Una caja llena de documentos es el punto de inicio de un viaje por la biografía de una mujer que convirtió su vida en un poema fragmentado e indescifrable: Nos referimos a Silvia Li, protagonista de la novela La flor artificial (Cocodrilo ediciones) escrita por dos narradoras francesas radicadas en nuestro país: Christiane Félip Vidal y Sophie Canal.
Asociar el surrealismo con el Perú solo puede provocar la pronunciación de una palabra: rechazo. La protagonista del libro elaborado a cuatro manos también lo refleja. Autora de un conjunto de versos (reunidos bajo el mismo título de la novela) y de la obra de teatro Los Mirliflores, nunca conocería el reconocimiento de la crítica a causa de la incomprensión y el conservadurismo.
"Aquello que trasgrede un poco las normas no pega. Para un crítico que no tiene un bagaje cultural amplio, lo nuevo le asusta", señala Christiane. Sophie traspasa los muros de las humanidades y recoge el ángulo social. "Tiene también relación con un aspecto que pertenece a la cultura peruana : el espíritu de impedir crecer al otro cuando inicia algo nuevo", declara.
Un aislamiento artístico que acompaña a Li durante mucho tiempo. Una mujer arequipeña que se negó a ser una simple musa del fotógrafo Man Ray y cuya exploración amorosa con hombres y mujeres podría considerarse como un grito de protesta contra el rechazo de André Breton -principal exponente del surrealismo- hacia la homosexualidad.

Christiane félip vidal /foto: CHRISTHOPER CURAY
"Con Silvia toda era una posible", dice uno de los personaje del libro sobre la protagonista. Y en la novela también. La flor artificial tiene varias 'posibilidades' de escritura: ensayo, poesía, entrevista, crónica, relato intimista, etc.
"La idea era buscar la forma más completa para contar una biografía. Esta puede darse a través de sus personajes y sus obras. Incluso a partir de los diarios personales o lo que dicen los demás. Nos pareció la forma más completa de construir un perfil", explica Christiane. Sophie la escucha con atención y, algunos segundos después que su colega finaliza su intervención, añade: "Nos interesaba hacer una novela completa en un sentido exploratorio".
¿Cómo se narra una vida desde la literatura? ¿Acaso hay que Vivir para contarla, tal como nos confesó Gabriel García Márquez en sus memorias? Y más precisamente: ¿cómo se cuenta el itinerario de un personaje que no existió pero que se parece mucho a nosotros?
Y es que, en realidad, Li no caminó por las calles parisinas ni limeñas. Tampoco viajó a la selva. Por lo menos no bajo ese nombre. La identidad de la escritora/protagonista le debe mucho a Sophie. "Me identifico totalmente con ella. Los cuadernos que cuenta la experiencia de la ayahuasca son mis propias experiencias con esa planta", señala con firmeza mientras arregla su pelo que el viento intenta revolotear.
Le preguntamos a Christiane sobre Bárbara Román, un personaje que investiga la vida de la protagonista y que podría considerarse el reflejo de tantos 'detectives literarios' que han ido tras las huellas de escritores desconocidos o poco valorados en la literatura peruana. "Román trabaja, sobre todo, con la época. Inserta, con documentos, al personaje en un tiempo que fue nefasto para el surrealismo. Ella existe porque existe Silvia Li", explica.

SOPHIE CANAL /FOTO: CHRISTHOPER CURAY
Hubo un puente que unió a las autoras de La flor artificial y su nombre es César Moro (1903-1956). La amistad que 'existió' entre el creador de La tortuga ecuestre y Li no es -con el perdón de los surrealistas- un mero azar. "Quisimos hacer un doble literario. Una versión femenina de Moro", revela Christiane. Ni bien termina de construir esa oración, Sophie Canal menciona con firmeza: "Y también hacer un doble literario de nosotras. Siendo mujeres tenemos un papel contrario a Silvia Li: somos francesas en el Perú; ella era una peruana en Francia y escribía en francés como Moro".
Crear en español no es el único reto que deben enfrentar. Ambas son escritoras en un país que parece creer que la literatura es un oficio reservado solo para varones. Un síntoma que se agrava cuando llega la época de los recuentos literarios o al momento de investigar sobre los próximos títulos que se preparan en el país.
"Esta novela también es una forma de hablar de la condición femenina y del artista", declara Sophie. Christiane conecta el presente con el pasado: "Hay que pensar que la mayoría de musas del surrealistas era pintoras, pero también poetas. Breton nunca las editó. Hubo un borrón". La lucha contra ese borrón -ahora desde la literatura nacional- continúa. Quien sabe, quizás Silvia Li -dentro de diez o veinte años- se convierta en una heroína para las mujeres peruanas.
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