Ayer por la mañana se publicaron en internet cuatro retratos de la familia real británica tomados por el peruano Mario Testino. Testino, conocido por sus retratos de celebridades como Kate Moss y Madonna, presentó unas fotografías en las que todos los integrantes de la familia real se ven impecable e increíblemente sonrientes.

Jonathan Jones, crítico de arte de The Guardian, no está contento en absoluto. En un agresivo artículo en el medio inglés, Jones caracteriza a Testino como el mejor fotógrafo de sonrisas falsas, "el adulador de la riqueza y el estatus más horrible del mundo", "un fotógrafo débil y banal cuyas imágenes carecen de cualquier vestigio de profundidad emocional".

"[Testino] hace que la realidad misma se vea como una charada cínica y falsa", afirma Jones. Yo no podría estar más de acuerdo con él, pero no creo que ese sea un defecto, ni que "[la familia real] merece algo mejor, y nosotros también". Si las fotos de Testino carecen de profundidad emocional es porque Testino socava conscientemente todo vestigio de conflicto.

Todas las observaciones de Jones sobre los retratos de Testino de la realeza británica parecen adecuadas: "los Cambridge pierden toda personalidad en la sesión de glamour falsamente honesta de Testino"; "Si todas las familias reales de la historia hubiesen sido tan adulados como la nuestra lo es por Testino no existirían obras como Las Meninas de Velázquez o la Familia de Carlos IV de Goya, en los que la realeza era revelada como conformada por seres humanos mortales y falibles".

A esta crítica, Jones mismo responde que "las fotografías de Testino del bautizo de la princesa Charlotte ... se refieren conscientemente a tradiciones más antiguas del retrato de la realeza". Según la interpretación de Jones, Testino es inspirado por artistas del siglo XVIII, como Zoffany, que "conseguía mostrar las cargas y el estrés de la infancia real de una manera genuinamente humanizadora. Eso fue hace 250 años". Yo diría que dos siglos y medio son tiempo suficiente para tomar algo como referencia dándole la vuelta.

Según Jones, Testino debería mostrar la lucha interna y complejidad de sus personajes retratados. El ejemplo del crítico de The Guardian es la sesión de Testino con la princesa Diana, en la que Diana sale sonriente y nadie diría que estaba pasando una época atormentada y llena de tristeza, poco antes de su trágica muerte.

diana retratada por testino

Aquí es donde se pone en claro que Jones no está criticando los retratos de la familia real de Testino, sino a Testino en general. Lo que está haciendo es pedir -exigir, incluso- de la fotografía de la realeza una representación de la realidad que Mario Testino nunca se ha preocupado por cultivar en sus fotografías. Testino es el rey de las sonrisas falsas porque ha construido su carrera fotográfica a partir de la cosecha de esas sonrisas, que son falsas pero no forzadas.

Así, contratar a Testino para tomar las fotos oficiales de los eventos de la realeza es un acto consciente por proyectar exactamente la imagen que es la especialidad del fotógrafo de las estrellas: una raza de seres de una perfección etérea, alienígena, inalcanzable; una familia de la realeza que ya casi ha terminado de dar el paso hacia convertirse en una familia animada de Disney.

Para conseguir esto, Testino es el fotógrafo perfecto. Si Jones está preocupado porque se repita la historia de Diana, cuya imagen de perfección estalló en mil pedazos a punta de presión mediática, esa responsabilidad no recae sobre Testino, sino sobre la familia real y sus publicistas. De haber querido dejar traslucir los conflictos internos de la familia, habrían contratado a alguien como Annie Liebovitz.

Testino, fiel a su estilo, entrega la imagen de la familia perfecta: rica, feliz, sin un ápice de conflicto, es imposible imaginarla humana.


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