La primera película de Salvador del Solar, el actor que se hizo famoso interpretando al (des)afortunado Pantaleón en la adaptación de Francisco Lombardi de la novela Pantaleón y las visitadoras, de Mario Vargas Llosa, se ha gestado durante más de ocho años. El personaje que da título a la película, Magallanes, es su cuarto protagonista. Al principio, era un personaje secundario al que del Solar compara con el propulsor de una nave espacial, que sirve como impulso y luego se desecha. “Sin embargo, descubrí en él no solo este impulso sino un universo humano que me interesaba”, cuenta el cineasta, que parece fascinado por la lenta naturalidad con la que se ha desenvuelto en la escritura.
A pesar de las distintas etapas por las que pasó su guion desde la idea original en 2006, Magallanes es una adaptación suelta de la historia La pasajera, de Alonso Cueto. En 2009, del Solar ganó una beca de la Fundación Carolina, en España, para desarrollar su historia durante dos meses. Cuando llegó el momento de rodar, después de tantas versiones y ajustes, del Solar había desarrollado un ‘universo humano’ no solo para Magallanes, sino para cada uno de sus personajes, sobre cuyas vidas conocía tantos detalles como si él mismo estuviese encargado de interpretarlos ante las cámaras. A sus 45 años, el peruano habla de su oficio cinematográfico con el regocijo de quien está realizando todas sus aspiraciones:
“Me encanta dirigir. Una de mis fantasías infantiles y juveniles era ser actor, y cuando dejé la carrera de derecho para cumplir esa fantasía no cruzaba por mi cabeza la idea de ser director o escritor. Después comencé de manera espontánea a tratar de escribir algunas cosas y me di cuenta de que en el fondo lo que me gustaba no era solamente actuar, sino participar de una manera un poquito más amplia en la actividad de contar historias. No tenía esa información de más chibolo, pero la he ido encontrando.”
Con un elenco internacional de primera, liderado por el mexicano Damián Alcázar y la peruana Magaly Solier, la ópera prima de Salvador del Solar es una de las cuatro peruanas participantes en la Competencia Oficial de Ficción del Festival de Cine de Lima. La película, que combinó un premio del Ministerio de Cultura con la inversión de productoras privadas de Argentina, Colombia y Perú, además de un premio de postproducción del Festival de San Sebastián, es una apuesta por conseguir que una película peruana que no es comedia ni terror tenga éxito -aunque sea moderado- en las salas comerciales, donde se estrena el 20 de agosto.
- ¿Qué expectativas tienes para Magallanes en la Competencia Oficial de Ficción del Festival?
- He visto algunas de las otras películas de la Competencia. No es inusual que el Festival de Lima traiga buenas películas, pero este año hay una selección bastante buena. Para mí con Magallanes es como dicen algunos escritores: lo he escrito, pero no lo he leído. Yo he visto Magallanes en un montón de versiones y estoy muy satisfecho. No me quiero dar la parte de la falsa humildad. Estoy muy satisfecho, hay un trabajo muy sólido detrás. He trabajado mucho en el guión y he tenido la suerte de que luego el equipo que se conformó fuera un equipo increíble.
- ¿Crees que el tema de la película, que son las consecuencias del conflicto armado interno peruano, haya ayudado a conseguir ese equipo?
- El tema ha ayudado muchísimo. Me refiero al guion, el tema de la película tal cual está expresado en el guion. Nadie hace las cosas a ciegas, así que la potencia del guion fue el gran imán. El tema está, pero esta es una historia de dos personas. Es el reencuentro en la Lima de hoy de dos personas absolutamente anónimas, que sin embargo son los exclusivos protagonistas de un drama muy potente que tiene sus raíces décadas atrás en Ayacucho, adonde no vuelvo en ningún momento. No uso ni siquiera un flashback. Ese fue un desafío que me planteó uno de los asesores de guion, porque yo tenía flashbacks. Me retó a que el pasado de los personajes esté en cicatrices invisibles en ellos, que se perciba de otra manera.
- Para conseguir eso debes haber investigado bastante sobre el conflicto. ¿Qué fuentes has usado?
Tuve la suerte de tener una amiga muy cercana y muy importante que se llama Julissa Mantilla. Ella es una de las grandes expertas en Derechos Humanos con especialidad en género. Ella me puso en contacto muy temprano con organizaciones de apoyo a las mujeres víctimas de la violencia durante el conflicto. Me puso en contacto con testimonios que me ayudaron a entender no solamente a un personaje ficticio como Celina sino también a entender el cuidado con el que hay que construir una perspectiva al respecto para no revictimizar, no contar una historia para volver a convertir en víctimas a las personas representadas por el personaje y que ya fueron víctimas. No reducirlas a esa categoría, porque una víctima de lo que sea es una víctima de eso, pero es muchas cosas más.
Muchas veces reducimos a ciertas personas, y es mucho más fácil hacerlo en la ficción: reducir a un personaje a un estereotipo vacío, hueco, algo que en el fondo es muy poquito cuando tratas de darle complejidad a una persona. En la época en que estuve pensando que el protagonista sería otro, que ahora es un personaje que no completa ni treinta segundos en la película, pero en el que estuve trabajando un año, leí sobre hijos de personas que habían sido víctimas de la violencia en entornos urbanos. Todo esto además del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación y cosas que tenemos un poquito más a mano.
