En Magallanes, dos personajes perseguidos por su pasado se ven, después de muchos años, obligados a enfrentarse con él cara a cara. Uno de ellos, el titular Magallanes (Damián Alcázar), es un ex militar que trabajó en Huanta durante el conflicto armado interno peruano. La otra, Celina (Magaly Solier) fue víctima de las terribles acciones del Ejército en esa zona cuando tenía 14 años. 

Tras volver a Lima, Magallanes se ha convertido en taxista, aunque mantiene un vínculo con el coronel que fuera su superior en la época del conflicto. Celina, por su parte, también está en la capital, y ha puesto una peluquería por la que se ha endeudado más allá de sus posibilidades. Magallanes reconoce a Celina cuando ella se sube a su taxi, y la película gira en torno a sus intentos para redimirse por las atrocidades que el coronel cometió contra ella, y de las que él mismo fue cómplice. 

damián alcázar en magallanes

Esta es la ópera prima de Salvador del Solar, escrita y dirigida por él con una paciencia y minuciosidad sorprendentes. Quizá por un exceso de minucia, algunos elementos del guion pueden parecer calculados, algunas simbologías demasiado cargadas, pero el resultado completo consigue más que compensar por esos momentos de rigidez en la escritura. En cuanto a su trabajo como director, del Solar luce un reparto de primera en una película con escenas de adrenalina (véase esa increíble escena en Polvos Azules) y de drama bien distribuidas.

Con una narración casi íntegramente en primera persona, el Magallanes de Alcázar transita por Lima relacionándose con personajes que representan, cada uno, algún aspecto de su pasado oscuro. La irrupción de Celina en su rutina pone en evidencia no solo la culpa de Magallanes y su urgencia por expiarla sino, más paulatinamente, unas dimensiones oscuras de su carácter que terminan por descalificarlo como héroe. En este sentido, la elección de Magallanes como personaje principal es interesante y es revelador que del Solar cuente que fue el cuarto protagonista con el que trabajó. Un hombre que en el fondo es bueno, pero no está libre de responsabilidad por sus acciones pasadas, se castiga a sí mismo duramente (vive en una pocilga, no crea lazos con nadie) pero a la vez es ciego frente a sus propios defectos.

magaly solier en magallanes

El otro personaje principal es Celina, que le ha valido un premio a Mejor Actriz en el Festival de Cine de Lima a Magaly Solier. Celina es joven, pero tiene -ha tenido, desde que la secuestraron Magallanes y compañía y asesinaron a todo su pueblo- responsabilidades de adulta. Su drama, sin embargo, al principio de la historia, no tiene que ver con aquel pasado lejano, sino con la actual crisis de su emprendimiento. Esta segunda dimensión dramática de Celina le permite dejar de ser solo la víctima a la que Magallanes quiere, de alguna forma, reembolsar. Ella tiene su propia agencia, y la ejerce en casi todas sus intervenciones en la película. En su mejor escena, aunque está en quechua, Solier es sobrecogedora y transmite toda la indignación por la injusticia que no solo está en los abusos del pasado sino además en el egoísmo de Magallanes al buscar redimirse a toda costa. No hacen falta subtítulos.

christian meier y federico luppi en magallanes

El resto de personajes entran y salen de la historia activando o dirigiendo los impulsos de Magallanes. El personaje de Bruno Odar, un amigo del Ejército, dice extrañar la guerra. El de Federico Luppi es el coronel abusivo, el villano de la historia que ya no puede asumir responsabilidad por sus acciones porque ha perdido la memoria. El de Christian Meier, el hijo del coronel, trata de arreglar el entrevero de su padre sin dejar de salirse con la suya. Quizá la transformación de este último, el personaje de Meier, sea el síntoma más claro de la habilidad narrativa de del Solar: sin poder constituirlo como tirano -al fin y al cabo, la responsabilidad del hijo sobre las acciones del padre es limitada- del Solar lo convierte en una especie de baluarte del capitalismo, pero le permite unos momentos de apertura y generosidad que lo hacen igual de humano que el resto de ellos.

Aunque no es una película sobre el conflicto armado interno, Magallanes no nos deja olvidar que las consecuencias de ese conflicto siguen siendo centrales en la vida de muchos peruanos. Las ‘cicatrices invisibles’ de las que habla del Solar se presentan como rezagos de la época de guerra, por ejemplo en la veneración con que Magallanes insiste en tratar a su coronel. El mayor mérito de del Solar está en cómo ha conseguido tratar las tragedias de sus personajes -la culpa, la guerra, el estrés postraumático- sin dejar de presentar un thriller más bien impredecible, una película entretenida.

damián alcázar y salvador del solar
en el set de magallanes

Se perdonan, pues, los excesos -el drama familiar de Celina, por ejemplo, cae como una exageración innecesaria- porque, a cambio, del Solar ofrece una historia clara, no demasiado optimista sin dejar de ser ligera. Parece aquí imprescindible resaltar el excelente trabajo de fotografía del colombiano Diego Jiménez, que resalta la belleza del paisaje urbano limeño no solo en lugares evidentes como el malecón de San Isidro sino también en pueblos jóvenes y zonas tugurizadas como Polvos Azules, y resulta crucial para la narrativa en primera persona de Magallanes.

Estrenada durante el Festival de Cine, acompañada de otras grandes como Rosa Chumbe, Solos y La última noticia, Magallanes forma parte de un renacimiento del cine peruano al que (casi) me atrevo a calificar como un boom en el que Solier, Meier y especialmente Salvador del Solar seguirán jugando roles cruciales.


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