La última de la trilogía de marchas contra el fujimorismo que se han llevado cabo en estas elecciones, parecía ser la que contaba con menos confianza en su éxito por parte de la ciudadanía. Que Keiko Fujimori tenga una intención de voto de 45,9%, a pesar de la montaña de cadáveres que tiene en el closet su partido, es desolador.
Al llegar a la plaza San Martín ese temor parecía confirmarse. Casi la mitad de concurrencia a comparación con la ejemplar manifestación del 5 de abril. Una gran parte de ella -claramente la más bulliciosa- era la que casi siempre ocupa este espacio. La gente de la clásica ‘agora popular’ de la plaza se juntaba en pequeños círculos, discutiendo con arengas, convenciendo a los vendedores ambulantes. Hablando de “los japoneses y los norteamericanos tomando nuestro país en estas elecciones”.
Ante este escenario asomaba una pregunta, ¿dónde están las clases intelectuales, los universitarios, los que protagonizaron las anteriores dos marchas? ¿Quién se ha “puesto el alma” para hoy? Aparecieron algunos grupos que no podían faltar, los colectivos de indignados, las organizaciones de familiares de las víctimas. A ellos los pusieron al frente de la fila. Pero la incertidumbre aún asolaba cuando la masa empezó a marchar.
Pero las primeras imágenes de la tarde cambiaron rápidamente de tono. La gente apareció y el tamaño de esta empezó a crecer exponencialmente, al punto de terminar siendo la más grande de las tres marchas contra el fujimorismo organizadas en estas elecciones.
Por lo visto, los organizadores habían previsto este desarrollo. La larga ruta planteada facilitó que se logre, en el punto más álgido, ocupar 3,5 kilómetros de las principales avenidas del centro de Lima. Además, en esta oportunidad, en vez de ser la plaza San Martín el inicio y punto final, se la rodeó y se siguió a la plaza Dos de Mayo. Esto ocasionó que se llenen dos plazas al mismo tiempo, ya que mucha gente dio por concluida su participación y se quedó en la primera.
Con este cambio también apareció la posibilidad de hacer un mitin final donde aparezcan todas las figuras políticas que habían estado en la calle. Desde Verónika Mendoza y las figuras del Frente Amplio, Peruanos por el Kambio, Acción Popular, las organizaciones de derechos humanos hasta el más aclamado de la noche, ‘Popy’ Olivera. Todos ellos tuvieron sus turnos para denunciar los crímenes del fujimorismo y exhortar a que se vote contra ellos.
La marcha del 5 de abril, que fue vista como un éxito por la participación de 40 mil personas, fue la de la urgencia contra el fraude y la amenaza que se avecinaba. Pero esta ha sido la de la unidad de todas las fuerzas políticas, la de la defensa a ultranza por la democracia. Una democracia por la cual, como lo demostraron 60 mil personas esta vez, no es válido resignarse.
Si al final de todo pasa que -a pesar de estos esfuerzos por revertir la situación- no se logra evitar que el fujimorismo regrese al poder, la marcha ha constatado que hay luchadores dispuestos a fajarse las batallas por venir. Que hay mucha gente que no se desmotiva a pesar de lo triste de una situación. Si Keiko llega al poder no la va a tener fácil. Pero solo si llega.
(Foto de portada: Adrián Portugal/lamula.pe)
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