El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, se reunió ayer con el rey Salmán de Arabia Saudita para coordinar esfuerzos y así hacerle frente a las amenazas de seguridad en la región. Sin embargo, mientras que para el mandatario estadounidense la prioridad es combatir la ofensiva del Estado Islámico, para su anfitrión la principal preocupación es el expansionismo de Irán.
Es así que estas diferencias han eclipsado el encuentro, el primero desde la celebración del acuerdo nuclear con Irán, el mismo que se completará hoy con la presencia de Obama en una cumbre de los Estados árabes del Golfo.
Cabe indicar que esta es la cuarta visita del presidente de Estados Unidos al Reino del Desierto, y con alta probabilidad de que sea la última antes de que su mandato termine el próximo enero.
Durante dos horas, ambos gobernantes conservaron en el palacio de Erga en presencia de los príncipes más influyentes, entre ellos el heredero y ministro del Interior, Mohamed Bin Nayerf, y el viceheredero, hijo del rey y verdadero hombre fuerte del país, Mohamed Bin Salmán.
Obama se mostró especialmente franco, como nunca antes había sido otro presidente frente a los monarcas árabes, y afirmó que debían encontrar una forma de 'compartir el vecindario con Irán' y centrarse más en las reformas internas que en la supuesta amenaza iraní.
Estos comentarios no le cayeron nada bien tanto a la familia real saudí como a sus aliados en el Consejo de Cooperación del Golfo, el mismo que incluye a Kuwait, Qatar, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos y Omán. Y es que todos estos países, con monarquías suníes excepto Omán, ven al Irán chií como una amenaza para su seguridad.
Los saudíes se encuentran bastante preocupados por la influencia de la República Islámica en Siria, Líbano e Irak; es así que han adoptado la doctrina Salmán, una política más militarizada hacia los conflictos regionales. De allí se infiere la desconfianza con la que recibieron la decisión de Obama de no intervenir en el conflicto en Siria, así como el acuerdo nuclear impulsado por su administración y cuyos beneficios podrían alentar, según ellos, al expansionismo iraní. Al respecto, el analista saudí y director del Gulf Research Center, Abdulaziz Sager, indicó:
“El presidente de EE. UU. tiene que entender que la lucha contra el ISIS no tendrá éxito hasta que no se haga realidad una solución para una nueva Siria sin El Asad, y que no puede abrirse un nuevo capítulo en las relaciones con Irán hasta que Teherán no cambie las políticas hacia sus vecinos”.
Por su parte, la Casa Blanca comparte la preocupación de las monarquías árabes sobre el rol desestabilizador de Teherán, pero al mismo tiempo defiende la necesidad de que alcancen una especie de 'paz fría' para que su rivalidad no agrave aún más las tensiones en Oriente Próximo. Es por ello que viene tratando de convencer a sus interlocutores de que no los ha abandonado y que está dispuesto a profundizar en todo lo que respecta a seguridad.
En ese sentido, el secretario de Defensa de los Estados Unidos, Ash Carter, ofreció a sus colegas árabes un aumento de la colaboración en operaciones especiales y capacidades marítimas o cibernéticas.
Asimismo, el secretario general del Consejo de Cooperación del Golfo, Abdulatif al Zayani, dijo que Estados Unidos y los miembros de su grupo realizarán recorridos en patrullas marítimas conjuntas para evitar que Irán envíe armas a Yemen, un hecho que siempre ha negado Teherán.
(Con información de elpais.com)
(Foto de cabecera: EFE)
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