La relación de la banda británica Foals con el Perú no empieza con el concierto en Lima anunciado en octubre del año pasado. Hace 5 años vinieron como ‘opening act’ para la sección latinoamericana de la gira mundial de los Red Hot Chili Peppers. Pocos los conocían, y a todos sorprendieron con el conciertazo que se mandaron a pesar del corto set que se les permitió y de que, además, contaron con un sonido y una producción exponenciálmente menor a la de los gigantes de Los Angeles.
Al ser esa banda de las clásicas de las que uno se afana de chibolo, habían muchos adolescentes en esa fecha en el Estadio Nacional. La mayoría de ellos quedó deslumbrado, pues el quinteto liderado por Yannis Philippakis la rompió. Los chibolos que escucharon a Foals por primera vez en el Nacional esperando a los Chili Peppers allá por el 2011 crecieron, los investigaron, y escucharon los dos discos que la banda publicó desde ese entonces. Ahora, son capaces de darse el gusto de verlos de nuevo.
Es por esto que el caso de Foals es un gran ejemplo de cómo una banda internacional podría generarse una audiencia en el Perú sin necesidad de las radios. La aventura de hace 5 años (y que tuvo un episodio triste y fortuito el año pasado cuando los británicos, ya estando en Lima, tuvieron que cancelar su presentación) dio sus frutos con la fecha del viernes pasado en el C.C. Barranco Arena, un escenario con la amplitud y calidad de sonido propicia para el show.
No contentos con haber llenado el local, ninguna de las personas que fue dejó de saltar, bailar, ‘crowdsurfear’, hacer ‘mosh-pits’, y apretarse entre ella en ningún momento. El nivel de fidelidad a la música de los británicos se evidenció claramente con la anécdota de un fan que mostró su pierna ortopédica en alto durante todo el concierto, hecho que fue destacado por los medios de televisión.
En tanto al show en sí, la reacción del público no podía ser para menos. Foals es una de las pocas bandas de los últimos diez años que no ha tenido ningún bache o desvío en su evolución. Todo esto sin renunciar a los cimientos de su sonido ni a su identidad.
Desde que tomaron al mundo por sorpresa al mezclar los sonidos y patrones experimentales del post-rock con las bases rítmicas del dance-punk y el techno en su debut ‘Antidotes’ (2008); pasando por el giro a la seriedad y la emoción pura (e inusitada) en la voz de Philippakis en ‘Total Life Forever’ (2010); para lograr la solidez rock al conjugar todos los elementos anteriores en ‘Holy Fire’ (2013); hasta el ‘What Went Down’ (2025), donde la última fórmula se consagra y se le añade toques del ‘grunge’ de bandas como Pearl Jam o Soundgarden a la mezcla; cada disco de Foals es mejor que el anterior, y eso que todos son extraordinarios.
Más allá de su discografía, un punto importante en la carrera de Foals es su show en vivo. Philippakis es un ‘frontman’ emocionante. Salta, grita, da vueltas y pasitos de baile, todo mientras toca patrones complicados de guitarra. Y ni qué hablar de la banda, la calidad de la sección rítmica (compuesta por el bajista Walter Gervers y el baterista Jack Bevan) se manifiesta con mayor fuerza aquí que en los discos. El segundo guitarrista Jimmy Smith y el tecladista Edwin Congreave muestran también su gran proeza técnica e inventividad. Sus canciones no son fáciles de tocar, mucho menos de armar una fiesta con ellos. No por nada ganaron el Q Award a Mejor Banda en Vivo en el 2013.
Esa reconocida calidad musical fue la que pudieron presenciar los asistentes durante la hora y media del concierto. Como se mencionó párrafos antes, Foals tiene un largo catálogo de buenas canciones para escoger. Su setlist dice mucho de sus ambiciones, pues al tocar mayormente temas de sus últimos dos discos en vez de apoyarse cómodamente en todo lo que han hecho, demuestran que son una banda vigente que quiere mostrar más el pulso de lo que están haciendo en vez de una retrospectiva de algo que ya pasó. Y cómo hicieron vibrar el C.C. Barranco Arena haciéndolo. Que vuelvan siempre.
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