Si hay una voz autorizada para hablar desde la experiencia lo que es pasar de las armas a la vida política, ese es José Mujica, quien antes de llegar a ser diputado, senador y, finalmente, presidente de Uruguay fue guerrillero. En los 60 se sumó al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, época en las que empuñó el fusil.

El diario "El Tiempo" de Bogotá publicó el sábado una entrevista con el carismático líder de izquierda, sobre el proceso de paz en Colombia, que este lunes se sella de forma definitiva en la ciudad de Cartagena, con la firma de los acuerdos finales entre el gobierno y las FARC, acto que encabezarán el presidente colombiano Juan Manuel Santos y el jefe máximo de la guerrila, 'Timochenko', con la presencia de varios jefes de Estado de la región y el mundo.

Mujica, con sus característicos mensajes claros y sencillos, habló del plebiscito para refrendar la paz en Colombia, en el que los colombianos decidirán en las urnas este 2 de octubre si aceptan o no los acuerdos con las FARC para acabar con más de 50 años de guerra.

El exmandatario uruguayo calificó de "ridículo" el temor de ciertos sectores que se oponen a que las FARC dejen las armas y pasen a formar parte de la vida política del país.

"Las FARC tendrán que conquistar en la política voluntades que la acompañen, pero no por el ayer sino por el mañana. La naturaleza nos colocó los ojos hacia adelante. Las mayorías están preocupadas por el mañana y el pasado mañana, pero no por el ayer. Yo fui guerrillero. Llegué a presidente, no por haber sido guerrillero sino por lo que hice después. Llegué porque estuve años trabajando desde el Parlamento defendiendo la causa de la gente y atendiendo conflictos sociales".

Mujica entiende, como muchos, que la paz es mejor que la guerra bajo cualquier circunstancia. Pero eso no quiere decir que el camino que los colombianos deben transitar en adelante será fácil, ni que todos los problemas del país desaparecerán como por arte de magia, pero Colombia será una nación mucho más viable.

"Si Colombia dice ‘No’ (en el plebiscito), daría la impresión de ser un pueblo esquizofrénico que se aferra a la guerra como forma de vida. América Latina difícilmente lo entendería y sería una frustración para lo mejor de Colombia. ¿Quiere decir esto que la paz soluciona todos los problemas? ¿Quiere decir que, al otro día de firmar la paz, todos tendrán trabajo? ¿Que el salario sobrará y todos vivirán en un paraíso? No, desde luego que no".

De hecho, con la paz, subraya el líder de la izquierda latinoamericana, Colombia debe a empezar a saldar las deudas históricas que tiene con su pueblo, y cerrar las grandes desigualdades sociales y laborales que crearon las condiciones para el nacimiento de las FARC.

"En cuanto a derechos laborales, Colombia parece un país primitivo. ¡Es una paradoja! Es un país riquísimo y está entre los países más desiguales del mundo. ¿Es lo que merece Colombia con los recursos que tiene? No. La guerra es un despilfarro espantoso de energía. Despilfarran energía en la guerrilla, despilfarran energía en el ejército, y ese mismo esfuerzo podría ser usado en políticas sociales y desarrollo".

Mujica invocó al ELN (Ejército de Liberación Nacional), el otro grupo subversivo en Colombia, a que repiensen su rechazo al diálogo con las autoridades para dejar las armas, y opten por el camino que siguió las FARC.

"La guerra no puede ser un objetivo de vida. En las viejas definiciones académicas de la guerra, esta se hace por una paz mejor, pero el objetivo no es la guerra, sino la paz. Si vamos a vivir en guerra permanente, estamos locos".

Pepe, como lo dicen sus amigos y colegas, considera que los exguerrilleros que se desmovilicen pueden aportar mucho a Colombia.

"Que se inserten en la sociedad, que trabajen, que usen la experiencia que tienen en el campo en favor del desarrollo agrario, del campesinado, de la inclusión, de las escuelas, de infraestructuras y de muchas cosas más, y que luchen de civil por todo eso"

El reto del postconflicto

Desde abril del próximo año, Mujica será parte de una comisión de verificación en Colombia. Desde ahí, ya cuando hayan pasado los aplausos, espera aportar toda su experiencia para materializar lo pactado. Sabe que no será fácil, porque es en esos momentos, cuando los reflectores ya se apagaron, en que empiezan a surgir los líos y desavenencias.

"Haré todo lo que pueda por la construcción de la paz por tres razones: por Colombia, por América y por el mundo. El ser humano ha llegado a un estadio en el cual tiene que plantearse salir de la prehistoria. Hay que archivar las armas como recurso para dirimir nuestras diferencias. Tenemos que salir de esto. ¿Por qué? Porque el hombre nunca tuvo tanta fuerza como hoy día. Si seguimos en esa lógica de guerra, estaremos expuestos a que un día aparezca un loco de mierda con posibilidades de apretar el botón y armar un desastre".

Y destacó que la característica más grande de nuestra especie es la capacidad de crear civilización.

"Es una construcción colectiva, acumulativa y permanente. Ahora hay que dar otro salto de progreso: frenar el egoísmo, masificar la cultura y pensar las cosas para que la gente pueda ser más feliz. Lo que estoy diciendo parece una pavada, pero si dejamos que una metrópolis tenga 20 millones de habitantes y que el grueso de la gente tenga que gastar tres o cuatro horas por día para ir a trabajar, cabe preguntarse: ¿podrán ser felices? Sí podrán tener todos los adelantos tecnológicos que quieran, pero no serán felices. Estarán condenados porque no tuvimos la previsión de pensarnos la ciudad. Todo está organizado por la conveniencia del mercado, por la ley del bolsillo, por la inversión inmobiliaria, y no se piensa en el ser humano. Cualquiera debe tener condiciones para ser feliz. Repensar… eso requiere una cultura distinta".

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