"Difamatorio". Con esta palabra calificó el arquitecto Víctor Jiménez, presidente de la Fundación Juan Rulfo, al libro Había mucha neblina o humo o no sé qué (Random House, 2016) escrito por la mexicana Cristina Rivera Garza (Matamoros,1964). Una publicación que es el resultado del viaje exploratorio que hace una lectora por (re)descubrir a un autor al que ama. "El mío, mi Rulfo mío de mí, está tan interesado en producir una obra como preocupado por ganarse la vida. [...] Seguir sus huellas, eso es lo que hace este libro viajero que va del ensayo al cuento, de la crónica al experimento visual, mientras se mueve de los valles del centro hacia las montañas que cruzan el Estado de Oaxaca", escribió la autora ganadora del Premio Roger Caillois (Francia, 2013). 

La pasión que Rivera Garza siente por el autor de El llano en llamas, la convirtió -sin que ella lo pretendiera- en una 'villana'. Y como la literatura es también una historia de rebeldía, de ir contra la corriente y de hacer caso omiso a las normas, el 'híbrido' fue comentado y reseñado. De nada valió que la Fundación Juan Rulfo cancelara su participación en la Fiesta del Libro y la Rosa 2017 debido a que la escritora era una de las invitadas. 

De paso por el Perú, como parte de la delegación mexicana que participó de la Feria Internacional del Libro de Lima, Rivera Garza compartió con nosotros su concepción del oficio literario: "Escribir es una labor que excede a lo intelectual en su sentido más limitado. También es un trabajo de la emoción", dijo.

Foto: stefany aquise/lamula.pe

¿Por qué un libro escrito con pasión como Había mucha neblina o humo o no sé qué provoca en algunos el impulso de la censura?

Lo que estamos afrontando son ideas contrarias acerca de lo que significa leer en términos generales. Por mi parte, creo en el acto de lectura como un proceso similar al de la creación. Como lectores traemos muchas experiencias con nosotros. Estas hacen que subrayemos o amplifiquemos diferentes aspectos de un libro y que nos involucremos con el trabajo de la creación. Por supuesto, hay otros que piensan que los libros se deben leer de una sola manera, al igual que la realidad. Que hay manuales para entender cómo se deben leer los libros y cada una de la experiencias que tenemos. A mí esas posiciones no solo me parecen autoritarias, sino tontas. No creo que nuestra labor, como pensadores críticos y escritores esté relacionada con la delimitación de la forma de lectura. Por supuesto, cada trabajo literario nos da señas de cómo quiere ser leído. Esa también es una labor de quien escribe. De alguna forma, se plantea una ruta para abordar el libro. Eso existe pero tampoco podemos controlar todo. No podemos controlar quién llega, qué carga trae y menos aún qué se lleva. En eso consiste el contrato maravilloso de la lectura y su posibilidad crítica.

¿Cómo recibieron tus lectores mexicanos el libro que le dedicaste a Juan Rulfo?

Hay un grupo de rulfólogos que han reaccionado con cierto temor frente a alguien que se mete con aquello que consideran su territorio y de nadie más. Por otro parte, existe una crítica muy profunda que ha considerado como válidas las preguntas que me hice sobre Rulfo, como, por ejemplo, las relacionadas a los trabajos que tuvo este escritor para producir una obra y que también moldearon su vida. 

Ahora, para mí, el libro también es una manera de invitar a nuevas generaciones de lectores a que se hagan otras preguntas. Interrogantes sobre el cuerpo femenino, sexualidades alternativas, materialidad del proceso de escritura, competencias lingüísticas o la relación entre historia y territorialidad. En otras palabras, preguntas que una generación contemporánea se hace y no solo solamente acerca de autores específicos sino también sobre el mundo en el cual vivimos. No veo ninguna razón para no extender estas preguntas a los autores que amamos. Son preguntas que abordan la materialidad de nuestra existencia. 

foto: stefany aquise/ lamula.pe

Además pareciera que Rulfo es el 'autor eterno' de México, el que siempre está.

