El presidente de Cuba, Raúl Castro, habló por primera vez en público este viernes sobre el cambio de política hacia la isla que anunció por su par estadounidense, Donald Trump, a quien acusó de "recrudecer el cerco unilateral" hacia su país, pero a su vez se mostró dispuesto a "negociar los asuntos bilaterales pendientes" con el mandatario republicano.
El octogenario líder cubano se refirió al tema en su discurso en la sesión de clausura de la Asamblea Nacional:
"Las decisiones del presidente Trump desconocen el apoyo de amplios sectores estadounidenses, incluyendo la mayoría de la emigración cubana, al levantamiento del bloqueo (embargo) y a la normalización de las relaciones y solo satisfacen los intereses de un grupo de origen cubano del sur de Florida, cada vez más aislado y minoritario".
Pero como buen político de viejo cuño y sobreviviente de la revolución, Castro dejó una puerta abierta a la negociación. "Cuba y los Estados Unidos pueden cooperar y vivir uno junto al otro, respetando las diferencias", afirmó.
Es decir, más que iniciar una escalada verbal contra el voluble presidente de EEUU, el Primer Secretario cubano busca proteger los avances logrados en el periodo de Barack Obama.
El 16 de junio pasado, Trump, en un esperado discurso en la Pequeña Habana, el corazón de la disidencia cubana en La Florida, anunció su plan para la isla, donde empleó una retórica incendiaria, dio por terminado el proceso de apertura y puso en marcha medidas punitivas, como dificultar los viajes de particulares a la isla y prohibir cualquier relación comercial con el conglomerado militar (60% de la economía). El objetivo fue contentar tanto a sus seguidores, como recompensar el apoyo electoral recibido por la disidencia cubana.
"Sabemos lo que pasa ahí y no lo olvidamos. Cuba debe legalizar los partidos, permitir elecciones supervisadas, liberar los presos y entregar a los fugitivos. Mientras no haya libertad, habrá restricciones", dijo Trump aquella vez en el simbólico Teatro Manuel Artime.
Trump ha dado un giro contundente, pero no radical, porque dejó con vida medidas adoptadas por Obama. Por ejemplo, no cerró la Embajada de La Habana, tampoco prohibió los vuelos comerciales ni los cruceros y mantuvo el permiso para viajes familiares de cubanoamericanos, clave en las remesas y los negocios particulares en la isla.
Desde ese discurso en la Pequeña Habana, el mandatario estadounidense no ha vuelto a tocar el asunto de la isla, ni siquiera en su Twitter, donde suele hablar y arremeter contra todo y todos, y tampoco ha dictado ninguna medida nueva, lo cual no ha pasado inadvertido en Cuba.
"Diez gobiernos pasaron por el poder hasta que Obama, con el mismo propósito estratégico, cambió el rumbo el 17 de diciembre de 2014. Sobre la base del respeto, se restablecieron las relaciones diplomáticas y se avanzó en algunos temas de interés común. También se modificaron algunos aspectos limitados del bloqueo; demostrando que es posible convivir de manera civilizada a pesar de las profundas diferencias", dijo Raúl Castro en su intervención ante la Asamblea de la Isla.
El líder cubano, quien se retirará de la presidencia en febrero próximo, cuestionó los nuevos lineamientos de Trump respecto a su país, pero sin la virulencia con la que Trump se refirió al tema la última vez que lo hizo.
"La Administración de Estados Unidos ha recrudecido el bloqueo al imponer nuevas restricciones a su empresariado para limitar las inversiones y los negocios, para evitar que viajen a Cuba los ciudadanos estadounidenses. Las medidas de Trump desconocen el apoyo mayoritario de sectores estadounidenses y de la mayoría de la migración y solo satisfacen a unos pocos en el sur de la Florida".
Por ello, enfatizó su voluntad de "seguir negociando los asuntos bilaterales pendientes". "Cuba y los EEUU pueden cooperar y convivir respetando las diferencias", remarcó.
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