¿Cómo ejercitar la memoria nacional? El artista peruano Álvaro Portales ha publicado ayer martes siete piezas que buscan deslizar una respuesta. Las ha llamado, justamente, Ejercicios de memoria y se trata de la intervención de los logos de distintas marcas en el que el nombre es reemplazado por las masacres ocurridas en el país durante la guerra interna.
El trabajo que Portales ha difundido esta vez nos recuerda cómo tras los deseos más inmediatos, materiales e individuales, queda rezagada una memoria histórica, ética y nacional. No parece tratarse, como se podría pensar, de un ataque contra las marcas que se ven alteradas. La conocida postura contraria de Portales respecto a la superficialidad en todos los campos no se traduce esta vez de manera confrontacional. El artista, por el contrario, esta vez se apropia de los elementos -que en otros casos podrían ser el objetivo final- para utilizarlos como herramientas. Se trata, por el contrario, del reconocimiento del potencial comunicacional de dichas marcas.
En la mayoría de las imágenes aprovecha las iniciales mayúsculas -que visualmente son las más representativas- de las marcas para modificar el resto de la palabra por el nombre con que se recuerdan distintas masacres: Pilsen-Putis, Cristal-Cayara, Falabella-Frontón. En otros casos la razones son más reales que visuales. El logo de la marca de leche Gloria intervenido con el nombre Cantuta es el recuerdo de cómo el Estado devolvió a los familiares de las víctimas parte de los restos de los cuerpos en cajas de este producto. A mediados de los noventa el mismo hecho fue representado por estudiantes de la Escuela Nacional de Bellas Artes que salieron a las calles con el rostro cubierto por estas cajas de leche. Ese parece ser el punto de partida que Portales estira a los otros ejemplos.
Si bien el artista comparte a diario en las redes sociales distintos trabajos que realiza, las siete intervenciones que ha publicado esta vez contienen una carga simbólica que va más allá de la indignación inmediata respecto a temas coyunturales que suele reflejar. Recuerdan, en parte, a los logos alterados de los distintos auspiciadores del mundial Qatar 2022 que hace poco circularon también por las redes. Pero en este caso no existe una relación directa entre las marcas y las tragedias. El juego entre ambos factores tiene como resultado la interpelación a un tercer actor: uno mismo, el inevitable consumidor de todas esas marcas. Así como Coca-Cola alimenta el narcisismo imprimiendo el nombre de sus consumidores en las etiquetas de las botellas para crear un vínculo “personal”, Portales interviene nuestros productos más cotidianos para crear un vínculo con la historia nacional.
Hace poco, en una entrevista con LaMula.pe, la ex directora del Lugar de la Memoria, Denisse Ledgard, señalaba la importancia de repasar el pasado para no identificarnos con conceptos "superficiales" como la tan difundida Marca Perú. Lo de Portales, aplicado a otras marcas, resulta una respuesta precisa contra ese peligro.
El que estas piezas sean publicadas en las redes sociales puede resultar, para los apocalípticos de Internet, un argumento para calificarlas como obras menores. Pero, en realidad, más allá de la técnica aplicada, son el mejor ejemplo del desplazamiento del arte contemporáneo hacia nuevas plataformas -más allá de las galerías y museos- que el antropólogo y crítico cultural Néstor García Canclini ha sustentado en sus últimos estudios.
El atrevimiento de Álvaro Portales, esta vez, es incluso una idea que las mismas marcas que se han visto involucradas pueden llevar a la práctica. En un mundo utópico en el que las grandes empresas supieran y tuvieran interés por intervenir en complejidades así, claro. Pero no está de más imaginar, como lo ha hecho el artista, una campaña por la memoria de esta manera.
(El artista Álvaro Portales continua interviniendo otras marcas con más hechos de esa época. Puedes verlas en su cuenta de Facebook: www.facebook.com/alvaro.portales.1)