En pleno siglo XXI y cuando muchos hablan del 'milagro peruano', hay una muralla que separa a las comunidades de Pamplona del distrito de Santiago de Surco, a pedido de los vecinos de Las Casuarinas. Una vergüenza que habla mal de nosostros como sociedad.
Escribe: Víctor Liza
A medida que se escala cualquier cerro de Lima, las carencias de infraestructura se hacen evidentes ante la vista. Al comenzar el ascenso, sea en un automóvil o un mototaxi, se ven casas construidas con material noble, rodeadas de pistas y veredas. Más arriba, están hechas de madera, y las pistas comienzan a escasear.
Luego, en lo más alto, hay viviendas de madera y cartón. Aunque hay escaleras de cemento para trasladarse, en algunas zonas no hay pista ni vereda. Solo hay caminos de trocha, que cuando se producen lloviznas, junto a la habitual humedad, se convierten en barro. Como hemos contado, carecen de agua potable y electricidad.
Pero en Pamplona Alta hay un detalle más con el que tienen que convivir sus habitantes, acaso más humillante y excluyente. En lo alto del cerro, que colinda con el distrito de Surco, se ha levantado un muro de varios kilómetros de extensión y un poco más de dos metros de altura, cubierto por alambres de púas.
¿Por qué existe ese muro en el Perú, un país en el que conviven todas las sangres, al estilo del de la frontera de México con Estados Unidos, del de Cisjordania entre Israel y Palestina?
En esa zona se estableció, un 3 de marzo del 2012, la comunidad de Vista Hermosa. Una de las vecinas, Julia García Huarcaya, nos cuenta que ella "bautizó" con ese nombre a su asociación de vivienda, porque desde allí "podíamos ver el mar, y las plantas que tenían los ricos", en alusión a sus vecinos de Las Casuarinas.
La señora Julia, natural de Huancavelica, contó que ese lugar "era un sitio de fumadero, era horrible", pero los nuevos migrantes que se instalaron allí limpiaron la zona, y edificaron sus casas. Incluso sembraron algunas plantas, y tenían un camino que llevaba a una canchita de fulbito, donde los niños y los jóvenes jugaban sus "pichangas"
Los vecinos de Las Casuarinas, quizá temerosos de ese nuevo asentamiento, comenzaron a hostilizar a los habitantes de Vista Hermosa. Pocos meses después de su establecimiento "nos dijeron que era su propiedad y que no podíamos pasar más allá. Luego vinieron con policías, amenazantes, e incluso hubo enfrentamientos y tuvimos heridos, a los que socorrimos con agua", narra la señora Julia.
Ante esta situación, los habitantes de Villa Hermosa acudieron a la Municipalidad de San Juan de Miraflores, para que haga respetar la frontera. "Pero no nos dieron la razón, pues había un hito varios metros más allá, que dividía Casuarinas con Vista Hermosa. Han construido el muro justo al costado de mi casa. Sembré unas plantas para que no sigan avanzando, porque querían ir más allá. Ahora ya no podemos ver nada ni transitar", dice.
La señora Julia, que vino pequeña a Lima pero que cuando en vez ha regresado a su Huancavelica "con un dinerito que junté aquí para trabajar la tierra allá", considera que la construcción del muro "es humillante". "Se quiere separar a ricos y pobres, aunque nosotros no somos pobres porque tenemos nuestras manos y trabajamos", dice con aires de dignidad.
AL OTRO LADO DEL MURO
Para comprobar el contraste entre Vista Hermosa y Las Casuarinas, nos aventuramos a ingresar a esta última localidad. Las diferencias son abismales: las casas no solo son de material noble, sino que llegan a tener varios pisos, con jardines y hasta piscinas. Varias parecen ser castillos que uno podría encontrar en un país industrializado, como Estados Unidos o Suiza.
Sin embargo, el acceso es complicado y no porque haya trocha: las pistas sobran. Toda la zona de Las Casuarinas está cercada, y en la puerta principal hay un guachimán que es inquisidor con los que pretenden entrar. A bordo de una van, fingiendo acento de clase alta limeña, le dijimos que estábamos interesados en una vivienda para comprar, y que veníamos con los corredores.
Una vez adentro, el silencio es imponente. No hay veredas: los propietarios solo se desplazan en sus 4x4. Gente que ves caminando son los empleados o las sirvientas. Y después, al mirar a lo alto del cerro, notamos que las casas de Las Casuarinas no llegan allí, y que están rodeadas de muros que no son el que vimos en Vista Hermosa. En realidad, no es un muro, sino varios.
Los vecinos de Las Casuarinas dicen que el muro fue construido "por medidas de seguridad". Pero detrás de esa razón, que no justifica la edificación, hay un oculto racismo y un temor a mezclarse con el diferente. En pleno siglo XXI, cuando todos hablan de inclusión social, de igualdad, de rechazo a la discriminación y la segregación, tenemos un muro en la ciudad de Lima. Y eso no es ningún "milagro peruano".
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