Terminó la reunión de los países más ricos del mundo -el G8- centrada principalmente en la búsqueda de una posición común para frenar el conflicto en Siria, que ha causado más de 90.000 muertos en dos años. El resultado: un acuerdo de mínimos.

La difícil relación entre Barack Obama y Vladimir Putin se hizo notar con una tensa sonrisa forzada en su encuentro bilateral. Únicamente coinciden en la necesidad de finalizar la violencia en Siria y buscar una solución política a través de la celebración de una conferencia de paz en Ginebra. Sin embargo, el acuerdo no establece la fecha, que había sido ya decidida hace más de un mes, ni el formato o el objetivo preciso de esa reunión.

El acuerdo sobre Siria propone incluye también la creación de un órgano de gobierno de transición, pero no que Al Assad, que sigue teniendo el apoyo de Rusia, quede fuera del futuro político del país.  Además, aunque alude a la necesidad de investigar el uso de armas químicas, no condena su utilización por parte del régimen, ya comprobada por EEUU, el Reino Unido y Francia. 

Finalmente, aprueba y establece mecanismos para facilitar la nueva ayuda humanitaria destinada a atender a los refugiados que huyen hacia las fronteras del país.  Las contribuciones ascienden a 1.500 millones de dólares, que se sumarán a los 300 millones que EEUU ya otorgó. 

Acuerdos económicos

Los líderes reunidos en Enniskillen (Irlanda del Norte) buscaron, durante los dos últimos días, contrarrestar las escasas decisiones en cuanto a la crisis siria comprometiéndose a aplicar medidas económicas para combatir las empresas fantasma, los paraísos fiscales y otros recursos que las grandes compañías utilizan para oscurecer su actividad y evadir impuestos.  

Así, por primera vez, el grupo de los países más ricos da prioridad a combatir prácticas empresariales que están aumentando las diferencias económicas y debilitando la capacidad de los estados para responder a los reclamos sociales.

 “Los países deberían cambiar las normas que permiten a las compañías pasar sus beneficios a través de las fronteras para evitar impuestos, y las multinacionales deberían informar a las autoridades de qué impuestos pagan y dónde”, indica el texto acordado.

“Las autoridades de impuestos de todo el mundo deberían automáticamente compartir información para luchar contra la evasión fiscal”, reconocen los presidentes de Estados Unidos, Rusia, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá en la declaración.

Además, los países del G8, también apostaron por políticas fiscales y estrategias que permitan sacar a Europa de la recesión, acelerar el crecimiento económico mundial y crear empleos de calidad, especialmente para los jóvenes. 

El próximo septiembre, la cumbre del G-20 acordará pasos más concretos y  dará luz verde a que los gobiernos actúen de manera individual, ya que son los que permiten que las empresas tengan sedes formales en los paraísos fiscales.

Una de las medidas que se contempla es la de la creación de un impuesto internacional, para impedir que las empresas crucen fronteras buscando ventajas fiscales y una legislación que obligue a las compañías a revelar, no solo los nombres de su propietarios formales, sino de las personas que reciben los beneficios que éstas obtienen. 

Así, “la política fiscal”, afirma el texto, “debería permitir flexibilidad a corto plazo para acomodar las respectivas condiciones económicas, incluyendo la reducción de los déficits estructurales de forma apropiada. El ritmo de acomodación fiscal debería ser diferente, de acuerdo a nuestras circunstancias económicas nacionales”.

 A falta de una actuación más sólida sobre Siria, la cumbre destaca por los progresos hechos hacia una mayor transparencia financiera y corporativa. ¿Existirá un cambio real?

Con información de The New York Times, El País, Efe

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