La galería Germán Krüger Espantoso, del ICPNA Miraflores, inaugura hoy, jueves 16 de julio, una antología de Alfredo Ruiz Rosas. Este pintor limeño nació en 1926, y su obra estuvo fuertemente influenciada por el expresionismo alemán. Hasta su muerte en 2002, Ruiz Rosas produjo obras íntimamente relacionadas con la realidad peruana, representando la pobreza y la muerte, pero siempre con un tono de optimismo y esperanza.

Estos son algunos fragmentos del catálogo de la muestra El universo expresionista de Alfredo Ruiz Rosas, que estará abierta hasta el 16 de agosto y fue curada por Jorge Bernuy:

"Presto a poner en acción su capacidad para concebir y expresar el mundo real y tangible de los acontecimientos humanos y sociales, Alfredo Ruiz Rosas dejó a la posteridad una obra tan diversa y exuberante como pocos artistas lo han hecho. Trabajador infatigable, revolucionario inmerso en el sueño de una humanidad accesible tuvo siempre un mensaje optimista y lleno de bondad para tratar a los hombres y servir a su pueblo. 

"Cuando terminó sus años de aprendizaje en la Escuela Nacional de Bellas Artes y comenzó la búsqueda de su estilo personal tuvo muy en cuenta los problemas sociales que vivía nuestro país, estudió la historia del pueblo peruano, sus dolores y aspiraciones al mismo tiempo se interesó en las expresiones artísticas de la época. Todo lo que captaba, ya fueran hechos o ideas los depuraba a través del tamiz de su sensibilidad, les daba forma y colores siendo ya fácil reconocer su estilo. Los temas que desarrolló en cientos de cuadros a caballetes grandes y pequeños llevan casi desde el comienzo la fuerza lineal y la armonía cromática que le es propia. 

"El tema predilecto de sus cuadros fueron los niños humildes, los pintaba con inmenso cariño, veía la inocencia a pesar de la triste vida que llevaban. Pintó hombres y mujeres del pueblo exaltando sus características étnicas, escenas de costumbres auténticamente populares, paisajes reales pero también imaginarios, composiciones con asuntos absorbidos en sus viajes fuera del país. Estos y otros temas le sirvieron para demostrar la singular maestría que alcanzó en la pintura de caballete. Al pintar era consciente de que cumplía una función social.

"En medio de la tragedia de los olvidados, la desolación de los seres humanos agobiados y aterrados por la injusticia, sollozantes, despavoridos entre ruinas y cadáveres no se sumió, sin embargo, en el marasmo. De la fealdad, de esa corteza maloliente fue capaz de sonsacar extrañas hermosuras. Ruiz Rosas manejó la deformación expresionista en casi toda su obra. Es patente el dominio de la técnica que le permite mover con libertad sus recursos. El uso de amplias zonas de azul profundo y matizado crea un ámbito a la vez misterioso y enérgico; fijan nuestra atención provocando descifrar su sentido en los bodegones. 

"El humor en este artista es una potencia constante que retuerce la imagen para luego llevarnos a la comprensión. No es casual la selección de los personajes como tampoco lo es el uso de recursos aparentemente iguales. El contraste violento de los colores constituye el idioma plástico que es distorsionador y grotesco. Alejándose de lo descriptivo, acentúa lo alusivo deformando: el rostro se convierte en máscara, el cuerpo en muñecón, la ropa en casi disfraz.

"El parentesco de Ruiz Rosas con el expresionismo alemán puede cifrarse en el concepto definitivamente amargo de la realidad, en la cáustica rebeldía, en la intensidad del color, el siniestro esplendor de los azules y blancos con los que acentúa la expresividad. Tenía el pintor una debilidad por el último avatar del ser humano, por su signo de fatalidad y destrucción, por su condición perecedera. 

"Nadie había llevado tan lejos la exteriorización de la pobreza y el dolor donde solo brilla el sol rojo como único signo de la esperanza. Este cerco de tinieblas, esta corte de fealdades asustaba a los hombres de gusto artístico refinado que no podían colgar semejantes monstruosidades en sus paredes. Para otros hombres de espíritu mas abierto aquellos asuntos ariscos y repulsivos encerraban una lección de vida siniestra pero auténtica y sobre todo una formidable manifestación de pintura y técnica soberana al servicio de una vibrante intuición. En su obra pictórica, el funesto tópico se sublima, la fealdad y la miseria adquieren omnipresencia, el fango y la tragedia se adhieren al cuadro de manera magistral. 

"Este pintor vivía para su realidad, esa realidad que ha sido meta de tantos artistas peruanos. Difícilmente hallaremos en la historia de la pintura peruana mayor tensión dramática o más diabólica conjura que la que tienen la tremenda mirada acusadora de los pobres. La belleza amasada en óleo y sangre demuestra una vez más y de modo decisivo la relatividad de ciertas definiciones, la amalgama en virtud de la cual una suprema fealdad puede alcanzar sin aparente esfuerzo categoría de máxima atracción, de máxima belleza. La historia del arte nos ofrece desde sus inicios una larga serie de rotundos ejemplos desde Goya hasta Toulouse Lautrec y los expresionistas alemanes. 

Los bodegones

"Para Ruiz Rosas la naturaleza muerta es otra faceta que le servirá de entrenamiento positivo para llevar al lienzo su exaltado sentimiento del color de vibrantes matices. Desde su primera muestra en 1950, de 24 obras expuestas 11 eran bodegones. Este tipo de composiciones estuvieron presentes en toda su vida artística y son como el escrupuloso testimonio de una porción de la realidad tal como este maestro la vio; pero tal es la fuerza sugestiva de los objetos, tal la urgencia de la imagen que las composiciones parecen querer transmitirnos un mensaje de paz, de vida y belleza.  

El paisaje

"Aunque el hombre constituye el tema central en la pintura de este artista, los paisajes abundan también, aparecen en su producción especialmente en sus últimas décadas. Se trata no obstante de paisajes humanizados en los que las figuras, la arquitectura y la geometría se integran en la composición. El artista carece de intenciones topográficas, no reproduce nunca un lugar concreto sino que recrea una visión personal de la naturaleza dominada por el color. 

"Muchos de sus paisajes son atardeceres primaverales en los que la estación y las horas propician la introspección o cuando el sentimiento se llena de melancolía la vida se aquieta. En sus paisajes no existe ninguna subordinación a un hipotético modelo natural. Nadie como Ruiz Rosas supo integrar magistralmente el paisaje idílico con el tema social: hermosas tarde de luz con el campesino que clama justicia. Prescindiendo de personajes y de intenciones, muchos cuadros de Ruiz Rosas, sin embargo, nos proporcionan el más elevado goce de la materia. Sinfonía de pardos alarde de bermellones, de azul cobalto y blancos se sitúan entre los más eficaces logros de su paleta. 



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