Aunque hagamos todo lo posible por negarlo, la violencia está ahí. Tras miles de años de civilización, la ‘barbarie’ convive con nosotros. Solo basta caminar un par de cuadras hasta el kiosco más cercano para comprobar que el ser humano se encuentra muy lejos de haber saciado su hambre por la sangre. Cualquiera, si se dieran las circunstancias, puede convertirse en la presa de un asesino en serie o de un delincuente a quien no le basta con despojarnos de nuestras pertenencias. Él o ella querrá (re) descubrir el placer que la causa quitarle la vida a un ser humano (u a otros animales). Ya lo dijo Michael Caine cuando interpretó a Alfred, el mayordomo de Batman: “Hay hombres que solo quieren ver arder el mundo”

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El oficio de antologador más que difícil es extraño, incluso hasta incomprendido ¿Por qué invertir tanto tiempo en un libro que agrupa relatos, poemas o artículos bajo un tema común? ¿Por qué no abocar el tiempo en la escritura de un libro propio? Y más precisamente: ¿por qué José Donayre Hoefken (Lima, 1966) se propuso construir Ultraviolentos. Antología del Cuento sádico en el Perú (Ediciones Altazor,2014)?

“Estamos muy lejos de ese momento de perfección humana donde todos vamos a vivir juntos ‘agarraditos’ de las manos y pensando igual. El ser humano todavía es un ser intolerante. Este libro es simplemente una evidencia estética de que el mundo sigue siendo un lugar difícil”, dice con seguridad el editor adjunto de Altazor sentado en un sofá de la Tostaduría Bizzeti en Barranco, el distrito cultural limeño que, irónicamente, se ha vuelto inseguro para muchos ciudadanos.

Autor de varios libros como La descarnación del verbo, Doble de Vampiro (novelas) y Entre dos eclipses (cuentos), el editor ‘ultraviolento’ tiene varias horas de lectura sobre la literatura peruana, una enorme ciudad literatura que Donayre ha conocido hasta en sus más recónditos callejones.

Este conocimiento le ha servido para construir antologías que no podrían publicarse sin la ‘terquedad profesional’ de las editoriales independientes.

“Yo me vengo a involucrar con la narrativa peruana desde hace diez años por diferentes razones [profesionales y personales] Solo leo a nacionales. Conozco bastante. He llegado a conocer diferentes tipos de voces, de gente que escribe en provincias, por ejemplo. Yo notaba que había muchos registros de este orden, pero no como resultado de la violencia terrible de la década de los Ochenta, sino de una anterior o una posterior. Por ejemplo, 'Matagente' de Rodolfo Ybarra fue la novela que me dio la cachetada final. Y luego seguí dándome tropiezos con más libros de este tipo y me topé con la novela de Carlos de la Torre (Campos de Batallas). Empecé a hablar con él sobre la ultraviolencia y me anima a hacer esta antología”.

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Una primera lectura de Ultraviolentos. Antología del cuento sádico en el Perú nos enfrenta a nuestros propios prejuicios sobre la ficcionalización del poder destructor del hombre. El lector no encontrará en sus páginas, la versión literaria de las películas de terror o a la adaptación -en formato cuento- de las crónicas rojas que abundan en el medio periodístico. No. En los 29 textos compilados nos acercamos a ciudades que cobijan los más execrables actos a través de narraciones que escapan a los juicios morales –aún cuando la víctima sea un sacerdote como en Sexo a los pies de Cristo de Lenin Solano- y cuyo principal objetivo es la representación estética de las sombras malignas de nuestra especie. 

foto: ediciones altazor

Y es que ningún crimen o pecado es ajeno a esta camada de autores que sin tener la luz de los reflectores sobre sus escritorios (o sus computadoras) están forjando sus carreras con una voz propia, preocupados por exteriorizar los temas que les nacen de las entrañas antes que de la moda. La lista combina experiencia con ímpetu juvenil. Entonces tenemos a escritores con oficio como Carlos Calderón Fajardo (El decapitador), Walter Lingán (Ellas), Rodolfo Ybarra (N.N.), Carlos Enrique Freyre (Panadería Trentina), Cecilia Podestá (Muerta bajo mi culo gris entre sus piernas), así como jóvenes narradores como Antonio Gazís (Las dos casas de Aurelio La Madrid), Jorge Montoya (El Dios mudo) y Miguel Ángel Vallejo (La espera). Por supuesto, no son los únicos. El lector mismo, luego de haber terminado las 415 páginas podrá hacer su propia antología. Lo que sí es seguro es que recibirá un cóctel de extorsiones, violaciones, asesinatos, canibalismo y muchos –quizás demasiados- golpes. Un ejemplar de literatura incómoda e indeseable. “Este libro, por ejemplo no sería editado por Alfaguara o Planeta. No se podría vender en Wong o en Crisol. Está destinado a un público distinto”, señala el antologador. 

