Después de un tiempo de andar escondido y apenas declarando a la prensa por una serie de escándalos y denuncias que lo involucraban, Héctor Becerril parece haber encontrado la excusa perfecta para volver al ruedo mediático buscando el apoyo del sector más fanático y conservador.
El fujimorista no dudó en expresar a través de Twitter su férrea oposición a que personas LGTBI tengan acceso a la Plaza Bolívar en el frontis del Congreso de la República para un acto simbólico, considerando que se trataría de un circo.
No contento con ello, hizo gala de una actitud casi escolar buscando 'burlarse' de la iniciativa ridiculizándola y diciendo que los asistentes "no olviden su mandilito rosa" en clara alusión a la campaña a favor de la igualdad impulsada por el Ministerio de la Mujer.
Pero eso no fue lo peor. Luego que declarara para un medio de comunicación asegurando que el que dos personas del mismo sexo mostrarán afecto con algo tan simple como un beso era un acto que iba' contra la moral', el congresista Alberto de Balaunde utilizó la misma red social para señalar que tenían el mismo derecho que cualquier pareja heterosexual a hacer lo mismo.
¿Qué respondió Becerril? En un acto vergonzoso para la imagen de quienes integran el congreso de un país democrático, se ufanó orgullosamente de "discriminar", resaltando que no era normal que dos personas del mismo sexo se besen.
¿Sorprende este tipo de respuestas de un sujeto como Héctor Becerril? No, pero lo que debería llamarnos a la reflexión es el cómo esto evidencia la normalización de un discurso de odio que desde el lado del fanatismo ya no se molestan en ocultar.
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