¿Qué hace que un hombre quiera convertirse en escritor? La respuesta a esta pregunta –durante cientos de años- ha significado la defunción de miles de cuartillas u hojas bond. Asesinatos que bien podrían poner en el banquillo de los acusados a la literatura ¿El delito? Ayudar a la aceleración del cambio climático.
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Felix Terrones nació en 1980. Para los peruanos este número marca el inicio de una década que, seguramente, los historiadores nacionales –al momento de registrarla- no pudieron evitar un leve temblor. Pero la tragedia se tardaría algunos años en mostrarse. Específicamente cuando un joven político ‘lleno de ilusiones’ y de desquiciadas ideas económicas llegó a la presidencia. Entrada la siguiente década tuvimos que apretar los pantalones. Había que sacrificarse. Dejar de soñar. No había dinero para las ilusiones.
En los primeros años del siglo XXI, las cuentas del país habían guardado el traje rojo para vestirse de azul. Pero la falta de moral no se puede disimular. La corrupción tenía un olor salvaje. El país apestaba.
En ese panorama, algunos peruanos decepcionados- crecidos en la década de los Noventa- optaron por repetir un viaje que sus compatriotas mayores hicieron también.
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Uno de ellos fue un joven egresado de la universidad que no solo guardó en su mochila un capítulo de la historia (la inmigración); también una de la literatura (el exilio del escritor).
La figura de Félix Terrones -autor de El silencio de la memoria (novela) y El viento en tu cara (microrrelatos)- aparece apenas dos segundos después de que el ascensor abre sus puertas. Avanza tranquilo, con la paciencia de quien ha tenido decenas de alumnos. Una redacción puede ser un espacio atemorizante. Terrones parece inmune al tecleo de los periodistas. Tecleo ajeno al suyo.
El escritor, radicado en Francia, y luego de una presentación amable y mesurada avanza tranquilo hacia la sala de reuniones con sus paredes blancas. Impecables.
Visto desde afuera, la primera imagen es la de un hombre que mira las azoteas de un tradicional distrito limeño. Azoteas llenas de polvo y cachivaches. Pero eso no parece importale. Da la impresión que mientras mira a través de la ventana recuerda, previamente a la entrevista, la trayectoria que lo llevó a publicar, hasta el momento, cuatro libros. El último de ellos –'Ríos de ceniza' (Textual Pueblo Mágico, 2015)- fue presentado en la última edición de la Feria del Libro de Lima.
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“Cuando yo comencé a escribir [Ríos de Ceniza] lo que me interesó fue abordar todo lo que concernía al hacerse un escritor. Una experiencia personal. Era evidente que yo iba a dialogar con lo que había vivido en el Perú en los años Noventa y los primeros años del 2000: la literatura de aquellos que se fueron a hacerse escritores afuera. Mi intención era, por un lado, contar ese desarrollo pero, por otro lado, sacarle la vuelta a eso. No contar como se hace uno escritor, sino como alguien ve sus ilusiones sus fantasías, sus espejismos destruirse frente a lo que verdaderamente vive en Europa”.
La explicación es pausada acompañada por un movimiento leve de manos. Otra vez aparece el gesto del docente.
¿Qué significa ser un escritor latinoamericano? Como la pregunta que inició este texto, no alcanzan las hojas (o lo documentos de Word) para contestar esta interrogante. Quizás no existe una respuesta. Y justamente esa característica la hace más seductora. En realidad uno no debe formularse esta pregunta: mejor es vivirla. Y Ríos de ceniza es un fruto de esa vivencia. ¿Buena o mala? Eso lo decidirá el lector.
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El autor señala –con seguridad- que el protagonista de su más reciente publicación no es su alter-ego. Ya lo sabes potencial lector, despójate de ese engaño de colegio que señala que el narrador en primera persona es equivalente a la voz del escritor.
“Incluso cuando utilizas el yo. Incluso cuando tu personaje tiene experiencias tuyas no es la misma persona. Porque desde el momento que decides escribir ficción estás hablando de otra persona. Lo que estás contando ya no eres tú. Es otra persona”.
Con esa divisa clara, Terrones comenzó a escribir una novela que le tomaría tres años (en medio de ese tiempo publicó un libro de ficción y escribió su tesis) y que expone un pedazo de la vida de un peruano que se refugió en más de una ciudad francesa, en especial en Tours. La movilidad del protagonista, hay que decirlo, sí es una característica compartida con su creador. Y en ese desplazamiento, se puede ‘oler’ un pasado. Una crónica de una lima bohemia que ofreció sus bares para que jóvenes estudiantes de letras expusieran sus proyectos.
"Toda esa amargura frente a la realidad que les tocó vivir, a la cual no aludo pero sí que represento en mi novela, y esa necesidad de buscar un afuera donde poder respirar. Sobre todo aquellos que estudiaron literatura y para quienes quedarse en el Perú era enfrentarse a una realidad completamente antagónica, opuesta del todo a sus vocaciones. Eso explica, en parte, la necesidad del narrador de mi novela de partir a un país como Francia".
Las experiencias, si bien pueden sobrepasarte, no anulan las lecturas. Gustave Flaubert (La educación sentimental), Honoré de Balzac (El lirio de los valles) y Paul Celan, un poeta políglota y cuyo destino trágico no empañó su poesía. En Ríos de ceniza, el escritor alemán de origen judío se convierte en un espejo al cual el protagonista lanza una piedra. Una relación conflictiva pero honesta, un avance y retroceso que enriquecen las páginas de la novela.
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En la casa de Terrones se hablan cuatro idiomas: alemán, francés, español e inglés (¿un homenaje inconsciente a Celan?). Esta información la cuenta con una sonrisa. La misma que dibuja su rostro cuando habla de su hija fruto de su matrimonio con una ciudadana francesa que también ejerce la docencia. El escritor se ruboriza un poco, se siente desarmado, pasa su mano por detrás de la oreja donde se dejan ver algunas canas. Unos cabellos blancos que como un iceberg, ocultan una travesía. Un viaje que comenzó el día, lejano ya, en que decidió meterse de lleno en la literatura y dejar atrás cualquier atisbo del derecho aun con la oposición de su familia oriunda de Cajamarca (incluida una 'cuadrada' de su abuelo paterno). Luego vendrían las clases en humanidades, los intercambios de libros y los cafés. Estos últimos también se trasladaron a París, donde trabó amistad con otros escritores como Alfredo Pita, con quien trabajó palmo a palmo en la edición conmemorativa de El cazador ausente. Y en todos esos años fue cultivándose una convicción: “Mi combate está en las letras”.
LOS DATOS
Félix Terrones, el próximo 19 de agosto, formará parte -junto a Ulises Gutiérrez Llantoy- de la Mesa Redonda La memoria, la imaginación y la ficción en la literatura peruana actual. Este encuentro tendrá como escenario la Alianza Francesa de Miraflores (avenida Arequipa 4595) a las 7:00 p.m.
Dos días después será el moderador del Conversatorio 'Espacios ficcionales en la narrativa peruana actual' que tendrá como invitados a los escritores Giovanni Anticona y Luis Hernán Castañeda. La cita es en librería La Libre de Barranco (Av. San Martín 144) a la misma hora.
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