El editor jose donayre hoefken/Foto:antoniocapurro.blogspot

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-Lo más interesante en la narrativa peruana está ocurriendo en las editoriales independientes. En las transnacionales hay cosas buenas, no lo puede negar, pero son fórmulas.

¿Crees que hay un carácter homogéneo, por ejemplo, el tema ahora es evocar la figura del padre?

-Claro y más con miras a que resulte en otros países. Lo cual no está mal pero yo prefiero otros temas que tienen más vigencia.

Donayre no duda en su respuesta. Una década de trabajo no permite vacilaciones. Sabe que buena parte de la producción literaria nacional se sostiene en el trabajo de las editoriales independientes como Altazor que este 2015 cumple –al igual que la Feria Internacional del Libro de Lima- veinte años. Todo un logro en un país poco interesado en la lectura.

Aunque, como era de esperarse, el gremio de los editores ‘indies’ no está exento de peleas. Hace poco, Gabriel Ruiz Ortega publicó un texto donde criticaba duramente dos antologías de cuento peruano: Selección Peruana (2000-2015) y El fin de algo. Antología del cuento peruano (2001-2015) publicadas por Estruendomudo y Santuario Editorial respectivamente.

“Está bien que alguien te pueda caer mal pero desvalorizar un trabajo solo por eso… mejor no hables. Si hay alguien que me cae muy mal ya no la tengo cerca, es decir, puedo decirlo pero ¿escribirlo? Escribir es un proceso racional… ¿Qué le pasa? En primer lugar, tendrías que leer las dos antologías […] Siendo él una persona culta, en su caso, es imperdonable que tenga esas actitudes”.

Pero los líos en el mundo editorial no se reducen a un texto de opinión. En el medio cultural se han escuchado muchas quejas de escritores contra sus editores que no cumplieron a cabalidad con lo prometido (basta con hacer una búsqueda en Internet). El entrevistado no niega que existan estas situaciones pero exige mayor claridad y propone una solución para exponer a los editores que son ‘poco profesionales’:

"Se puede hacer una encuesta. Identificar en los últimos cinco años todos los libros que se han impreso y  hacer un cuestionario a cada escritor: ¿Quién te publicó? ¿Qué tal te fue? ¿Cómo evaluarías a tu editor? ¿Lo recomendarías? Y así tener una lista muy clara porque en un mismo saco meten a todos".

A partir de esta propuesta, Donayre llama la atención sobre un tema poco tocado: el papel que juegan los escritores quienes en muchos casos deben financiar sus propios libros, lo cual es una apuesta muy arriesgada en un medio editorial tan pequeño como el nuestro:

“Hay libros por los que yo apuesto pero tienen que ser libros muy geniales. Yo creo que la combinación perfecta es que el autor pague su primera y hasta segunda publicación. Y de ahí uno ve si el autor vale o no vale. A partir de eso, la editorial debería asumir los costos y pagarle sus derechos. Si el libro es bueno, y el autor financia, les iría muy bien. Yo conozco casos de autores que han triplicado su inversión. El problema es que hay escritores que asumen los costos pero luego desaparecen. Ni siquiera recogen sus libros. El editor que financia necesita que el autor este ahí…Que dé entrevistas…”

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La muerte de Carlos Calderón Fajardo -quien abre Ultraviolentos…- no ha pasado inadvertida para el autor de La descarnación del verbo quien lo conoció al iniciar la década del Noventa. Desde aquella época, Donayre compartió cafés, jugos y cervezas con el creador de la novela El fantasma nostálgico. A pesar de las diferencias de edad siempre hubo una relación de respeto y confianza aun cuando hubo un tiempo en que dejaron de verse.

“En el 2006 o 2007 retomo la amistad con él. Luego, Calderón Fajardo me llevó, de alguna manera a Altazor. Me presentó a Willy de Pozo [director de Altazor]. Y de ahí nos volvemos más amigos. [..] Su muerte me afectó bastante y me arrepiento de no haberle dicho algunas cosas… pero así, con todo, hemos pasado muy buenos momentos en los últimos años. El problema es que su muerte fue súbita […] Y me dio mucha pena porque hubo un Festival de la Palabra, hace unos meses, en el cual a Elton Honores, a Calderón Fajardo y a mí nos invitaron a formar una mesa. Justo ese día estuve muy enfermo y no pude ir. Le escribí a la organizadora, a Elton y a Carlos. Él me envió un correo. Yo lo vi pero todavía no lo leo. […] Esa vez lo pude ver y me da pena no haber compartido la que fue, probablemente, su última aparición pública”.

Y, claro, Donayre guarda sabrosas anécdotas con su entrañable amigo. Muchas de ellas no se pueden contar.

El DATO

Ultraviolentos. Antología del cuento sádico en el Perú se presentará hoy-junto con el libro América nuestra. Antología de Narrativa en español en Estados Unidos- en la Feria Internacional de Libro de Lima a las 5 p.m. en el auditorio Clorinda Matto de Turner.

[Imagen de portada: Infierno del tríptico de 'El jardín de las delicias' de Hieronymus Bosch]

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