Este año, cinco gigantes de la cinematografía compiten por el Oscar a Mejor fotografía. Richard Deakins, de Sicario, ha sido nominado trece veces. Robert Richardson, de The Hateful Eight, ha sido nominado siete, de las que ha ganado tres. Edward Lachman, de Carol, es el menos legendario y recibe esta vez su segunda nominación. John Seale, de Mad Max: Fury Road, ha ganado una vez antes y es responsable de titanes de la taquilla como Harry Potter and The Sorcerer's Stone. Emmanuel Lubezki, de The Revenant, ha sido nominado ocho veces, de las que ha ganado las dos últimas en 2014 y 2015.

La buena racha de Lubezki parece destinada a seguir: las últimas tres películas que ha filmado -Gravity, Birdman y The Revenant- han sido nominadas al Oscar no solo por la fotografía sino en la categoría de Mejor película. Además, este año Lubezki va por su tercer Oscar consecutivo, lo que lo convertiría en uno de solo diez directores de fotografía que se han llevado tres estatuillas y en el primero en ganar tres seguidos. Sería extraño que el 'Chivo' Lubezki no gane en la ceremonia de este domingo: The Revenant tiene muchos méritos, pero -como en su anterior proyecto con el director Alejandro G. Iñárritu, Birdman- la fotografía es el fundamento de su éxito en todos los niveles.

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Lo que pasa es que Lubezki ha desarrollado una especie de método conceptual para inventarse la fotografía en movimiento de cada película en la que trabaja. Para cada proyecto parece realizar un análisis profundo de la estructura dramática y el significado de la historia que va a narrar con imágenes. Así, y solo contando sus nominadas durante los últimos cinco años, filmó a contraluz casi todo Tree of Life (de Terrence Malick): la historia de un padre creyente en Dios al que se le escapa la iluminación de la religión. En Gravity, de Alfonso Cuarón, usaba el movimiento como herramienta para transmitir el pánico y la falta de límites del espacio. Para Birdman, su anterior colaboración con Iñárritu, Lubezki propuso hacer una película de dos horas que, en apariencia, era una sola toma.

Esta vez, en The Revenant, Iñárritu le volvió a dar tanta libertad fotográfica a Lubezki que la producción se convirtió en un infierno (aunque los publicistas hayan conseguido convertir esa imagen en una leyenda de lucha por realizar un sueño cinematográfico). Fijado en la idea de filmar solamente con luz natural y en locaciones reales, el elenco y equipo de The Revenant pasó nueve meses en el extremo norte del continente americano. Además, Lubezki exigía filmar solamente durante la 'hora mágica': esa hora durante las primeras y las últimas luces del día en que el mundo se tiñe de tonos que las luces de estudio solo consiguen en post producción. 

El toque final del director de fotografía favorito de Cuarón, Malick e Iñárritu fue filmar casi toda la película en planos contra picados: de abajo hacia arriba, como si el espectador fuese una criatura más sometida a la violencia de la naturaleza y la humanidad. Sin estas decisiones extremas, The Revenant no sería la película profundamente angustiante (y extrañamente esperanzadora) que es, y no cabe duda de que no estaría nominada a doce premios Oscar.

Dicho esto, no cabe duda de que los demás directores de fotografía de la categoría han obtenido resultados espectaculares en sus respectivas películas. Roger Deakins, en Sicario, explota los contrastes entre el lado sur y el norte de la frontera mexicoamericana. Con trece nominaciones y ninguna victoria, Deakins es uno de los grandes directores de fotografía de nuestros tiempos, aunque la fortuna nunca parece sonreírle en cuanto a la competencia que le toca.

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Robert Richardson, por su parte, está nominado por tercera vez por una colaboración con Quentin Tarantino, en The Hateful Eight. Aunque el último lanzamiento de Tarantino no obtuvo el furor al que el director está acostumbrado, su nominación en la categoría de Mejor fotografía es sólida y un justo reconocimiento a Richardson.

Quizá el director de fotografía que le hace más consistentemente la competencia a Lubezki es Edward Lachman, el cinematógrafo de Carol. En esta película de época, la fotografía es fundamental para transmitir las emociones reprimidas y los miedos de las dos protagonistas, cuyo drama es haberse enamorado en la época equivocada. Además de las actuaciones, la potencia de Carol se debe en gran parte al tratamiento de la imagen.

El último director de fotografía de la lista es John Seale, de Mad Max: Fury Road. Para hacer esta película, George Miller le pidió a Seale, que tiene 73 años, que salga del retiro, y el resultado es sin duda espectacular (y poco convencional). Además, la nominación de Seale al Oscar forma parte de una tendencia que, aunque este año no se ha mostrado, ha crecido durante los últimos diez años: cada vez más, la categoría de Mejor fotografía es melliza de la de Mejores efectos visuales. Quizá el ejemplo extremo es el de Lubezki en Gravity: el diseño de fotografía en movimiento es espectacular, pero sería sencillamente imposible sin el recurso a efectos no solo visuales, sino computarizados.

En el caso de Fury Road, Seale ha trabajado en coordinación no solo con el departamento de efectos visuales sino también con Margaret Sixel, la editora. Que Fury Road esté nominada para las tres cosas es un fuerte indicador de cómo Miller ha conseguido convertir su película en una verdadera experiencia cinematográfica, poniendo aun más en evidencia hasta qué punto la película del director australiano compite directamente con The Revenant, de Lubezki e Iñárritu.


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