a que no está en contra de la paz en Colombia. "Pero quiero que esos tipos paguen siquiera dos años de cárcel", fue lo que le dijo su familiar al escritor colombiano.
A él, como muchas víctimas de la guerra en Colombia, le cuesta entender que el costo de la paz sea la impunidad para quienes cometieron crímenes horrendos de los que fueron víctimas cientos de miles de familias colombianas.
"Pero Héctor, en cambio, votará 'sí'. Piensa que, por alto que parezca, hay que pagar ese precio para que, después de más de medio siglo, los colombianos puedan por fin vivir como gentes civilizadas, sin seguirse entrematando. De lo contrario, la guerra continuará de manera indefinida, ensangrentando el país, corrompiendo a sus autoridades, sembrando la inseguridad y la desesperanza en todos los hogares. Porque, luego de más de medio siglo de intentarlo, para él ha quedado demostrado que es un sueño creer que el Estado puede derrotar de manera total a los insurgentes y llevarlos a los tribunales y a la cárcel", dice Vargas Llosa.
El Nobel peruano agrega que la única manera de saber si funcionará el acuerdo de paz, que se sellará de forma definitiva este 26 de setiembre en Cartagena, "es poniéndolo en marcha, haciendo todo lo posible para que lo acordado en La Habana, por difícil que sea para las víctimas y sus familias, abra una era de paz y convivencia entre los colombianos".
Vargas Llosa pone como ejemplo lo que ocurrió en Irlanda del Norte, donde ahora "los antiguos feroces enemigos de ayer, en vez de balas y bombas, intercambian razones y descubren que, gracias a esa convivencia que parecía imposible, la vida es más vivible y que, gracias a los acuerdos de paz entre católicos y protestantes, se ha abierto una era de progreso material para el país, algo que, por desgracia, el estúpido Brexit amenaza con mandar al diablo".
Menciona además los casos de El Salvador y en Guatemala:
"El aire del tiempo ya no está para las aventuras guerrilleras que, en los años sesenta, solo sirvieron para llenar América Latina de dictaduras militares sanguinarias y corrompidas hasta los tuétanos. Empeñarse en imitar el modelo cubano, la romántica revolución de los barbudos, sirvió para que millares de jóvenes latinoamericanos se sacrificaran inútilmente y para que la violencia —y la pobreza, por supuesto— se extendiera y causara más estragos que la que los países latinoamericanos arrastraban desde hacía siglos. La lección nos ha ido educando poco a poco y a eso se debe que haya hoy, de un confín a otro de América Latina, unos consensos amplios en favor de la democracia, de la coexistencia pacífica y de la legalidad, es decir, un rechazo casi unánime contra las dictaduras, las rebeliones armadas y las utopías revolucionarias que hunden a los países en la corrupción, la opresión y la ruina (léase Venezuela)".
"La excepción es Colombia, donde las FARC han demostrado —yo creo que, sobre todo, debido al narcotráfico, fuente inagotable de recursos para proveerlas de armas— una notable capacidad de supervivencia. Se trata de un anacronismo flagrante, pues el modelo revolucionario, el paraíso marxista-leninista, es una entelequia en la que ya creen solo grupúsculos de obtusos ideológicos, ciegos y sordos ante los fracasos del colectivismo despótico, como atestiguan sus dos últimos tenaces supérstites, Cuba y Corea del Norte".
Vargas Llosa cree que el desarrollo económico que ha mostrado Colombia en los últimos años pese a la guerra será un aliciente para que los acuerdos de paz funcionen.
"Héctor Abad dice que esa perspectiva estimulante justifica que se deje de mirar atrás y se renuncie a una justicia retrospectiva, pues, en caso contrario, la inseguridad y la sangría continuarán sin término. Basta que se sepa la verdad, que los criminales reconozcan sus crímenes, de modo que el horror del pasado no vuelva a repetirse y quede allí, como una pesadilla que el tiempo irá disolviendo hasta desaparecerla".
El escritor peruano señala que antes de leer el artículo de Héctor Abad —quien volcó su drama personal en un libro imprescindible: El olvido que seremos— se dijo muchas veces: "qué suerte no tener que votar en este plebiscito, pues, la verdad, me sentía tironeado entre el 'sí' y el 'no'".
"Pero las razones de este magnífico escritor que es, también, un ciudadano sensato y cabal, me han convencido. Si fuera colombiano y pudiera votar, yo también votaría por el 'sí'".
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