Habló de un examigo. En el marco de un curso de verano organizado por la Universidad Complutense y la cátedra que lleva su nombre, Mario Vargas Llosa afirmó que Gabriel García Márquez, con quien cultivó una entrañable amistad por cerca de 10 años, apoyó la Revolución Cubana por pragmatismo.
Comentó, con ironía, que, en un inicio, el escritor colombiano se mostraba escéptico con la futuro de la gesta de los liderados por Fidel Castro, una postura opuesta a la que tenía el autor de Conversación en la Catedral:
"Yo era muy entusiasta de la revolución; García Márquez, muy poco", recordó el Nobel peruano. "¿Qué pasó para que aquel discreto descreído terminara haciéndose fotos con Fidel Castro?", preguntó entonces Carlos Granés, director del curso de la Complutense sobre 'Cien años de soledad'.
"[No lo sé] Yo creo que tenía un sentido práctico de la vida y sabía que era mejor estar con Cuba que contra Cuba. Así se libró del baño de mugre que cayó sobre los que fuimos críticos con la evolución de la revolución hacia el comunismo desde sus primeras posiciones, que eran más socialistas y liberales. [Es que] es la izquierda la que tiene el verdadero control de la vida cultural en todas partes del mundo", dijo el novelista peruano.
Vargas Llosa ratificó lo que muchos ya sabemos: que fue la política la que terminó separándolos y que un punto álgido que precipitó el ocaso de su amistad fue la acusación de ser espía de la CIA que esgrimió el régimen de Castro contra el poeta Heberto Padilla.
El ojo morado
Tal como lo ha hecho cada vez que se le pregunta por el golpe que le propinó García Márquez el 12 de febrero de 1976 en México, Vargas Llosa guardó la reserva con una frase: "Entramos en terrenos peligrosos. Es hora de poner fin a esta conversación". Y así siguió honrado el 'pacto entre caballeros'.
[Foto de portada: EFE ]
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