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Julio Málaga Grenet en la historia de la caricatura peruana

Una historia que hemos heredado de Monos y Monadas, muchas Variedades, y suficiente Ilustración Peruana para escribir La Crónica del Buen Humor en el país

Publicado: 2014-04-06

Durante la primavera de 1892 apareció en el Perú La Caricatura. Esta publicación, que tenía como subtítulo la leyenda “Independiente, político, ilustrado y de caricaturas, propagandista de la verdad y la justicia”, tuvo una corta existencia (apenas seis meses), y hubiera sido relegada al olvido si no fuera porque Jorge Basadre la incluyó en su Índice de la prensa nacional.  

Desde esta primera publicación, el mundo político es representado de un modo miserabilista y sus principales dirigentes como tontos y obtusos hombres de negocio que se encargan de vender el país, y ni siquiera al mejor postor. Este extrañamiento frente a las situaciones cotidianas (la corrupción es un tema en el Perú desde siempre, es nuestro mal endémico), la burla ácida y sin contemplaciones es la forma en que la caricatura rechaza los valores ideológicos y morales de la burguesía. De este modo, al Perú de finales de 1800 llegó el humor como una corriente de moda, en primer término. Se trataba de un momento de eclosión en lo que a revistas y panfletos humorísticos se refiere. En su libro Caricatura en el Perú: El período clásico (1904-1931), Raúl Rivera Escobar pone como momento embrionario de esta larga historia de tinta, humor y papel a Actualidades (1903-1909), semanario en el que aparece la descollante figura del arequipeño Julio Málaga Grenet.

Dibujo de Málaga Grenet, en Monos y Monadas (1906)

Pero el verdadero sentido crítico de este genio caricaturista (“una mezcla de beligerancia y mordacidad”, dice de él Rivera Escobar) no se revelaría hasta su famosa asociación con Leonidas Yerovi, un destacado cultor del verso festivo que daría vida a Monos y monadas. Esta revista, caracterizada por su refrescante ironía, cual buscaba evidenciar las debilidades de la clase política durante el apogeo de la “República Aristocrática”.

Málaga Grenet comenzaría a brillar con luz propia en este escenario desde que en 1906 realizara una carátula en la que representaba un personaje político que era la síntesis de la minoría aristocrática que gobernaba el país. La particularidad de su dibujo radicaba en que el personaje era representado a manera de un rompecabezas desordenado, metáfora de la desarticulación de la minoría a la que pertenecía, la misma que se encontraba “en pedazos”.

En estos años iniciales en que el sentido crítico de la caricatura se perfilaba hacia la sátira política y se alejaba cada vez más de la representación festiva de los círculos sociales más exclusivos, aparecería la figura inmensa del iqueño Abraham Valdelomar, quien incluso antes de ser celebrado como escritor desplegaba su talento a través de caricaturas y dibujos con los que colaboraba en diversas publicaciones como Aplausos y Silbidos y la entonces novísima Variedades, en que se dio el gusto de ilustrar él mismo algunos de sus cuentos. De este modo, puede decirse que con Monos y Monadas nace la prensa satírica del siglo XX en el Perú.

Por esos años aparecerían otras publicaciones similares, aunque más ligados a afanes sensacionalistas y anticlericales, como los semanarios Gedeón, Don Giuseppe y Fray K. Bezón; todos proyectos de corta duración.

Sin embargo, la “contraofensiva” vendría a manos de Don Quijote, ni más ni menos, un periódico que fue concebido para ensalzar la gestión del presidente Pardo, a quien semana tras semana Monos y Monadas le asestaba certeros dardos.

Aparecerían en los años posteriores algunas revistas de real interés, como el caso de Variedades (1908) dirigida por Clemente Palma y en la que empieza a colaborar Málaga Grenet hasta el momento en que abandona el país para ir a Buenos Aires, donde ocupará el cargo de director artístico de la famosa revista Caras y Caretas (1909-1916).

En setiembre de 1916 Málaga Grenet regresa a Perú convocado para formar parte del nuevo diario El Perú. Lamentablemente el proyecto no prospera y en poco tiempo el caricaturista se encuentra frente a la dirección artística de Excelsior y Don Lunes, publicaciones periódicas también, siendo esta última (Don Lunes) una frontal opositora del régimen civilista que gobernaba el país por esos años. Cabe señalar que Málaga Grenet formó en esa misma época parte de un grupo excepcional conformado por Jorge Holguín Lavalle, Augusto Madueño, I. Morey y Manuel Benavides Gárate.

A partir de 1919, con el inicio del oncenio de Leguía que empezó su mandato con los asaltos a los diarios El Comercio y La Prensa y la expropiación de este último en 1921, poco o nada habría de avanzarse durante esos años de autoritarismo en el campo de la exposición y disertación de ideas políticas.

Recién esta historia del papel, la tinta y el humor, y la crítica, sobre todo la crítica, es retomada al concluirse el oncenio de Leguía a manos de Sánchez Cerro. La caída de Leguía marcará un restablecimiento de la libertad de expresión y el nacimiento de una nueva prensa, que reivindicaba el criterio deliberante de tiempos pasados. Es este el momento en que la sátira política encuentra el momento propicio para resurgir, pero esa, claro, es parte de otra historia.

Bastará con decir que la caricatura debe ser (se espera que sea) una forma de transgresión que encarne un método vivo de análisis crítico; si no consigue serlo, se tratará de una imagen fría que solo busca entretener, perpetuando el status quo. Los resultados de esa última práctica son un objeto muerto, condenado a fines comerciales o meramente estéticos, e incentivan un culto exagerado por la imagen carente de profundidad simbólica. Y es que caricaturizar tiene sentido cuando se encuentra fuera de lo meramente correcto, alejado de la moda y sus variantes más frívolas.

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Escrito por

Víctor Ruiz Velazco

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Publicado en

Redacción mulera

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