NN no es una película sobre el pasado violento del país que invade al presente. Es una película sobre la presencia inamovible del conflicto armado interno peruano en las vidas de miles de personas cuyos familiares desaparecieron contra su voluntad y en las de un grupo reducido de profesionales que tratan de restituirles por lo menos los huesos de sus seres queridos. En ese presente, los grandes culpables no son los terroristas, ni tampoco el Ejército peruano. El culpable es el Estado, que convierte la lucha de los familiares por recuperar los restos en una especie de cadena orwelliana de procesos burocráticos.
Héctor Gálvez, el guionista y director de NN, cuenta una historia bastante simple en la que una mujer, Graciela, cree que un cadáver exhumado que lleva una chompa azul es el de su esposo. El antropólogo forense encargado del caso, Fidel, se ve en la necesidad de cumplir todos los procesos que requiere el Estado, sabiendo que no es probable que el desenlace sea positivo. Esta narración es la guía de NN, pero no tiene un lugar central en la película: lo que pretende Gálvez es mostrar la atmósfera en la que ambas perspectivas sobre el mismo tema -sobre el mismo cadáver- se encuentran.
Este es el tercer largometraje en el que Gálvez se desempeña como director, y ha sido elegido para representar a Perú en los premios Oscar de 2016. El primero fue un documental, Lucanamarca, en el que narra cómo recibió esa comunidad, en 2003, la exhumación de los 69 restos de personas masacradas en 1980. Después, Gálvez escribió y dirigió Paraíso, una película de ficción sobre jóvenes marginales que sobrevivieron al conflicto. Ahora, en NN, el cineasta mantiene la intención de mostrar la historia de las personas que, es fácil olvidarlo, siguen viviendo las consecuencias de la violencia política.
- Tu primer trabajo como director fue el documental Lucanamarca, y NN no es un documental, pero imagino que mantienes cierto rigor de ese trabajo. ¿Cómo fue el proceso de investigación para esta película?
- Pretendo mantener el rigor, pero en una ficción tienes que darte la libertad de mentir, de recrear cosas. Es otro chip que el del documental. El largometraje Lucanamarca, que co-dirigí, se hizo bajo el mandato de la CVR, así que yo ya había estado cerca de una exhumación en particular. El punto de vista del documental era la comunidad de Lucanamarca, y en NN la ficción relata el de los antropólogos forenses. Para la investigación, cuando ya sabía de qué iba a tratar la película, decidí reunirme con José Pablo Baraybar, director del Equipo Peruano de Antropología Forense, que para buena suerte mía en ese momento estaba en casa y no podía chambear. Él y otros antropólogos forenses me contaron sus experiencias particulares de exhumaciones.
- NN también es una crítica al statu quo del proceso de las exhumaciones. ¿Cómo funciona actualmente ese proceso?
Las exhumaciones están enmarcadas en un proceso judicial, y para abrir ese proceso tiene que abrirse el caso, designar un fiscal. La exhumación es parte de ese proceso de investigación fiscal. A mí me han contado cosas trágicas, como que exhuman un cuerpo y les dicen a los familiares que tienen que esperar dos años porque los restos son parte de la evidencia para el caso judicial, así que hasta que no se sentencie no pueden entregar los restos ni decirles nada con certeza. A algunos familiares ya no les interesa saber quiénes son los culpables, y en la película tampoco me importa decir quién desapareció a esa persona, si el estado o los terroristas. No es que no sea importante, sino que la ficción trata de esta señora que quiere recuperar a su marido y darle una digna sepultura.
- ¿Fidel, el personaje de Paul Vega, está basado en José Pablo Baraybar?
- No. Está armado de una serie de construcciones mías, y el personaje termina haciendo cosas que no haría ningún antropólogo forense. Menos aun José Pablo Baraybar. El conflicto del personaje es entre lo humano y lo ético. En eso sí hay rasgos de José Pablo y de los antropólogos forenses en general: relacionarse con los familiares. Para los familiares los antropólogos forenses son, poniéndolo de una manera burda, los que te pueden subir o bajar el dedo. Algunos de ellos están treinta años buscando a su esposo, a su hijo y los antropólogos representan esa luz, si quieres llamarlo así.
- Y pareciera que deciden.
- Pero no como un juez, sino por una cuestión científica.
