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Alejandro Legaspi: "Hay películas sobre la memoria y hay películas sobre el olvido"

LaMula.pe conversó con el director de la más reciente película del Grupo Chaski, La última noticia, sobre la responsabilidad del cine con la memoria y la importancia de contar historias pequeñas ambientadas en un contexto inhóspito.

Publicado: 2015-08-10

El Grupo Chaski marcó un hito en el cine peruano cuando, en la década de 1980, sacó sus dos primeros largometrajes de ficción: Gregorio, de 1984, y Juliana, de 1988. Ahora, en el Festival de Cine de Lima, Chaski estrena La última noticia, su primera ficción en 25 años. Dirigida por Alejandro Legaspi, el actual líder del colectivo, La última noticia es una película ambientada en el Ayacucho de principios de los ochenta, cuando Sendero Luminoso empezaba a aparecer y el clima del conflicto armado interno pasaba desapercibido por la prensa y las autoridades.

El profundo compromiso de Legaspi y su grupo con el cine social ha hecho que Gregorio y Juliana se conviertan en elementos canónicos de la cinematografía peruana y ha llevado a la creación de una Red de 32 Microcines que proyectan películas en 11 provincias del Perú. Antes de pasar La última noticia en esa Red, la película debe buscar espacio en la cartelera comercial peruana. Lamentablemente, el mismo compromiso que mueve a Chaski hace que las cadenas distribuidoras le den la espalda: lo que buscan es comedia o terror.

Pero la urgencia por contar estas historias y por "aclarar las cosas", como dice Legaspi, respecto al conflicto armado interno peruano puede más que las contrariedades económicas y comerciales que enfrenta el Grupo Chaski. El cine se convierte, en sus manos, en una poderosa herramienta de transformación para el país.


Esta es la primera película de ficción del Grupo Chaski en más de 20 años. ¿Hace cuánto están pensando en este proyecto?
La idea de hacer una historia que tuviera que ver con los primeros años del conflicto surgió en los años noventa. Esta película debió haber aparecido más o menos en esa época. Dudamos mucho si ese era el momento de hablar de memoria y fue quedando en un cajón hasta que finalmente decidimos reflotarla y escribir el guión con René Weber.
¿Cómo fue el proceso de investigación para el guión? Es un momento muy preciso de la historia en un lugar muy preciso del Perú.
Hicimos un largo trabajo periodístico buscando información en la prensa, en los textos de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), en investigaciones que hicimos en Ayacucho. También nos nutrimos de experiencias personales. Yo trabajé un tiempo para la televisión suiza y estuve en Ayacucho más de una vez en esas épocas. También trabajé en documentales donde el tema era ese, el terrorismo.
El Grupo Chaski siempre trabaja estos temas muy sociales, de una realidad peruana muy dura. ¿Crees que hay una responsabilidad del cine?
Desde que comenzó Chaski, el propósito fue tocar temas que tuvieran que ver con lo social, los grandes temas que tiene el Perú: la migración, la niñez, el racismo, la violencia. Contar pequeñas historias en un contexto grande, amplio, importante. En este caso fue lo mismo: el tema era la guerra interna.
Los personajes son un periodista y un maestro, roles muy importantes en el ámbito rural peruano. ¿Es por eso que los escogen, por su responsabilidad?
El personaje central siempre fue un periodista. Nos inspiramos mucho en distintos periodistas de esa época. Un punto de inspiración fue Jaime Aliaga, un periodista ayacuchano que desapareció. Después fue cambiando, elaboramos un nuevo personaje que ya no era él. Cuando buscamos el entorno de este personaje fuimos hallando otros. Uno de ellos fue un maestro, porque nos interesaba la importancia que tiene un maestro en ese ámbito, en relación a los chicos. Sendero aprovechó mucho esa situación, sacaba niños de los colegios.
¿En qué año está ubicada La última noticia?

En 1982, cuando comienzan las incursiones de Sendero Luminoso. Pedro, el maestro, es medio izquierdoso y tiene una confusión con Sendero. No está de acuerdo, pero de cierta manera trata de entenderlo. Alonso no, él desde el principio tiene un profundo rechazo. Después entra también el Ejército, en la medida en que las acciones de Sendero se vuelven más brutales. Y ahí el que tiene mayores problemas es el periodista, porque informa y va trayendo gente a la radio para que cuente sus historias. Eso va fastidiando a un lado y al otro, y los personajes empiezan a estar entre dos fuegos.

