Como es usual, en esta edición de los premios Oscar todas las nominaciones para el Mejor director están nominadas también para Mejor película. Otra tendencia que se confirma en esta categoría es la preferencia de la Academia por directores que también han sido los principales creadores de la historia que narran: cuatro de los cinco nominados tienen también crédito como guionistas en sus películas. Parece ser casi un requisito, entonces, para ganar el Oscar al Mejor director, estar íntimamente relacionado con todo el proceso de creación y realización de una película. Esto sucede porque el director es, a diferencia de otros participantes, indisociable de cualquier parte de su largometraje: a no ser que se trate de un director contratado para un blockbuster, la película es suya.
En el caso de los dos principales contendientes para el Oscar de este año, esto es especialmente verdadero. Tanto Alejandro G. Iñárritu (The Revenant) como George Miller (Mad Max: Fury Road) han presentado en 2015 películas que, aunque han sido gigantes de la taquilla, tienen una firma personal omnipresente. Ambos han realizado ideas que, por distintas razones, parecían imposibles de convertir en películas y han salido airosos a pesar del escepticismo inicial de la prensa especializada.
El director más sorprendente del año, y el que más se merece el premio (aunque es probable que no se lo lleve) es George Miller. El creador de la saga postapocalíptica de Mad Max trajo su franquicia, tres décadas después de la última entrega, al siglo XXI. El impresionante escenario de Fury Road se complementa a la perfección con los temas ambientales y de género que el director australiano ha retratado, aunque parezca mentira, en una película sin guion. Estrenada en Cannes, Mad Max: Fury Road dejó a la crítica internacional boquiabierta, y muchos se siguen preguntando cómo persuadió Miller al estudio Warner de realizar una película que no cumplía con ninguno de los estereotipos que usualmente se le exigen a un proyecto de 150 millones de dólares.
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Sin embargo, el ímpetu de Miller en la carrera como Mejor director se truncó cuando Alejandro G. Iñárritu puso sobre la mesa The Revenant. Además de las inverosímiles condiciones de filmación, para las que el director de fotografía Emmanuel Lubezki requería trabajar solo con la 'luz mágica' de la puesta del sol y en locaciones remotas del extremo norte de América, Iñárritu ha interpretado una historia real de los fundamentos de la historia estadounidense. Su protagonista, Hugh Glass, se convierte en una metáfora del espíritu de supervivencia del que tanto se precian los estadounidenses, y la actuación que el director mexicano le saca prácticamente a cuchillazos a Leonardo DiCaprio va a ser estudiada por directores y actores durante décadas.
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Miller, de todas formas, tiene una oportunidad fuerte de ganarle a Iñárritu: el mexicano ya ganó el Oscar al Mejor director el año pasado, por Birdman, y ganarlo dos veces seguidas es algo que no ha sucedido en más de seis décadas. Además, la larga trayectoria de Miller apoyaría la decisión de premiarlo no solo por la espectacular Mad Max: Fury Road sino también por su trabajo previo, que nunca ha sido reconocido por la Academia. En la lucha entre Iñárritu y Miller, cualquiera de los dos podría ganar, aunque se podría argüir que Miller ha sido más esencial para la creación de Fury Road que Iñárritu para The Revenant.
Los demás nominados de la categoría, aunque viene bien que hayan sido reconocidos, quedan muy por detrás de los dos contendientes principales. El director de Room, Lenny Abrahmson, es el único que no ha participado en la escritura de su guion (que fue adaptado por la escritora de la novela). Su nominación se debe principalmente a cómo Abrahmson ha transmitido la tensión emocional extrema de su historia sin convertirla en sórdida o explícita.
Thomas McCarty, que lanzó Spotlight, recibió bastante furor durante las primeras semanas de la temporada de premios por su historia altamente política narrada con muchísimo tino y espectaculares actuaciones. Sin embargo, su esfuerzo como director en este drama de presupuesto relativamente bajo no alcanza la magnitud casi heroica de Miller e Iñárritu.
Adam McCay, por su parte, narra una historia de Wall Street en The Big Short con humor y un sentido de la justicia más bien peculiar para tratarse de un mundo de banqueros. También elogiada por su elenco y su contenido político, The Big Short comparte votos y simpatizantes con Spotlight, y la coincidencia de ambas películas en un solo año es lo que más ha afectado sus posibilidades para ganar en esta edición de los Oscar.
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