- Este año también participa en la Competencia Oficial de Ficción del Festival de Lima La última noticia, de Alejandro Legaspi. Está adaptada en 1982, en Ayacucho. ¿Te parece que hay un retorno del cine peruano al tema del conflicto armado interno?
Tengo muchas ganas de ver la película de Alejandro. Creo que es muy importante tratar el tema. Magallanes se reencuentra casualmente con Celina porque ella sube a su carro y él la ve por el retrovisor. Es fundamental el uso del retrovisor: no puedes manejar mirando el retrovisor porque te vas a chocar o vas a matar a alguien, pero no puedes manejar sin verlo. Yo creo que, en los últimos 12, 15, hasta 18 años, somos un país inexorablemente condenado al progreso material. No hay ninguna necesidad de voltear a mirar un pasado incómodo con el que además no estamos de acuerdo, y para qué ponernos de acuerdo si ya lo superamos. Es mentira.
El reencuentro entre Magallanes y Celina es un encuentro que los hace notar a ellos, y ojalá a todos nosotros, que nuestro presente está absolutamente cargado de pasado. Tanto a nivel individual como a nivel colectivo. No hay que volver al pasado para poder dejarlo atrás. No se trata de eso, sino que hay que buscar la mejor manera de que nos acompañe. De eso trata el encuentro entre Magallanes y Celina. Mi esperanza es que ambos personajes terminen, a pesar de lo conflictuados que puedan estar, mejor de lo que estaban cuando la película se encuentra con ellos al principio. No hay ningún asunto plenamente resuelto, pero hay claros peldaños en esa dirección cuando la película termina.
- ¿Tú crees que el cine tiene una responsabilidad en ese sentido?
Las personas tenemos cada una la responsabilidad que elegimos. El cine debe tener espacio para todo, como cualquier otro medio. Está bien que cada quien haga lo que le dé la gana hacer con el cine, la literatura, la escritura; con su tiempo, su trabajo en un banco o una notaría. Yo sí siento que aquello que me interesa está vinculado a explorarnos, incomodarnos, también reírnos un poco de nosotros, y sí creo que el cine debe ser una herramienta para eso. Quienes nos sintamos inclinados a tratar de asumir esa tarea sí debemos hacer ese tipo de cine.
- Otros directores peruanos que participan en el Festival nos decían que las salas les preguntaban si era comedia o terror y, si no, se les cerraban las puertas. ¿Las salas comerciales han hecho espacio para Magallanes?
- Sí. Tenemos una fecha de estreno y vamos a salir con una cantidad mediana de copias. Estrenamos en Lima y cuatro o cinco provincias al mismo tiempo. Magallanes es una película que puede tener un impacto con el público. Aquí puedo estar completamente equivocado, porque nadie puede predecirlo, pero mi sensación es que es una historia que conecta con la gente. A mí me pasa como espectador que cuando salgo del cine removido me preguntan qué tal la película y yo hago unas caras. Espero que Magallanes provoque esa cara, y que esa cara provoque recomendaciones. No para que sea un éxito comercial, sino para que cumpla el destino que este tipo de obras aspira a tener, que es entrar en contacto con el público, que no sea una cantidad insignificante sino que más bien pueda multiplicarse en conversaciones, en dudas y también en críticas.
- ¿Por qué crees que Magallanes ha tenido más acogida en las mismas salas que rechazan a 'La última noticia' y 'Rosa Chumbe', que también participan en el Festival?
- Creo que las salas tienen expectativas comerciales con Magallanes. Los exhibidores están encargados de un negocio. Si consideran que otras películas no necesariamente van a ser negocio, esas películas no les interesan. Ahí hay un problema que tenemos que resolver. Pero estamos equivocados si pretendemos que la decisión pasa solamente por los exhibidores. Ellos ni siquiera son amantes del cine que deban responder a su gusto cinematográfico, sino que son parte de una organización cuyo objetivo final es producir ganancias. Que han elegido el cine y que, por lo tanto, deberían asumir una parte, sobre todo en este mundo de multisalas donde parece haber espacio para todo, también es cierto. Pero nuestras películas, aquellas que no necesariamente tienen un potencial comercial y entre las cuales están muchas si no todas las más interesantes que producimos, merecen un apoyo de distribución en el que hay que involucrar a los exhibidores, pero donde no pueden estar ellos solos.
- ¿Quiénes pueden dar ese apoyo?
Hay un trabajo de formación de públicos en el que hay que involucrar a colegios y universidades. Hay que buscar algún tipo de alianza con firmas patrocinadoras, evidentemente con el estado, quizá con las municipalidades, para que los exhibidores no tengan que asumir solos películas que creen que la gente no va a ir a ver. Es indispensable que el estado se preocupe por ello. No porque el estado sea una oficina que da dinero, sino porque nos olvidamos que el estado es la representación de todos nosotros, y todos nosotros tenemos la tarea de hablar de la construcción, destrucción y reorganización de nuestra identidad.
[Foto de portada: Raúl García / LaMula.pe]
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