RAÚL GARCÍA / LAMULA.PE

En cierto sentido eso no ha dejado de ser así, ¿no? Hasta ahora, cada vez que se habla del conflicto salen opiniones muy fuertes, mediáticamente es un poco riesgoso hablar de eso.
Claro, porque el Perú todavía no ha aclarado ese tema. Eso le pasó a la CVR, su informe no le gustó ni a unos ni a otros. Y chau, no se habló más. En la medida en que eso no está saldado, hay que seguir hablando del tema, porque esas heridas tienen que arreglarse, tiene que aclararse de una manera u otra.
¿Qué reacción esperan o prevén ustedes?
Las películas, o por lo menos ciertas películas, pueden tener dos momentos: el primero, en el que se exhibe, donde puede ir gente o no, puede interesar o no. El otro momento es lo que pueda pasar con esa película a futuro como parte de la historia del país. Es algo que de cierta manera también sucedió con nuestra película anterior: Gregorio relata una época del Perú que tiene que ver con la migración, con los años 80. Esas películas pueden trascender el momento. No tengo la más remota idea de cómo va a reaccionar la gente -o Sendero- ante La última noticia. No sé a quién le va a gustar o si va a terminar como la CVR. Espero que no se entierre: que la vean, que la debatan, que discutan y se enfurezcan.
Decías que en Perú todavía no se ha procesado el conflicto. En el momento en que tú saliste de Uruguay la situación tampoco era buena. ¿Allá se ha procesado un poco mejor el conflicto político?
Sí. Yo salí en un momento en que había una dictadura, en plena guerra. Pero creo que eso se procesó, que los uruguayos de cierta manera lo han asumido. Lo que pasa es que el caso de Sendero Luminoso es absolutamente sui generis. No conozco en América Latina ningún movimiento que haya utilizado el terror de esa forma. El caso del maestro representa un poco a la izquierda en el Perú, que tuvo un gran desconcierto con respecto a Sendero Luminoso. No supo qué hacer en un primer momento. Después sí, un buen sector de la izquierda lo tuvo claro y rechazó a Sendero e incluso fue atacado por Sendero. Pero sigue siendo una cosa extraña. El Movadef no se puede nombrar, en los libros de colegio no aparece esta parte de la historia.
¿Te parece que la tendencia del cine peruano de ponerse a hacer comedias y terror es la misma forma de lavarse las manos?

Yo creo que hay películas sobre la memoria y hay películas sobre el olvido. Películas que tocan determinada época del Perú y parece que no existió ni Sendero, ni Fujimori, ni nada. A mí me parece bacán que se hagan comedias. Como en cualquier país del mundo, debe haber de todo. La preocupación es la distancia que hay en términos de público entre unas películas y otras. Las comedias y películas ligeras suelen tener mucho más éxito en cualquier lado que películas más complicadas, de autor o de drama. Pero acá la distancia es inmensa: de tres millones a tres mil espectadores. Es un tema de público, de exhibidores, de que la prensa le revienta muchos más cohetes a unas que a otras. No lo he analizado demasiado, pero me preocupa esa distancia. La última película de Claudia Llosa tuvo unos cuatro mil espectadores. Es una buena película de una mujer con una trayectoria importante, y tiene cuatro mil, mientras otras tienen tres millones.

raúl garcía / lamula.pe

¿Hicieron el guión pensando en Pietro Sibille y Julián Legaspi como protagonistas?
En Pietro pensamos desde el comienzo, desde la primera línea. A Pietro le tengo cariño, fue mi alumno. Lo conozco de chibolo. Cuando empiezas a escribir siempre piensas alguna cara, y fue la de Pietro para el personaje de Alonso.
¿Y el personaje de Julián Legaspi es su amigo?
Son amigos, estuvieron en Lima ambos al mismo tiempo, Alonso estudiaba periodismo y Pedro magisterio. Después se vuelven a encontrar en Ayacucho. Son patas de siempre, pero tienen ideas distintas y durante toda la película, a pesar de que son muy amigos, se pelean, discuten, intercambian puntos de vista sobre esto que está surgiendo, que todavía no lo tiene muy claro ninguno de los dos.
¿Cómo ha sido trabajar con tu hijo, Julián Legaspi?
Nunca habíamos trabajado juntos. Es bacán, porque si a alguien conozco es a él. Cuando uno trabaja con un actor lo que quiere son dos cosas: primero, que el actor se involucre en el proyecto; segundo, conocer los puntos flacos del actor, saber cómo tratarlo, cómo trabajar con él. En ese sentido fue muy fácil. Julián se involucró inmediatamente porque era mi proyecto. Yo más bien tenía que frenarlo, se involucraba demasiado y se aceleraba. Además, yo sé perfectamente de qué pie cojea como actor, porque me ha consultado y ha ensayado conmigo sus trabajos de teatro, cine y televisión.
¿Cómo se les ocurrió llamarlo?
A mí se me ocurrió porque el personaje del maestro se parece de cierta manera a Julián. No porque tenga vocación de maestro, sino porque es un personaje medio peleador, medio fosforito. En los enfrentamientos que tiene con Pietro va muy bien: ellos ya se conocen, han trabajado juntos, son contemporáneos y amigos.
¿Es una tendencia del cine peruano trabajar entre amigos o familia?

Creo que es una tendencia en términos generales. John Ford hizo más de cien películas. Cinco ganaron el Óscar, y en las cinco trabajó con las mismas personas. En las otras 95, no. Bergman se casa con todas las actrices, trabaja en su isla con los mismos actores. Woody Allen también se casa con sus actrices. Te sientes bien con quien conoces, con quien te conoce a ti y sabe qué quieres.



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Escrito por

Valentina Pérez Llosa

(Ex)estudiante de filosofía. Amante del cine, la fotografía fuera del estudio, el café y la comida. facebook.com/vperezll @vperezllosa


Publicado en

Redacción mulera

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