Por: Maximiliano Ruiz Rosales (economista)*
Sabiendo que los territorios no son islas y que son impactados por lo preocupante que pasa en el Perú; una de las expresiones de la crisis del sistema político en el país, y que sucede en casi todos los procesos electorales de las últimas décadas, es que la mayoría de los electores transitan de la indiferencia y falta de interés, a tener cierto entusiasmo/preocupación por participar, al hecho de votar por el mal menor. Lo que se intensificara en las regiones que van a segunda vuelta. Y en donde, el voto obligatorio, condiciona mucho la foto que tenemos: 20% de ausentismo en promedio y de los participantes 18 % en votos nulos y blancos.
La sensación o apreciación, más común que se recoge de la ciudadanía, es, que no va a pasar nada relevante, que es más de lo mismo (incumplimiento de la mayoría de las promesas electorales, ya que casi se perdió la sensatez y la racionalidad de ellas, y/o alguna expectativa o ilusión de una “chambita”). Asimismo, que dentro de 4 años vamos a estar casi en la misma. Pues, los que obtuvieron el respaldo terminaran tan desacreditados como los que están saliendo, salvo honrosas excepciones; no solo por el incumplimiento de promesas, que será lo menos, sino ineficiencia en la prestación de servicios públicos y en la provisión de equipamiento e infraestructura; aprovechamiento particular y de sus allegados de los fondos y/o botín público; y lo más grave, corrupción; por tanto, algunos presos, otros perseguidos y otros procesados.
Lo dicho hasta ahora, no es novedad se comenta en pasillos y parques, pero hay timidez en la respuesta de ¿cómo salimos de esta? o, siendo más preciso, ¿cómo podríamos empezar a salir de esta?
Tengamos en cuenta, lo que otra vez tenemos delante. Ni los movimientos regionales ni los partidos tienen una actividad regular, son como hongos que emergen con cierta dinámica en las cercanías de los procesos electorales; sus Comisiones Políticas o instancias partidarias, no tienen vida orgánica, regular, y menos acompañan o hacen seguimiento, ni asesoran la gestión de gobierno, de quienes han salido electos bajo su membrete. La mayoría de las autoridades electas, fueron reclutados o se presentaron a la contienda electoral, sin tener actividad partidaria, ni militancia orgánica y sostenida; y/o siendo dueños de sus Movimientos regionales. Por ambas razones es muy común, y eso se va a repetir, que luego de electo, se les instala el famoso chip, yo mismo soy. Espero equivocarme y me sentiría mejor.
Muchas de las promesas de campaña irán perdiendo contundencia y viabilidad, al no estar en el programa de inversiones y no contar con asignación presupuestal para el primer año, y luego que los sistemas administrativos complejos y perversos requieren no solo intenciones y voluntades, sino de otros recursos que no necesariamente es fácil de obtenerlos, incluso desde el lado oscuro; por lo que muy pronto se generan tensiones, conflictos e incluso crisis de gobernabilidad.
La preocupación central de las autoridades y los equipos de Gobierno seguirá siendo, gestionar recursos para contratar obras, personal, ampliaciones o mejoras de servicios, etc. Que siempre serán bienvenidas, pero sin adecuados criterios de priorización, ni optimización de los recursos, ni visión de desarrollo. Espero equivocarme y me sentiría mejor.
En correspondencia, los problemas, “estructurales” de la reforma descentralista, pasarán a un segundo plano, ya que tampoco desde el gobierno nacional se dan muestras de un mayor interés por avanzar. Poco les importará definir claramente las funciones de los diferentes niveles de gobierno para mejorar la calidad de los servicios, luchar por un mayor nivel de autonomía fiscal o al menos mayor predictibilidad en los flujos de ingresos, mejor orden y articulación de la intervención de los niveles de gobierno en los territorios evitando superposiciones, mejorar los mecanismos de control interno y externo, mejorar la transparencia e ir a un gobierno digital, etc. Todo ello y mucho más lo sacrifican, con tal de que el gobierno nacional les transfiera más recursos, aunque eso signifique aceptar que algunas empresas irresponsables ejecuten mal las obras, acepten expedientes mal hechos, “torpedeen” los procesos de contrataciones que no los favorece, y que abandonen las obras sin terminarlas.
Por tanto, frente a esto, considero que algo deberíamos hacer los y las ciudadanos, para evitar exactamente tropezar con la misma piedra. Quizá empezar a construir una narrativa, un mensaje y luego convertirlo en acción.
¿Qué? ¡No hay duda, necesitamos Institucionalidad y participación responsable!
En el mediano plazo, necesitamos la reforma política y del Estado Peruano, que nos proteja de estas prácticas perversas, y persista en el bien común o buen vivir.
Y en corto plazo, la sociedad civil, en algunas regiones como Piura, ha logrado generar algún contrapeso político, y ha actuado como “guardián” del interés y del bien común; pero siendo consientes y realistas, hoy, no está en condiciones de hacer la tarea.
Entonces, podríamos arrancar, por un lado, generando y organizando una “masa crítica”, grupo de personas informadas, no significa necesariamente profesionales, ojalá representantes de instituciones y organizaciones, así como “personalidades”, con capacidad de sostener debates y realizar análisis serios en torno a las dinámicas territoriales; que reten, “arrinconen” y/o respalden decisiones, medidas o políticas públicas; con posibilidades de difundir y socializarlas masivamente; que funcione de contrapeso político responsable, a los nodos de abuso de poder y de corrupción, en los que se ha convertido, en la mayoría de los casos, el ejercicio de gobierno. ¿Eso es viable y sostenible? Con fe, diría que sí. Es cuestión de echarse a andar. Y ahora, espero no equivocarme.
Por otro lado, exigir a la organización política de los gobernantes que den cuenta a la ciudadanía del despliegue de quien gobierna en su nombre, que asuma alguna responsabilidad y así no mantenernos en el circulo vicioso de que aquí no paso nada.
Con esto, se podría empezar en los territorios. Lo mínimo que se debería hacer pues cada vez es más lejana la etapa primaveral de la descentralización y la intensidad de la participación ciudadana y la concertación, con muchos consejos o foros de participación ciudadana (territorial: nacional, regional y local; presupuesto participativo; sectoriales/ temáticos: agrario, salud, educación, juventud, deporte, cultural, mujer, niños y niñas, etc). Esto de cierta manera compensaban la debilidad del sistema político. La mayoría de los que sobreviven se, o los, han convertido, en portátiles de los gobernantes de turno, y en el mejor de los casos no tienen la fuerza ni el músculo como para incidir o tener algún protagonismo.
* Maximiliano Ruiz Rosales. Economista. Licenciatura Ciencias Económicas: Universidad Nacional de Piura. Experto en desarrollo local: Centro internacional de formación de la OIT – ONU. Especialista en Gestión Publica Orientada a Resultados: Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo.
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