Este martes 6 de enero, durante su conferencia en el Consumer Electronics Show, en Las Vegas, el gerente general y cofundador de Netflix, Reed Hastings, anunció que su empresa acababa de expandir su servicio a 130 países más. Así, la productora y distribuidora televisiva pasó a estar disponible en 190 de los 194 países que hay en el mapamundi geopolítico actual.
Los únicos cuatro países que le faltan son China, donde los programas deben ser censurados por el estado antes de llegar a los usuarios -proceso que Netflix está tratando de realizar- y Crimea, Corea del Norte y Siria, con quienes no pueden comerciar gracias a regulaciones gubernamentales de los Estados Unidos.
Este anuncio explica la explosión publicitaria que Netflix ha realizado durante esta primera semana del año: desde este lunes, ha lanzado cinco tráilers, anunciando uno tras otro los nuevos programas y temporadas que va a lanzar durante este año.
Además, Netflix se está convirtiendo en una verdadera amenaza no solo para los estudios de televisión sino también para los de cine: un trato aparentemente muy jugoso con Disney, otro con Dreamworks y otro más con Marvel están permitiendo la llegada de contenidos originales de calidad cinematográfica directamente a los usuarios de la plataforma.
Y el tema no queda ahí: Adam Sandler lanzó este diciembre en Netflix su película Ridiculous 6, y tiene un contrato firmado para cinco películas más. Brad Pitt está produciendo una película que se llama War Machine. Charlize Theron y David Fincher están produciendo una nueva serie; en febrero se estrena el spin-off de Tres por tres; la primera película de ficción de Netflix, Beasts of No Nation, está voceada para los premios Oscar.
Es fácil entender, entonces, por qué Netflix no tiene miedo de pelearse con las grandes distribuidoras: su objetivo es dejar de depender de ellas para pasar a tener un gran porcentaje de contenidos originales, cuyos derechos solo ellos controlan y pueden lanzar en simultáneo a nivel mundial. Su método, por lo demás, es prácticamente a prueba de balas: a través de las estadísticas de sus usuarios, que solo ellos tienen y publican muy pocas veces, pueden determinar de manera mucho más certera y menos costosa que la industria de Hollywood lo que quiere el público para tomar decisiones creativas arriesgadas con buenos resultados.
Esa parece ser la lógica, por ejemplo, tras el trato con Adam Sandler, cuya película es quizá el primer proyecto de Netflix que no fue hecho para la crítica, sino solo para el público, y con resultados que, según ellos, son excelentes: Ridiculous 6 ha sido la película más vista de la plataforma en todos los países desde el día de su lanzamiento.
Pero el acceso privilegiado a la información de Netflix no solo sirve para proyectos exclusivamente comerciales, como los de Sandler: al parecer, lo que muestran los números es una avidez por contenidos regionales. Así, Netflix produjo en 2015 la serie Narcos, realizada en Colombia y con la mayor parte en castellano; este año lanza la primera temporada de su serie inglesa The Crown; está produciendo una secuela de la película china El tigre y el dragón y empezando su primer proyecto francés, Marseille.
Si la conquista del mundo significa este tipo de diversificación de la oferta televisiva -y presiona al resto de cadenas para hacer lo mismo-, no parece tan mala idea que Netflix siga adelante en su cometido.
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