The Big Short sigue los pasos de tres grupos de hombres que se adelantaron al colapso de la burbuja inmobiliaria que causó la crisis financiera global de 2008, adaptando algunas de las líneas dramáticas del libro de no-ficción del mismo nombre publicado por Michael Lewis en 2010. 

El primero en darse cuenta de la inminencia del desastre es Michael Burry, un administrador de inversiones con paupérrimas habilidades sociales (en la vida real, Burry tiene síndrome de Asperger) que decide usar todo el dinero de sus inversionistas en apostar contra el mercado inmobiliario que en el momento se creía perfectamente estable. A partir de las reuniones de Burry con los banqueros, que le permitían incrédulos darles millones de dólares que solo podía recuperar si su supuestamente improbable predicción se cumplía, se empieza a correr la voz de esta idea alocada, y algunos excéntricos del mundo financiero deciden asumir el mismo riesgo.

The Big Short es, en general, una película bastante formularia acerca del mundo financiero: un montaje acelerado, dos de las cuatro o cinco mujeres que hablan están desnudas, una aventura cuya única finalidad real es ganar millones de dólares a costa de los banqueros ‘estúpidos’. Sin embargo, en última instancia el tono cómico del filme es solo una envoltura para un mensaje más bien sombrío y un final definitivamente pesimista. En este sentido, es interesante la aproximación de The Big Short a cómo van cambiando las emociones de los jugadores respecto a su apuesta en contra de la economía global.

christian bale en the big short

Así, la paradoja en la que se basa el guion coescrito por el director Adam McKay y Charles Randolph es proponer a un grupo de personajes que están fundamentalmente decepcionados del sistema financiero y sin embargo tan insertos en él que son capaces de beneficiarse por el colapso sin tratar de hacer algo por evitarlo. Dos evoluciones de esta línea son especialmente poderosas. Por un lado, la de los jóvenes inversionistas Charlie Geller (John Magaro) y Jamie Shipley (Finn Wittrock) que, con ayuda de Ben Rickert (Brad Pitt), consiguen entrar en el juego y salir con gigantescas ganancias. Rickert, un banquero retirado, se encarga de hacerlos dar cuenta de que están apostando contra millones de personas que, si se cumplen las predicciones, perderán su trabajo y su hogar.

Por otro lado, quizá el recorrido más intenso es el de Mark Baum (Steve Carell), un administrador de inversiones que se considera a sí mismo el único banquero con principios en Wall Street. La actuación de Carell lleva tanto los momentos más cómicos como los más dramáticos de The Big Short: su personaje se ve obligado a darse cuenta no solo del nivel de corrupción y completo desinterés por el mundo de sus colegas financieros sino también de que él mismo se está mintiendo al pensarse distinto y mejor que ellos. Además, The Big Short le debe la ligereza de su tono al contrapunto por momentos hilarante de Carell con el personaje de Ryan Gosling, un ejecutivo que solo tiene interés por sus propias ganancias.

El personaje de Christian Bale, por su parte, le ha valido su tercera nominación a los premios Oscar, merecida por su actuación pero quizá no tanto por su rol en la película. Burry da la voz de alarma y tiene la genialidad de ver la debilidad de un sistema que todos creían (o fingían creer) a prueba de todo, pero el resto de su intervención se restringe a lo interesante que siempre es ver a un personaje con pocas habilidades sociales tratando de lidiar con el mundo. Bale, cómo no, presenta una caracterización de lujo, producto sin duda de un trabajo de actuación de método que le permite perderse en el personaje.

Hamish Linklater y steve carell en the big short

Sin embargo, en cuanto a la construcción del guion, el personaje de Burry no solo no es imprescindible, sino que podría haber sido reemplazado por otro personaje que aparece en el libro de Lewis y que también predijo la crisis: Meredith Whitney, una analista financiera que alertó a Citigroup, llamando la atención de la prensa y de otros grupos financieros. Así, el elenco de The Big Short podría haber sido un poquito más diverso en vez de encajar todo su esfuerzo de inclusión no solo de género sino también de raza en la jefa terca de Mark Baum, la única persona no blanca y la única mujer que participa en la trama principal de la película.

The Big Short recibió la semana pasada cinco nominaciones al Oscar: Mejor película, Mejor director, Mejor actor de reparto, Mejor guion adaptado y Mejor montaje. Indudablemente se merece las de Mejor montaje y Mejor actor de reparto, pero la doble nominación de McKay como director y como guionista parece exagerada y sintomática del conservadurismo de los miembros de la Academia: satisfechos consigo mismos por haber visto una película sobre la decadencia del capitalismo, regresan a sus vidas multimillonarias poniendo un granito de arena al votar por una película con mensaje político que no deja de ser entretenida.

Divertida como es, y en última instancia un poco deprimente, esta película cumple con entregar su mensaje, pero lo hace desde un formato mucho más tradicional y seguro que el de, por ejemplo, Carol, a la que parece haberle quitado el puesto en las categorías de dirección e incluso de Mejor película. Una vez más, a Hollywood le gana su propia falta de imaginación, dándole preferencia a un producto bueno y tradicional frente a otros excelentes, pero arriesgados.


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