Escribe: Víctor Liza
En los cerros de Lima, la vida es más difícil que en cualquier parte de la capital. Hace más calor cuando hace calor en el llano; y más frío cuando hace frío en el llano. A esto se agregan carencias de necesidades básicas, como la falta de agua potable y desagüe, y la precariedad de la mayoría de las viviendas.
Es el caso de Pamplona Alta, en el distrito de San Juan de Miraflores, donde la mayoría de habitantes son migrantes, provenientes de Ayacucho y Huancavelica. Muchos se dedican al comercio ambulatorio, y otros conducen combis y mototaxis. Existen problemas sociales como violencia familiar, delincuencia y drogadicción.
El colegio más cercano, Nueva Rinconada, está a un kilómetro y medio, cercano a la comisaría. La posta médica solo atiende hasta las dos de la tarde, y después de esa hora los pacientes deben ir hasta el hospital María Auxiliadora, que está en la avenida Miguel Iglesias, trasladándose en mototaxi y luego en alguna combi o bus, haciendo más caro su viaje.
Esta es la realidad que pudimos comprobar al visitar tres asentamientos humanos (El Trébol, Nueva Rinconada y Nuevo Milenio), ubicados en Pamplona Alta, con motivo de la "Ruta de la Desigualdad", organizada por Oxfam Perú. Allí constatamos que, debido a la falta de agua y desagüe, las familias que viven allí deben esperar a la llegada de camiones cisterna a las zonas donde viven.
En la mismas condiciones, con sus matices, viven otros 141 asentamientos humanos del distrito, que representan, junto a los tres anteriormente mencionados, el 25% de la población de San Juan de Miraflores. Y esto ocurre mientras el país "crece" económicamente.
A diario, los camiones cisterna llegan hasta estos asentamientos humanos, siendo esperados con ansias por los vecinos. Una vez que llegan, los vecinos sacan cilindros o bidones para llenarlos con agua. Por cilindro, pagan 15 soles; y por bidón, que es lo más común, tres. Los vecinos refieren que por familia, el agua les dura tres días, y deben esperar al cabo de ese lapso el paso de otro camión cisterna. En promedio, pagan entre dos a tres veces por semana por agua, lo que equivale a unos 30 soles por mes aproximadamente.
La exdirigente del asentamiento humano El Trébol, Sara Torres, refiere que como no hay un sistema de agua y desagüe, la mayoría de familias no tiene ducha. Entonces, utilizan tazones o pequeños baldes con los que sacan el agua para bañarse. "No hay baños, sino que tenemos silos, que son unos huecos que se hacen en la tierra, donde se realizan las necesidades. Algunos le echan cal a las heces para que se desintegren", refiere.
Además, una de las vecinas de Nueva Rinconada, Milagros Chumpitaz, contó que los camiones que traen el agua no están supervisados por el Ministerio de Salud, lo cual podría generar enfermedades. "Vienen todas las mañanas y entregan el agua hasta donde pueden. Otros usan una bomba que les cuesta 10 soles", explicó.
SIN TECHO NI FIRMEZA
Como en las partes más altas de los cerros no hay pistas ni veredas, los caminos se pueden volver resbalosos debido a a la caída del agua cuando es trasladada a los hogares, pero también por la humedad, expresada en intensas lloviznas y una niebla permanente.
En efecto, se han producido algunos accidentes, como derrumbes de casas, generalmente fabricadas con madera o cartón. Rosario Quispe, del Centro de Estudios y Prevención de Desastres (Predes), indicó que "si ocurriera un sismo de gran envergadura, habrá muertos y heridos". Por ello, explicó que "hemos señalizado en algunas zonas y se han provisto de unos baldes con arena, en caso de incendios".
Mientras pasa esto en esta parte del Perú, como en muchos otros lugares, nuestro país se prepara para recibir a los líderes de la economía mundial, que nos dirán que debemos seguir aplicando las mismas recetas que, por cierto, mantienen en esta situación a muchos peruanos.
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