Y con justa razón. Es un autor brillante. Con trabajos que no solo están limitados a lo literario. Ha navegado con fluidez entre la fotografía, el cine, la edición, el alpinismo, etc. Fue una persona muy compleja. Hice una serie de preguntas que han resultado incómodas. ¡Qué bueno! La literatura es para eso. Imagínate si todos estuviéramos de acuerdo e hiciéramos las mismas interrogantes para seguir conservando como intocables a autores que queremos, estaríamos fritos. Sería muy aburrido. Para mí, la escritura es una invitación al pensamiento crítico. No me preocupan los altares. Me gusta pensar la lectura como una relación horizontal. Existen libros que nos invitan, con sus silencios, quiebres y fragmentaciones, a ser parte activa en el proceso de la lectura. Considero que los libros de Rulfo son así. Nos metemos y seguimos hablando de él porque -a través del tiempo y en distintas generaciones- nos ha invitado a actualizar y a mantener viva su obra con otros ojos.

Anteriormente, en otras entrevistas, has dicho que no crees en esta idea del escritor que trabaja en solitario. Más bien, escribir para ti es un estado de comunicación con otras personas porque compartimos el lenguaje ¿Cómo ayuda esta mentalidad a los escritores nóveles, por ejemplo?

Hemos vivido, por muchos años, bajo el yugo del ideal romántico del escritor que nace superdotado, una especie de downlowing divino, la historia que baja a la página. Existen varias objeciones si nos quedamos con esa visión: sospechosamente estos procesos inexplicables ponen -al otro lado- a un montón de personas: mujeres, personas pobres, hombres de otras razas y etnicidades, etc. La escritura es un proceso de trabajo, no en el sentido de empleo, sino en el de lidiar con una materia viva, ese lenguaje que viene y tomamos prestado de los practicantes de una lengua. Y por eso digo que al escribir nos conectamos más con los demás. Lidiando con la experiencia, con formas de vida que nos llegan de cerca y lejos, atravesando el tiempo y el espacio.

¿Cómo hacemos para que nuestros libros no sigan fingiendo que nacieron enteros sin haber pasaron por ningún proceso de revisión, corrección, dilema, angustia o influencia? Investigar eso es parte de nuestra tarea como escritores actuales. Creo que las tecnologías de hoy nos permiten, con mayor facilidad, crear los campos donde estas relaciones puedan ser más evidentes. Esa es una pregunta que me hago como escritora contemporánea y que me ha llevado a escribir, en cierto sentido, libros distintos a los que empecé a escribir hace 15 o 17 años. La prueba de eso es Había mucha neblina o humo o no se qué. Ahí están la investigación de campo y archivo pero también las huellas de los caminos, lecturas, citas y las voces de las personas con las que hablé.


¿Crees que es importante que la vocación literaria cohabite con otras vocaciones, una idea opuesta a la concepción del 'escritor profesional'?

La idea del escritor profesional es otro mito. Son muy pocos los que viven exclusivamente de lo que escriben, de los millones de ejemplares que venden. Y por otra parte ese éxito viene con sus propias demandas. Pareciera ser que si un libro logra el éxito tienes que seguir escribiéndolo todo el tiempo.  Creo en la idea de un escritor interdisciplinario. 

No creo que haya muros infranqueables entre lo literario y la sociología, la economía o las artes plásticas. Gran parte de nuestro ejercicio consiste en encontrar caminos de ida y vuelta entre esos múltiples campos de los saberes y la experiencia. Creo que ganamos como seres humanos cuando logramos amalgamar más herramientas para poder, si no contestar preguntas complejas, al menos plantearlas. Cuando solo vemos desde un solo entrenamiento, nuestras preguntas tienden a ser limitadas. Seguramente, no va a quedar la huella de todo lo que has leído al momento de producir un cuento, una novela o lo que llegue a ser tu texto, pero mientras más herramientas, mejor. 

Y en esa actitud hacia la exploración, ¿cuál es el papel que juegan los cursos de creación? Lo preguntó porque sé que lideras un programa de doctorado de estudios hispánicos con mención en escritura literaria.

Estoy muy orgullosa de este programa porque nace en un contexto difícil como es la llamada Era Trump. Un momento especial debido a que el español, la migración y las poblaciones mexicanas y mexico-americanas están siendo agredidas. Que la Universidad de Houston haya decidido -en estas circunstancias- apoyar de manera comprometida este programa me llena de profunda alegría. Empezamos con una primera generación de 8 participantes que vienen de distintas zonas de Latinoamérica y de Estados Unidos. En este país vivimos, aproximadamente 50 millones de hispanohablantes, alrededor de 11 millones somos bilingües. Cada día arriban más autores de lengua española. Aunque nos tardamos un poco, es un buen momento cultural pero también político para lanzar un programa de este tipo.

