Con respecto al cambio climático, hay pocos temas tan importantes como el de los combustibles fósiles. Más específicamente, el de la transición de una economía y una forma de vida dependientes del uso de estos combustibles, a una que satisfaga sus necesidades energéticas mediante recursos alternativos.
El boletín ECO de Climate Action Network les ha recordado ayer a todos los reunidos en la COP 20 en Lima de la importancia de este tema, que se discutió en una de las sesiones de debate paralelas a la Conferencia. Más específicamente, ECO ha recordado a las naciones desarrolladas del G20 que ya es hora, hace rato, de que eliminen sus subsidios para el desarrollo de proyectos extractivos de combustibles fósiles en los países pobres, como el Perú (incluyendo la exploración de nuevos yacimientos). Algo a lo que se comprometieron en 2009, y que no han cumplido.
Dice ECO:
Los países deben empezar a retirar su apoyo a la exploración de nuevas reservas de combustibles fósiles. Un reporte reciente estimó que el G20 gasta US$88,000 millones al año en la búsqueda de más combustibles fósiles. Al mismo tiempo, el IPCC y otros nos advierten que la amplia mayoría de las reservas existentes deben quedar en el subsuelo. Ya ha pasado la hora de dirigir los dineros e inversiones públicas lejos de una industria que ha contribuido masivamente a la crisis climática que enfrentamos. Hay mejores maneras de usar estos fondos. ¿Financiamiento climático, quizás?
ECO da en el clavo aquí, trayendo el tema al centro de uno de los debates cruciales de la COP 20: la dotación de recursos financieros, por parte de los países ricos, para la transición hacia formas de energía limpia y renovable en las naciones en desarrollo, cuyas expectativas de crecimiento están todavía intrínsecamente conectadas al extractivismo en general y a los combustibles fósiles en particular.
El reporte que este boletín menciona fue publicado en noviembre por el Overseas Development Institute del Reino Unido y Oil Change International, de Washington (puede descargarse, en inglés, aquí). Detalla la forma en que las naciones del G20 (incluyendo Brasil y México) financian proyectos de extracción y de exploración a través de subsidios fiscales a sus compañías públicas y a intereses privados, a pesar de los acuerdos y compromisos establecidos.
Y es cierto que las reservas existentes deben quedarse en el subsuelo si es que la comunidad internacional quiere mantener su objetivo de no superar los 2ºC de calentamiento global promedio (una de las bases del acuerdo al que la COP20 y la COP21 deben llegar).
Como hemos notado antes en LaMula.pe, para mantener ese límite no se puede sobrepasar la descarga de 564 gigatoneladas de gases de efecto invernadero en la atmósfera; las reservas existentes comprobadas representan, según cálculos de consenso, 2,795 gigatoneladas. Las matemáticas son claras. Si esas reservas se explotan en las condiciones actuales, no habrá solución al problema del cambio climático, sino todo lo contrario.
En un país como el Perú, que (según el Banco Mundial, con cifras para el 2012) basa un 76% de su consumo de energía en los combustibles fósiles y ha visto ese porcentaje aumentar progresivamente en vez de disminuir, el tema es crucial e inmediato. Y para la comunidad internacional hoy reunida en Lima, la pregunta ya ha dejado de ser si es posible sostener el desarrollo al tiempo que se reducen y, eventualmente, se eliminan las dependencias en este tipo de recursos. La pregunta es cómo hacerlo (y más precisamente, con qué plata).
Veremos que sucede en la COP 20 con el Fondo Verde de las Naciones Unidas y otros mecanismos de financiamiento, uno de los asuntos más fundamentales, y más problemáticos, en debate hoy en Lima.
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