Para que el recientemente polémico buffete de abogados panameño Mossack Fonseca pueda verse en la libertad de ayudar a decenas de miles de empresas a eludir impuestos en todo Occidente, primero fue necesario inventar todo un país. 

Todo comenzó en la época de la doctrina Monroe resumida bajo la frase 'América para los americanos', la misma que establecía que cualquier intervención de Europa en América fuese vista como un acto de agresión que requería la intervención de los Estados Unidos. Es así que Theodore Roosevelt tomó la idea para defender como justa la intervención de la potencia en Cuba, entonces territorio español (1898). 

Es de esta manera que cuando llegó a la jefatura de la Casa Blanca tres años después, Roosevelt, aficionado a la caza mayor y a convertir a Estados Unidos en el guardián del mundo, ya tenía medio camino hecho. 

Eran los comienzos del siglo XX y, como recuerda The Guardian, la banca neoyorquina exigió al presidente que inventase un país de la nada. Al frente de este poderoso sector financiero estaba un viejo conocido de la política mundial: JPMorgan. 

Juntos obligaron a Colombia para que cediese una parte importante de su territorio, el istmo que une a las dos mitades del continente y que, aunque aún no tenía permiso para el tráfico naval, ya era un punto de transbordo privilegiado para las cargas que viajaban entre las dos costas de los Estados Unidos a través de la Panama Railroad Company. Pero ¿Por qué Colombia accedió?

Los ingresos fiscales por las actividades de la ferroviaria daban a Colombia mucho más de lo que Bogotá devolvía en inversiones a esa lejana zona del país. Es así que a la élite local ya no le faltaba excusas para ponerse del lado de los estadounidenses.

Ese era el contexto cuando en 1902, Estados Unidos compra a la empresa francesa que promovía el nuevo canal, las tierras donde iba ser construido. Un año después a inicios de 1903, la administración de Roosevelt, más segura que nunca, forzó al Gobierno colombiano a firmar un tratado con condiciones tan injustas que el legislativo del país sudamericano terminó rechazándolo. 

Y así habría permanecido todo si las cláusulas que deberían regir el derecho internacional se hubiesen respetado y aplicado. Sin embargo, la poderosa Armada de los Estados Unidos intervino y sugirió a los panameños que cualquier intento por independizarse contaría con su apoyo. Es así que luego de proclamar la 'revolución de Panamá', una farsa creada por uno de los promotores franceses del canal y por las 'carroñeras' de EEUU, a Colombia no le quedó más opción que resignarse. 

Pero los intereses de Estados Unidos no solo habían ganado un país, sino que por 10 millones de dólares de la época se hicieron con el control de la vía marítima, que se convirtió en parte del territorio estadounidense, es decir, un país ficticio dentro de otro país ficticio. 

El sistema de dominación colonial, que no distaba en nada de lo que Reino Unido había hecho antes con Estados Unidos, ni de lo que por ese entonces hacía con África, no solo permitió terminar en canal en 1914, sino que también sirvió para que JPMorgan concretara con su plan: convertir al micropaís en un centro de evasión que facilitara a las compañías esquivar impuestos. 

La primera de estas empresas fue Standard Oil, una petrolífera que comenzó a registrar en el territorio los barcos en los que transportaba el crudo. Esto le permitió también servir alcohol en las embarcaciones estadounidenses que navegaban con la bandera panameña durante la Ley Seca. 

En los años siguientes, ya con la asesoría directa de Wall Street, Panamá desarrolló buena parte del entramado normativo que luego fue aprovechado por los evasores de impuestos, que iban desde miembros de la élite política y empresarial hasta narcotraficantes. 

Hoy el país es solo el primer canal de una estructura financiera por la que cada año se cuelan centenares de millones de dólares, los mismos que son propiedad de todos los contribuyentes. El nefasto sistema se alimenta por el mismo descaro que permitió la creación de Panamá, y que hace que la mayoría de paraísos fiscales sean solo unos títeres de los mismos Estados que afirman perseguirlos. 

Por su parte, Panamá lamentó haberse llevado la 'peor parte' en el escándalo de los 'Panama Papers', a pesar de que solo el 20% de las más de 200.000 sociedades investigadas fueron inscritas en ese país. 

En ese sentido, la embajadora panameña en Madrid, María Mercedes de la Guardia de Corró, recordó que su Gobierno 'cooperará vigorosamente con cualquier solicitud o asistencia que sea necesaria en el caso de que se desarrolle algún proceso judicial en relación con las personas vinculadas a los Panama Papers'.

Asimismo, el reconocido músico Rubén Blades también defendió a su país asegurando que 'Mossack Fonseca no representa a Panamá' y que solo es una empresa legal que opera en y desde su nación. 

(Con información de EFE y eleconomista.es)

(Foto de cabecera: revistasumma.com)

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