La candidatura de Susana Villarán a la primera vicepresidencia por el Partido Nacionalista ha sido una noticia que ha sorprendido a propios y extraños. Las mayores críticas han venido desde la izquierda, ese sector político al que perteneció hasta hace poco, por el hecho de que teniendo una trayectoria de defensa de los derechos humanos, acompañe en la fórmula a Daniel Urresti, quien aún tiene pendiente el juicio por el crimen del periodista Hugo Bustíos.

Pero Susana no solamente ha sorprendido por ir en la fórmula presidencial con Urresti. En entrevista con Canal N, hoy anunció que también postulará al Congreso por la agrupación oficialista.

A partir de este último anuncio, ya no tan sorprendente como el anterior que causó más impacto, surgen varias preguntas. Si Susana quería combatir "la vuelta del fujimorismo", ¿era necesario que postule a una vicepresidencia? ¿Y además al Congreso? ¿No le bastaba con solo ir a la vicepresidencia? ¿O es que solo quería llegar al Congreso? De ser esto último, ¿no le bastaba postular al Congreso, y quizás quedaba mejor?

El asunto es analizar el argumento que ha colocado Susana: el combate al fujimorismo. Si se trataba de eso, bastaba con la sola presencia de Urresti en la plancha con candidato presidencial: no necesitaba de Susana en la misma.

La razón es que, luego de fracasar en su intento por ser reelegida alcaldesa, alcanzando solo el 10% de los votos, Susana quedó bastante magullada. Y mucho más luego de "cambiar de opinión", al anunciar que participaría de las elecciones del próximo año para evitar "la vuelta al pasado", con lo cual perdió la credibilidad. Más allá del "bullying" mediático, que hasta ahora sufre, Susana se ha vuelto una política impopular. Y eso le puede restar votos.

Por ello, mejor hubiera sido para el oficialismo anunciar a Susana Villarán dentro de la lista parlamentaria, todavía en febrero, sin necesidad de incluirla en la fórmula presidencial. Alguien como Daniel Abugattás, con el mismo perfil "anti-fujiaprista", hubiera despertado más simpatías y menos resistencias como candidato a vicepresidente.

Lo cierto es que este experimento ya tiene secuelas. La imagen de Susana Villarán puede terminar peor, cayendo en una incoherencia como defensora de derechos humanos; y arrastrar con la suya al gobierno, que todavía no está seguro de asegurar el pase de la valla electoral.

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