- El personaje de Vega, Fidel, se contrasta en NN con el de Manuel Gold. ¿Por qué escogieron a Gold? No es el tipo de papel que él hace.
- Quería a alguien joven. Manuel es payaso, pero tiene una mirada un poco melancólica. Es la primera chamba del personaje, y se mete de antropólogo forense. Ahí ve a lo que se puede llegar a meter. Lo que quise hacer con los antropólogos forenses es que Paul Vega y Lucho Cáceres sean los más curtidos, mientras Manuel Gold entra y se pregunta si en eso va a llegar a convertirse. Hay grados y hay un cinismo porque tienes que sobrellevar lo que ves. Yo conocía a unos antropólogos forenses que tenían un humor negro terrible, me decían que no se podían poner a llorar ante cada exhumación que hacían. Había grados de estrés terribles, épocas en que comían y no podían sentir ningún sabor. José Pablo Baraybar decía que sabía que los restos le estaban diciendo algo. Es lo que le pasa al personaje del antropólogo forense: si han encontrado ese cuerpo y esa fotografía borrosa está ahí tiene que ser por algo, tiene que tratar de interpretarla, entenderla.
- M.S.A., la obra con la que quedaste finalista en el concurso de dramaturgia Sala de Parto, también es sobre los desaparecidos y sus familias. ¿Qué es lo que te ha llamado a estudiar tanto el conflicto armado interno?
- El destino me fue llevando por ahí. Mi primer trabajo, que sencillamente me daba un ingreso, fue en una ONG de desplazados. Fui ahí a fines de los noventa porque un amigo me dijo que necesitaban a alguien. Yo no sabía nada de desplazados, poco sabíamos de la violencia política. Después una productora me invitó a trabajar con ellos haciendo guiones y pequeños videos. En los meses siguientes inició el mandato de la CVR y le encargaron a esa empresa hacer todas las audiencias públicas y el documental. Me mandaron y así me metí al tema de la violencia política. Yo me pregunto qué hacer con todas las cosas que he visto, observado, que me han contado. He decidido canibalizarlas, transformarlas en ficción y documental. No sé cuánto tiempo más estaré haciendo este tipo de historias.
- NN coincide con que ahora hay una especie de oleada de cine sobre el conflicto, ¿no? Con Magallanes, La hora azul, La última noticia...
Es raro, sí. Una vez oí decir a Carlos Iván Degregori algo que me parece muy cierto: cuando una sociedad vive un trauma tan fuerte tienen que pasar años para que la gente procese y vuelva a verbalizar, a querer verlo. Salvo películas que se hicieron en el momento, como La boca del lobo, han pasado muchos años para que la gente vuelva a tratar de ver, hablar, reflexionar. Pero en el caso de NN no se trata del pasado. Es algo tan actual, tan urgente y coyuntural que hay una asociación de familiares de desaparecidos para buscar la aprobación de una ley. Son 15 mil desaparecidos y treinta años buscando porque falta crear un plan de búsqueda de desaparecidos. Para los familiares no es pasado, sino presente. Si alguien no llega a casa tú no dejas de esperar que llegue.
- Hicieron una proyección de la película con familiares de desaparecidos. ¿Cómo fue?
- La mayoría son mujeres que están en búsqueda. Sintonizaban, reconocían cosas de la película. El final también lo entendieron clarísimo. Eso es algo que a mí me preocupaba: cómo iban a tomar el final. Sentí que entre las señoras se hacen compañía, sobrellevan esta cosa que, si la llevas de manera individual, te puede llevar a la locura. Con el apoyo de saber que tienes un drama similar puedes hablarlo, hacer fuerza por eso. Te mantiene a flote.
- ¿Qué planes tienes ahora en el cine?
Tengo una idea de ficción, una historia alejada de estos temas, más ligera. La tengo dando vueltas, pero todavía no me atrevo a sentarme a escribir. Hacer una película es harta chamba y saber que te vas a dedicar, no digo a tiempo completo, pero unos dos años y medio a ella. Esta película es un poco más pequeña en términos de producción, en parte sobre cosas que yo hacía cuando terminé de estudiar los cursos de producción de televisión y grababa matrimonios, cosas que sucedían ahí. Quiero reírme un poco.
[Foto de portada: Raúl García / LaMula.pe]
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