Desde hace ya varios años, Nueva York se ha convertido en un espacio para reflexionar en español.  Si antes los escritores latinoamericanos añoraban pasear sus pies cerca del Sena, hoy la ciudad que despertó la violencia de Scorsese y la melancolía de Allen se ha convertido en un alberge cálido para el oficio literario pensado y escrito desde la lengua, a la que Jorge Luis Borges calificó como su destino.

Desde luego, en esa comunidad de autores que pasean sus textos por los Departamentos de Español de distintas universidades que la ciudad acoge -así como por librerías emblemáticas como McNally Jackson- no pueden faltar compatriotas nuestros. Uno de ellos es el vate Miguel Ángel Zapata (Piura, 1955) con quien LaMula.pe conversó en exclusiva.


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"Uno escribe el poema en silencio, caminando, y se precia de precoz. El ruido de las hojas solo se oye bajo el agua. La ciudad te da la metálica de su ruido..." (Pág. 30).

Para un viajero cualquiera, caminar por las veredas limeñas pueden resultar caótico o estresante. En una ciudad pensada más para la máquina motorizada, la vocación de caminante (Flâneur) puede ser un despropósito. No para Miguel Ángel Zapata, escritor radicado hace más de veinte años en Estados Unidos y más de diez de ellos en la ciudad preferida de King Kong (versión original o remake). 

Nacido en Piura pero criado en Lima, el autor que ha publicado recientemente una compilación de su obra bajo el título de Hoy día es otro mundo (Valparaíso Ediciones, 2015), comenta -desde el hall de un hotel miraflorino- sobre la trascendencia del acto de caminar en su poética: 

"Yo tengo tres hábitos saludables: jugar tenis, montar bicicleta y caminar. El caminar mismo, como vas al compás de tu corazón, es un ritmo. Muchos poemas [te diría un 80%] no los he escrito acostado en mi cama leyendo a Balzac y Baudelaire, sino caminando".

Esa vocación por el constante desplazamiento lo ha llevado a recorrer diversos países, principalmente como invitado a festivales literarios, donde ha podido recitar muchos de sus versos. Uno de esos lugares es México. 

portada de libro/ foto: lamula.pe

 

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Uno siempre recuerda, con cariño, los libros que alimentaron la vocación literaria pero ¿qué hay de nuestros lectores más queridos? Aquellos que descubrieron, desde una mirada ajena, nuestras luces y sombras. Para Zapata no hay duda: Álvaro Mutis y José Emilio Pacheco. Ambos prodigaron de cariño y buenos consejos al autor peruano. El segundo, incluso, le sugería los títulos para su versos, aún cuando estuvieran lejos uno del otro: "Yo le enviaba mis poemas por fax. Recuerdo un libro que le mandé el año 1996. Y me devolvió sus comentarios por fax. Y me dijo: el título que le vas poner es horroroso, cámbialo. Tú tienes un verso que dice: un pino me habla de la lluvia. Es un verso mío que él descubrió en mi libro". El libro se publicó y fue comentado positivamente en diferentes países.

"El timbre se escucha como la buena nueva de la mañana: sus anillos de metal alegran la cuadra y forman ondas que trepan con los pinos hasta el cielo". (Pág. 49).

Pero México no se acabó con José Emilio. Zapata, cada vez que se presenta la oportunidad, estrecha lazos con el país de América de Norte. Y este se lo ha agradecido no solo regalándole buenos amigos, sino también becándolo con un residencia en Casa de Refugio.


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"La poesía avanza lenta. Mira, si te conocen poco y no eres muy popular también es una buena señal. [...] hay muchos poetas que son muy conocidos, entre comillas, en el Perú, pero salen del país y no los conoce nadie".

Para el autor de Hoy día es otro mundo ser poco conocido en el Perú no le causa ningún malestar. Y esto se debe, en buena medida, a la satisfacción que le da ser leído en México, Argentina, Colombia y España. Como él, su poesía no está quieta. 

Dentro de poco los dos harán las maletas. Zapata ha sido invitado al VII Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro que se llevará cabo en Buenos Aires entre el 23 y 27 de junio. En ese evento compartirá escenario con poetas  llegados de Suecia, Estados Unidos, México y, por supuesto, Argentina.

Esta será una buena oportunidad para que el público bonaerense pueda escuchar algunos de los poemas del vate peruano y cuyo proceso de escritura no ha sido homogéneo: "El poema, como el amor, te pide lo que en ese momento tienes que hacer. [...] La poesía, al igual que la música, te pide un pausa. Pero hay poemas que te salen como un chorro y no se puede parar".


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No se puede terminar una conversación con Miguel Ángel Zapata sin conversar sobre César Vallejo. El docente universitario no puede ocultar su admiración por el poeta nacido en Santiago de Chuco: "Es un poeta sucinto y no tiene miedo de hablar de sus penas y tampoco tiene miedo de ejercitar una experimentación maravillosa con el silabeo y el fraseo. Con Vallejo no encuentro poema que no me guste".

" [...] 'Voy a hablar de la esperanza' ante una fila de muertos bailando una canción de cuna. Miro la palabra que se clava con la luz en la ventana soleada: la palpo con la sombra en el umbral que no se dice" (Pág. 42).

De paso deja clara su posición sobre la polémica que se generó a partir de un artículo de Diego de la Torre que veía en los versos de Vallejo y en los cuentos de Julio Ramón Ribeyro una influencia negativa 'para el espíritu emprendedor de los peruanos':  "Eso es una estupidez. [...]. Vallejo era un poeta vital. Puedes ser feliz y leerlo al mismo tiempo".

Y esa felicidad tiene una marca peruana. Cada vez que viene al país 'celebra la vida' con sus amigos criollos en la Catedral de Breña. Y claro está, no ha dejado tocar el cajón, instrumento que lo acompaña desde los doce años.

[Foto de portada: Facebook de Miguel Ángel Zapata]

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