Dos cosas son especialmente atractivas en esta muestra. La primera es redescubrir el carácter seminal de la obra de Picasso en el arte español y las resonancias de las pautas marcadas por el artista que es posible rastrear a lo largo de todo el siglo XX en el trabajo de sus compatriotas. La otra es la indiscutible universalidad de la pintura y la escultura españolas; además de comprobar cómo en muchos casos, e incluso en las últimas décadas del siglo pasado, los españoles han prefigurado las preocupaciones estéticas del arte en todo el mundo.

Pablo PICASSO - Madre e hijo, 1899. / difusión.

La muestra propone de entrada una rigurosa conciencia de los peligros de la generalización en el campo del arte; en ese sentido, su aproximación a una revisión histórica del arte español del siglo XX busca ser más bien un estado de la cuestión provisional. El trabajo curatorial está centrado en dar una organicidad coherente a la compleja y variada producción artística que un siglo entero. En este caso, la selección de obras responde a la voluntad de proponer un panorama balanceado que sirva para introducir al gran público a las principales preocupaciones y temáticas de los artistas más importantes de cada período del siglo pasado. 

FRANCISCO BORES - Au champ, 1937. / difusión.

De Picasso a Barceló está divida en cinco secciones. Como mencioné antes, si bien la división no es arbitraria, está explícitamente planteada de modo tal que una historia más o menos coherente sea posible. Este ‘historicismo’ puede por momentos sentirse demasiado virado hacia a una propuesta educativa o académica; sin embargo la experiencia estética prevalece. El riesgo de dejar inerte el arte, la verdadera razón por la que nos acercamos a esta muestra, es eludido con gracia.

JOAN MIRó – Oiseau dans la nuit, 1973. / difusión.

La primera sección, Españoles en la Escuela de París incluye a pintores como Picasso, Dalí, y Miró que confluyeron en la ciudad francesa durante las primeras décadas del siglo XX. En ese momento París era el hervidero de las vanguardias que marcarían el rumbo del arte occidental; los españoles que participaron del proceso son tanto generadores de experimentación como receptores de la influencia del momento. Especialmente interesantes en esta sección son las piezas de Joan Miró y Francisco Bores, ambos cultores de una estética apegada a la intuición y el estímulo de los sentidos.

ANTONIO SAURA – Personaje, 1957. / Difusión.

El informalismo, segunda parte de la muestra, se centra en la década posterior a la segunda guerra mundial y es en el sentido más amplio evidencia de una vuelta de tuerca a lo propuesto por los artistas precedentes. Hay un asentamiento y superación de los principales ismos (en especial del cubismo), al tiempo en que empiezan a aparecer rasgos presentes en toda la pintura y escultura de la segunda mitad del siglo XX. Un ejemplo claro es la pieza de Antonio Saura que precede casi tres décadas al mejor Basquiat. Mención aparte merecen Antoni Tàpies y Eduardo Chillida figuras fundacionales del arte internacional en sí mismas; en las piezas incluidas en esta muestra dan cuenta de su capacidad para exceder, el primero con dureza y el segundo con sutileza, la bidimensionalidad del lienzo.

CRISTóBAL TORAL – La nueva inquilina, 1982. / Difusión.

La tercera sección, El realismo, nos traslada a la década de los sesenta. Durante esos años el realismo tanto temática como formalmente cobró una inesperada importancia en el arte alrededor del mundo. Los españoles, especialmente el grupo de artistas reunidos alrededor de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, respondieron planteando una mirada cargada de la realidad nacional pero desde el ámbito de lo individual. Los llamados nuevos realistas proponen en su pintura y escultura espacios impensables, imposibles, que son meras excusas para discutir la gris realidad del país entero. Ejemplos especialmente logrados de esto son las piezas de Francisco López, Antonio López y Amalia Avia. Mención aparte merece el increíble Cristóbal Toral, más interesado en el difuso territorio de lo onírico como reflejo del aislamiento emocional que en un retrato verista de las relaciones humanas.

EDUARDO ARROYO - Fuminista  VIII, 1937. / Difusión.

La llegada del Pop al arte español es algo tardía en comparación a países como Inglaterra o Estados Unidos. En la cuarta y penúltima parte de la muestra asistimos a la aparición de la versión española de esta corriente, conocida como Nueva figuración. El uso de los mecanismos del Pop cobra especial importancia dentro del contexto español como herramienta para la crítica de la sociedad. El trabajo del Equipo Crónica, grupo de efímera existencia, es central para entender el carácter que le imprimió el arte español al Pop. La pieza que se incluye en esta muestra contiene un discreto guiño a Picasso y se convierte abiertamente en arte político. Destacan también Eduardo Arroyo y Manolo Valdés, ambos con una aproximación más lúdica pero que no deja criticar a su modo el estado de la realidad nacional.

El recorrido de la exhibición finaliza con una mirada sobre La década de los ochenta. En este punto y muy al corriente de los tiempos, la explosión de estilos es el denominador común. Especialmente interesante dentro de este periodo es el trabajo de Miquel Barceló que parece condensar en su abstracción el recorrido de color, composición y materialidad de los artistas precedentes.

MIQUEL BARCELÓ - Issa beri, 1991. / difusión.

Lo interesante de este último quiebre es que permite corroborar que no basta con reivindicar el gesto primigenio de las vanguardias del siglo XX; recuperar el gesto no es un fin en sí mismo. De lo que se trata es de apoderarse de la capacidad de partir de cero o desde lo más primitivo de la expresión humana, cosa que las vanguardias e ismos dominaron a la perfección. El recorrido de la muestra permite también constatar la perdida de densidad que sufre el arte moderno con el correr del tiempo. Existe un involucramiento del artista con la obra que se va diluyendo a medida que el siglo avanza. De esto adolece no solo el arte español sino el arte en general. Esta muestra es una buena prueba de ello.

Lograr en un recorrido tan breve que el espectador se aproxime a las particularidades y universalidad del arte español del siglo XX, es por sí mismo un esfuerzo admirable. Sin embargo, el valor real de la muestra reside en su capacidad de involucrarnos en ese proceso y proponer una muy actual discusión sobre las motivaciones internas del arte contemporáneo.



De Picasso a Barceló va hasta el 25 de enero de lunes a domingo de 10:00 a.m. a 10:00 p.m. en el Centro Cultural PUCP [Camino Real 1075, San Isidro]. Entrada general: S/. 10.00 / Estudiantes y jubilados: S/. 6.00.


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