 Ahora bien, te imaginarás que estar en un taller de escritura creativa es benéfico para lo que hacemos. No lo tomo como enseñar a escribir. Lo que me parece fundamental, para cualquiera que quiera escribir, es la participación en la producción de comunidades que le dan relevancia a la escritura. Vivimos en un mundo que desprecia profundamente las artes y humanidades. El éxito y dinero rápido, así como las acciones que producen satisfacciones inmediatas, son muy valoradas y lo que nosotros hacemos es dejado de lado. Encontrar a personas con quienes podamos hablar de estas pasiones, y aprender con lecturas en un ambiente civil, es vital. No creo que haya una persona o una fórmula que te enseñe a escribir pero sí creo en la importancia de juntarnos, de decirle a este mundo que nuestro oficio es parte del esqueleto que nos mantiene vivos.

FOTO: STEFANY AQUISE/LAMULA.PE

Mucho se debate sobre la posición que deben tener los escritores con respecto a la sociedad, más aún en un momento de crisis global en el que estamos insertos. ¿Cómo ves ello desde tu perspectiva?

Yo puedo decirte aquello que los escritores me han aportado a mí. Cuando a través de la imaginación aprendemos que el mundo que vemos puede ser otro, existe otra lección fundamental: podemos ser ciudadanos críticos. Y eso no está basado en consignas o en un pacto de obediencia sino en la imaginación critica. Ya cada uno sabrá que hacer con esta energía, con este aprendizaje. Incluso los que dicen que la escritura debe mantenerse de lado, están asumiendo una posición política.

Y una posición política también se expresa en un intento de censura... 

Exactamente. Con mucha frecuencia, te están diciendo mucho más acerca de sí mismos que del libro. No creo que sea una cuestión de decidir. Cuando tenemos tratos con el lenguaje estamos relacionándonos con formas de producir realidad. Eso es ineludible. Cuando censuramos y borramos la existencia de muchos en nuestros archivos, estamos tomando decisiones políticas.

Los escritores siempre tomamos decisiones políticas cuando le damos más peso a una voz o cuando en las historias que contamos decidimos si un grupo tiene importancia o no. Todas estas decisiones, que tienen que ver con el lenguaje, son decisiones a través de las cuales decimos mucho sobre nuestra posición y nuestra relación con los otros.

En tu carrera has pasado por varios géneros (poesía, ensayo, novela), ¿cómo eliges el género para cada idea?

Uno no elige los géneros. No creo mucho en ese sistema de trabajo que señala que debes saber de antemano como termina tu historia para empezar a desarrollarla . Para mí, lo rico de escribir es descubrir que vas a desarrollar mientras estás escribiendo. Ya lo decía maravillosamente Marguerite Duras: “Escribir es lo que escribiríamos en caso de que escribiéramos”. Y el subjuntivo en esa frase es maravilloso. Solo haciéndolo, solo siguiendo tus materiales, vas descubriendo por dónde vas a decantar. No es una cuestión de instinto sino de trabajo. Hay que desarrollar una tolerancia por la incertidumbre porque si verdaderamente sigues tu historia, esta seguramente se va a mover por caminos distintos. Y en ese proceso vas adquiriendo ritmos distintos. Te explayas sobre la página de diferentes maneras. Aunque eso también depende del material con el cual trabajas. Por ejemplo, en relación a Había mucha neblina o humo o no se qué, yo no me dije: “Ahora voy a escribir un libro fragmentado”. No es parte de un programa que estoy obedeciendo. Se trata de explorar las preguntas que te haces y en el mismo proceso de creación seguir -ahí sí- lo que te dicen esos materiales. Estos puede ser ideas, historias, documentos de archivo, entrevistas. Tomar decisiones en el momento, en la escritura y no fuera de ella, es lo que hace rico el proceso en sí.

[Foto de portada: Stefany Aquise]

Notas relacionadas en LaMula.pe: 

Natalia Toledo: dos lenguas a una sola voz

Juan Villoro: “Trato de salvarme cobrando distancia de la arrogancia intelectual”

Leonardo Padura: "El escritor no debe crear barreras sino puentes con el lector" (video)